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Orientación

El papel de la espiritualidad en la psicoterapia

Importante. En conclusión, la dimensión espiritual de un paciente o cliente es un aspecto a considerar y tratar, como experiencia que pertenece al mundo afectivo de la persona y que es parte íntegra de todo su ser.

Cuando una persona tiene la necesidad de asistir a un psicólogo clínico, que sea psicoterapeuta, es debido a que se encuentra en una situación de conflicto interno o externo consigo mismo o sus relaciones, o con un problema que quiere resolver.

El psicoterapeuta acompaña a esta persona consolidando, en primer lugar, la alianza o vínculo terapéutico, para en un ambiente de confianza y seguridad ir desarrollando las intervenciones que sean pertinentes al problema que tiene la persona.

Una de las habilidades básicas de todo terapeuta, aparte de la empatía y la escucha activa, es la aceptación incondicional de la persona, de quién es, de su manera de ser, de sus síntomas, de sus relaciones, de su visión del mundo. Esta aceptación incondicional incluye considerar la dimensión espiritual de la persona, si para ella fuese un aspecto de relevancia en su vida, como lo pudieran ser las cogniciones, comportamientos y/o las relaciones.

Lo espiritual puede ser descrito como un estado interno que se manifiesta por un sentimiento de unión con el mundo. Es la vida de forma dinámica, en constante movimiento, que se expresa en la particularidad del individuo y luego en el contexto social. La espiritualidad es una experiencia dinámica y estática a la vez, en tanto que alimenta y otorga un sentido a lo vivido y, al mismo tiempo, funciona como un ambiente contenedor, de protección, ofreciendo una dirección formal sobre las cosas; es un proceso y una estructura (Rivera Ledesma y Montero López, 2007).

Cook (2004) describe que el aspecto primordial de lo espiritual es que puede experimentarse como una relación con lo interior, lo inmediato y lo personal dentro del self (sí mismo) y con ese Otro; o como una relación con un Otro importante o con un Gran Otro que no es el self. Yi et al. (2006) señalan que el concepto espiritualidad se encuentra asociado más a un ámbito personal que institucional, por lo que se refiere al propósito, sentido o significado de la vida y a una conexión individual con lo divino o con la verdad (González Rivera, 2016).

El National Institute for Healthcare Research (NIHR, 1997), definió la espiritualidad como “la búsqueda de lo sacro o lo divino a través de cualquier ruta o experiencia de vida. Así, la espiritualidad se asume como la experiencia de lo divino” (Rivera Ledesma y Montero López, 2007, p. 126).

Bajo esta concepción de que el paciente o cliente lleva al proceso terapéutico la dimensión espiritual, el psicoterapeuta debería asumir un rol frente a esta necesidad y hacerla parte de la intervención. En tal sentido, el psicoterapeuta puede aproximarse a lo espiritual del paciente o cliente desde una visión constructivista, o bien, pluralista.

La visión constructivista contempla la capacidad de las personas de elaborar sus realidades y significados particulares, fundamentados en sus valores, creencias, temores, desencantos, confianza, éxitos, prejuicios y su contexto social, lo cual se establece a partir de las interacciones y el análisis de los ambientes en que la persona se de-senvuelve con otros seres humanos.

La visión pluralista, por otro lado, parte de la identificación de la existencia espiritual como una realidad definitiva, la cual posibilita variadas interpretaciones y formas de acceder a ella. El reconocimiento de esta realidad se manifiesta en las diversas culturas, por personas distintas y de maneras múltiples. El psicoterapeuta es consciente de su propia historia espiritual o religiosa, con sus valoraciones y conceptualizaciones, y las de su paciente o cliente. De esta manera, en el proceso terapéutico se asume que hay una realidad espiritual, como creencia, la cual es compartida y considerada para la definición de los objetivos terapéuticos.

Tanto la visión constructivista como la pluralista facultan al psicoterapeuta a lidiar con una variedad de elementos espirituales y/o religiosos dentro de la psicoterapia, de una manera respetuosa y efectiva.

Richards y Bergin (2005) recomiendan que los psicoterapeutas realicen una evaluación sobre la dimensión espiritual de sus pacientes o clientes, ya que esto les permitiría: (a) entender su visión integral de la vida, mejorando la capacidad de comprensión del mismo; (b) identificar la orientación espiritual o religiosa y si es saludable o no para la demanda o situación que este lleva; (c) establecer si las valoraciones espirituales o religiosas pueden ser aplicadas como estrategias de intervención con respecto a su necesidad; (d) definir cuál estrategia espiritual puede ser usada en el proceso terapéutico de acuerdo a sus creencias; (e) indagar si tiene alguna necesidad espiritual no vinculada al problema que desee trabajar en terapia (González Rivera, 2016).

Incluir la dimensión espiritual ayuda al psicoterapeuta a “conocer el conflicto psicológico del cliente, a diseñar intervenciones que sean congruentes con su visión del mundo, identificar aquellos recursos religiosos que puedan brindar apoyo y afianzar la relación terapéutica” (González Rivera, 2016, p. 13).

Patricia Liranzo Soto Psicóloga clínica, psicoterapeuta Cofundadora Centro Jung

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