La Vida

COSAS DE DUENDES

Los intensos

En cada época hay palabras que se ponen de moda. Esta es la era de la gente “intensa”. Cuando alguien quiere descartar al otro, sin que tenga una excusa justificable para hacerlo, el alegato es que se trata de una persona muy intensa. ¿Y eso que significa? Yo he concluido que ese término ha sido acuñado como una manera eufemística, suave, algo hipócrita, de llamarles a los demás molestosos, apasionados, efusivos, sinceros o demasiado entusiastas. El intenso es aquel enamorado, o enamorada, descartado por el objeto de su amor porque llama demasiado. Porque siempre está pendiente. Porque quiere verte todos los días. Porque... cuánto fuñe. Una frase que escucho con asombro dice: “Lo dejé, no porque sea malo, sino porque es demasiado intenso”. También, intensas son las personas que saludan en las mañanas en los grupo de amigos. Que proclaman su amor a tooodos los allí agregados. Esas que no olvidan un cumpleaños, y van a la clínica todos los días, o te llaman hasta que se enteran de que sí, que ya estás bien, gracias. “Gracias, no te preocupes tanto”. Intensa es la amiga que grita y te abraza al encontrarte. Que, sin disfrazar sus sentimientos, habla de la alegría de conocer a alguien, o del tema que le gusta, sin reparar en la cara de fastidio de los demás. A esas intensas e intensos les sacan los pies en la escuela y en los trabajos. Los evaden, porque “hablan mucho con demasiado”, otra frase de la época. Yo he analizado el fenómeno y al final me luce que la gente intensa es aquella que no ha encontrado aún la vía para disimular lo que siente. Que todavía no ha aprendido a fingir desinterés cuando algo le encanta; o a guardar silencio pese a morirse de ganas por decir algo. Los intensos tienen que aprender a fingir, a mentir y, sobre todo, a guardar silencio y guardar las formas. Esto último traerá la paz a todos los que le rodean, quienes no se sentirán amenazados, confundidos, por su afectuosidad excesiva, atención desmedida y cariño sobrepasado que contradicen la norma general de respetar tanto el espacio del otro que, al final, ni nos importa. A los intensos les dolemos, y se esfuerzan por demostrarlo. Un error. Pero ya aprenderán. Nada dura para siempre y menos tal “intensidad”. A fuerza de rechazos y desprecios, ellos también tendrán que adaptarse, callarse y fingir. Con el tiempo, ya aclimatados, aprenderán a alejarse de aquellos ingenuos que aparezcan por ahí y les resulten “demasiado intensos”.

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