Un adiós eterno a Fernando P. Defilló

En menos de dos meses, el infortunio asomó en la plástica dominicana. Tres maestros inigualables, partieron de esta tierra hacia el infinito. El primero, Ángel Hache, que murió librando una batalla inmensa contra la muerte, la cual le venció finalmente en una clínica de Santo Domingo.

José Rincón Mora y Fernando Peña Defilló (Papo para sus allegados) tuvieron un emotivo final al pasar al más allá, cuando la parca, envuelta en un infarto del corazón, encontró a ambos creadores involucrados en dejar para la posteridad el fruto de su arte, obras con las que asombraron al mundo.

Peña Defilló, renovador de la pintura nacional, es un asceta que se refugió desde hace largos años en la naturaleza de la ciudad de la eterna primavera, Jarabacoa. Desde ese paraíso terrenal irradió su arte de impronta identitaria, producto de su propio universo místico, alejado del mundanal ruido, y próximo al Edén o Arcadia, lugar que convirtió en su último refugio este coloso del arte dominicano.

Con ese medio circundante, “Papo” Peña Defilló, rodeado de un bucólico hábitat, de montañas y vegetación tropical, un albergue de poetas y de música celestial, que proviene de sus árboles rumorosos. El sensible artista encontró la paz y el sosiego para producir una obra que exaltaba su espiritualidad, que traducía con dignidad, que también derramaba su interior de ermitaño, que buscó en esos predios cómo ascender con su pintura, en obras paradigmáticas en la serie “Diálogo Insular”.

Retrospectiva de sus obras Dejó para la posteridad un museo que lleva su nombre, un legado para la presente y futuras generaciones. Ubicado en la Zona Colonial de Santo Domingo, en su casa materna y compuesta por alrededor de 250 obras de diferentes períodos de su vida, bajo el título “Obras de Hoy”. En el 2015 la 28 Bienal Nacional de Artes Visuales, celebrada en el Museo de Arte Moderno, expuso una retrospectiva de sus obras. Fernando Peña Defilló: “Diálogo Insular”, muestra que incluyó entre otras obras.