REALIDAD Y FANTASÍA

Tormenta

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María Cristina De CaríasSanto Domingo

La tormenta se desató en la madrugada, una serie de rayos, alumbraron el cielo, en tanto la lluvia azotaba la ciudad. El viento acompañó el concierto celeste, aullando y meciendo árboles y arbustos. Los truenos se sucedieron implacables. Me desperté asustada, sintiendo que la tormenta se había trasladado a mi dormitorio. Tengo una puerta corrediza de vidrio que comunica mi cuarto con el patio ajardinado que normalmente hace mis delicias. Pero esa noche la puerta se convirtió en la entrada de una verdadera pesadilla.

Emma se levantó alarmada y ni corta ni perezosa, salió en medio del aguacero hasta alcanzar la puerta de la cocina, para penetrar en medio de ‘jipíos’, llamándome angustiada.

Me levanté al oír la conmoción para encontrarme a mi factótum con el camisón empapado y los ojos que se le salían de las orbitas. Después de proporcionarle una toalla y el camisón más grande que tengo, mi cocinera manifestó que no se movería de mi lado en tanto durara esta súper tormenta, la peor que había presenciado en su vida.

Me senté con ella en la salita y cada vez que estallaba un rayo y bramaba un trueno, Emma me abrazaba pidiéndole misericordia al Señor. Por suerte el agua no se coló en la casa, como ha pasado en otras ocasiones, pero el concierto celeste era aterrador. No solo la frecuencia de los rayos y los truenos, sino lo prolongado del fenómeno. Por supuesto que ni mi factótum ni yo, pudimos volver a conciliar el sueño. Amanecimos sentadas una al lado de la otra, con el alma en la boca., colamos un cafecito y nos dispusimos a enfrentar el día...

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