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LEGADO DE LA HUMANIDAD

Monumentos de los dominicos

María Teresa de Catrain: "Si hoy existen aborígenes en Centroamérica y Sudamérica se debe al sacrificio de nuestros taínos denunciados por los dominicos, porque hizo reflexionar a los españoles sobre el tipo de conquista”.

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Mayra Pérez CastilloSanto Domingo

En una choza con un terreno dedicado al conuco y la cría de animales, propiedad del vecino Pedro Lumbrera, “piadoso y limosnero”, se hospeda la Orden Dominica, el mismo espacio que hoy aloja la Quinta Dominica y el Convento de los Dominicos. Los frailes traen consigo las ordenanzas monacales dictadas por el Cardenal Tomás de Vio Cayetano: “No acompañar a los militares conquistadores; no mezclarse con traficantes de esclavos; no herir con la voz como los capataces y no vivir con el explotador”; esto junto a uno de sus principios doctrinales: “Ir a un lugar y descubrir la verdad para proclamarla”.

Sentada en el patio de la Quinta Dominica, es María Teresa de Catrain, directora ejecutiva del monumento, quien detalla los acontecimientos aquí ocurridos.

El “buen vecino” ayudó a los miembros de la orden a construir la primera celda monacal, en 1511, con piso de tierra y techo de cana. Inmediatamente se inicia la construcción conventual, la cual, según Fray Pedro de Córdoba, prior de la Orden, hizo traer 12,500 ladrillos, cita De Catrain. Amplía que según Walter Palm es a partir de 1517 cuando el convento es habitable. La edificación de la Quinta Dominica es una evidencia de la buena voluntad de los feligreses de aquella época pues fueron ellos quienes ofrendaron los materiales con los que se construyó. De ahí cobra coherencia la pobreza arquitectónica del lugar.

Desde este lugar se dirige la construcción de la iglesia y el convento, que a su vez, da como fruto una orden terciaria: La iglesia para el pueblo y Regina Angelorum, con las monjas dominicas. Las decisiones que se tomaron impactaron mucho más allá que el ambiente físico, pues transformaron el destino de toda una raza, explica.

Sermón de Montesino Para 1510 la comunidad dominica llega a la Hispaniola, en un grupo encabezado por el sacerdote Pedro de Córdoba y entre quienes estaba Fray Antón de Montesino, narra la historiadora.

El abuso de los conquistadores hacia los taínos era la realidad que imperaba, durante un año analizan esta situación, y preparan en conjunto un discurso pronunciado por Montesino que en la actualidad, 800 años después, se conoce como “El sermón de Montesino”. Una amonestación hecha frente al virrey y su familia y la nobleza, en pro de los indígenas (dueños de la tierra) y en contra de los opresores, quienes solicitan que el próximo domingo (el quinto de diciembre), la comunidad se retracte. La orden accede pero, llegado el momento, refuerza con mayor ímpetu su mensaje, explica la también escritora.

El ilustre grupo pierde su gracia a los ojos del virreinato que retrasa la entrega de terrenos y el dinero asignado, además de denunciarlos en España, donde tienen que rendir cuenta de sus acciones en estas tierras.

En este fragmento de la historia, las palabras y acciones de la Orden de los Predicadores abren el primer debate sobre la condición humana, señalando a los taínos como gente que como tal tienen derechos, dando pie al surgimiento de las Leyes de Burgos o Derechos de Gentes.

ARTE Y MISTERIO DENTRO DEL CONVENTO Hablar del Convento de los Dominicos es hablar de riqueza cultural e histórica. En el lugar convergen una gran variedad de espacios y capillas que atestiguan el paso de hombres de valor. Caminando por el monumento, Kim Sánchez, asesor cultural del Clúster Turístico de Santo Domingo, describe el lugar.

“Los dominicos construyen un complejo muy interesante: el estudio de aulas abiertas, el templo, el convento, la Capilla de la Orden Terciaria, los huertos (Quinta Dominica) y más adelante Regina Angelorum con las monjas dominicas”.

En principio la construcción del monasterio era gótica, pero los temblores de tierra la derrumbaron. Al reconstruirla se prescindió de este estilo e hicieron una bóveda de medio cañón, explica.

“Este convento es un centro de educación, de ideas liberales y de amor al prójimo”, dice.

Una de las primeras capillas que se aprecian al entrar perteneció a la tercera Orden y fue donde Eugenio María de Hostos fundó la escuela para la formación de maestros normales (bachillerato), de la que Salomé Ureña fue alumna, quien luego crea el Instituto para Señoritas, explica.

Las capillas son maravillosas, sencillas pero hermosas, califica Sánchez. La de la Virgen de la Altagracia, con ropaje ligeramente diferente, y de un tallado elegante. No obstante, la gran joya del edificio es la Capilla del Rosario, cuya construcción fue responsabilidad de la Confraternidad del Rosario, organización religiosa católica fundada por el sacerdote Alain de la Roche, quien era decano de la cátedra de Teología de París, Francia en el siglo XVI. Este grupo se distinguió por la fuerza de su fe y su idea era utilizar el rosario como un medio que lleva a la meditación para conectarse con Dios.

“Desconozco quiénes conformaban esta confraternidad pero lo palpable de su historia es esta obra, la única capilla que está ornamentada afuera con significado desde lo alto hasta lo bajo”, confiesa.

La descripción que Kim Sánchez comparte sobre la obra de arte es la siguiente: Al centro de la parte superior la Virgen María entrega un rosario a Santo Domingo de Guzmán, quien sostiene una rama con lirios florecidos; a la derecha, con miras desde afuera, Santa Catalina de Siena, patrona del conocimiento, con una pluma (el conocimiento) y una cruz (la fe); a la izquierda, Santa Inés de Montepulciano con una cruz y un cáliz (misticismo), más abajo, en una línea de extremo a extremo, querubines portando diferentes formas del rosario; y en medio, según Walter Palm -cita Sánchez- Francisco de Asís, presente en abundantes obras de los dominicos.

En un segundo renglón de la misma obra se forma un arco, y en su lado derecho está tallado un ángel con una pluma en sus manos y un cuenco con un águila (conocimiento), al extremo izquierdo del arco el ángel tiene una cruz y un cáliz. Debajo, a la derecha, Santo Tomás de Aquino, que es la cumbre máxima en cuanto a teología de la Iglesia Católica y del otro lado (a la izquierda) Pietro de Alighieri, místico italiano. Les siguen en el mismo orden San Pedro y San Pablo. Y finalmente, de ambos lados, dos filamones o seres mitológicos terroríficos, cuya misión es impedir que espíritus impuros entren a la capilla.

“Hay un equilibrio entre religión y misticismo en esta obra, el espíritu y el conocimiento”, resalta.

((Bóveda Una creación artística única en el mundo Al entrar la creación continúa embelesando a quienes se asoman. Un espacio en forma de concha, que es una referencia a San Santiago; al fondo la Virgen del Rosario en un altar llamativo e interesante al criterio de este asesor cultural.

Mirando hacia el techo la capilla tiene un tesoro único en el mundo. Una obra tallada cuyos símbolos los explica Kim Sánchez. En sus cuatro extremos: Marte, el dios de la guerra; Zeus, dios del trueno; Apolo, dios del Sol y Saturno, dios de la fertilidad. Ellos representan las cuatro estaciones del año y a los cuatro evangelistas, los puntos cardinales y los estados de la vida del hombre: niñez, adolescencia, adultez y ancianidad.

Hacia adentro se encuentran los doce representantes de los signos zodiacales, conjugando a los doce apóstoles y los meses del año. En toda esta creación hay estrella que simbolizan las constelaciones. Finalmente al centro Inti, el dios Sol de los peruanos y que está en la bandera Argentina; tiene 33 rayos, lo que a decir de Sánchez simboliza a “Cristo que es el sol Invictus que nunca ha sido vencido porque él venció a la muerte”. Todos los símbolos hacen alusión de Europa, Oriente y Centroamérica.

“La universalidad que hay aquí nosotros no la entendemos, esto es una especie de libro que leemos pero no llegamos a comprender, por eso mientras tanto, nos quedamos con que está dentro de una iglesia y según Walter Palm es una obra única y excepcional en el arte iberoamericano y de la península, parecido a esto hay una pintura en Salamanca y en Argentina”, culmina.

Apocalipsis. Entre las figuras talladas podrían estar los códigos que anuncien el fin de los tiempos y/o la eternidad.

Dentro de la Bóveda y lleno de admiración Kim Sánchez, explica a la periodista cada detalle que existe en el lugar.

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