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Cotuí: la tierra del papelú, el fundú y el platanú

El municipio cabecera de la provincia Sánchez Ramírez quiere que el público se acerque a conocer su carnaval, uno de los más auténticos de República Dominicana

Cotuisano. Juampa, uno de los personajes más queridos y laureados del carnaval dominicano, eternizado por el lente del fotógrafo ©Mariano Hernández. Juampa elabora trajes de fantasía pero siempre respetando la tradición.

Yaniris LópezCotuí, Sánchez Ramírez

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Es la tierra de Juampa y de Jesús María, de Negrote y del recién fallecido indio Lucas; la tierra del Mediodía y del general Cocotico; de los papeluses, platanuses y funduses. La tierra de personajes, artesanos y carnavaleros que viven de tal forma su fiesta de carnaval que se dedican a ella con entusiasmo y pasión.

Y sí, las comparsas de Cotuí figuran entre las más esperadas del Desfile Nacional de Carnaval y de los carnavales regionales, pero el municipio cabecera de la provincia Sánchez Ramírez quiere que el mundo se acerque a conocer su legado cultural justo donde nace y se reinventa cada año, en una celebración que tiene lugar cada domingo de febrero y, de manera especial, el día 27 de este mes, en las calles del pueblo.

Cotuí se abre a los visitantes para que el público conozca y disfrute, como dice la investigadora y primera directora Nacional del Folklore, Xiomarita Pérez, uno de los carnavales más viejos y auténticos de República Dominicana, de esos “que se han transformado por necesidad pero que siguen fieles a su esencia, a su identidad”.

De la historia, transformación y auge del carnaval de Cotuí comparten con LISTÍN DIARIO el historiador cotuisano Francisco Rincón, artesanos careteros, investigadores, veteranos carnavaleros y jóvenes que, por amor a la cultura de su pueblo, se han comprometido a mantener viva la tradición.

Una historia. Varias etapas De orígenes africanos y españoles, el carnaval popular de Cotuí ha pasado por varias etapas. Incluso fue prohibido.

Las historias que hablan del origen de sus personajes principales se entremezclan y dan lugar a malentendidos que hoy se corrigen, dice el cotuisano Francisco Rincón, historiador, investigador y abogado, autor de “La mejorada Villa del Cotuy” y otros libros.

Hay quienes insinúan, por ejemplo, que el primer carnaval de Cotuí era de casino, y que se celebraba en el casino Juan Sánchez Ramírez, del que ahora solo existe la infraestructura. Rincón asegura que se han dado muchas versiones tergiversadas al respecto.

“Del casino no es que surge el carnaval. Esos clubes sociales existían en todas partes de República Dominicana, en casi todas las provincias importantes. Y Cotuí tenía su casino, fundado en el año 1893. Este, si no es la primera sociedad que se fundó en República Dominicana, es una de las primeras. Desde mucho antes de los tiempos de Trujillo existía un carnaval popular en Cotuí”.

De las máscaras a las comparsas El llamado carnaval de casino en Cotuí comenzó en la década del 50 y se podría dividir en dos partes, explica Rincón, siendo el casino Juan Sánchez Ramírez el único lugar donde se celebraban bailes de máscaras hasta finales del pasado siglo.

Esos bailes tenían influencia de las fiestas de máscaras anglosajonas y carecían de comparsas. Casi todas las personas que participaban lo hacían de manera individual.

“En los 70 inicia una nueva etapa. Surge otra generación y llega la época de las comparsas, aunque los individuales se hacían sentir. Se disfrazaban de árabes, de princesas, de cualquier cosa, pero nunca con personajes del carnaval popular cotuisano. Si te dicen que ahí nació el carnaval popular es mentira”. Al decaer el casino, los bares y las discotecas asumieron esas actividades carnavalescas y las coreografías organizadas, destacándose el grupo de Ramona Viloria (Ramona Cunca), “La vieja guacherna”.

Ese carnaval, dice a su vez Ramona Cunca al LISTÍN, era dirigido.

“En los 70 y 80, eran los centros sociales, los bares y restaurantes (y antes el casino) quienes trazaban las pautas de qué nos íbamos a disfrazar. No se salía a las calles. Bailábamos en esos centros y nos presentábamos ahí. El que quería ver tenía que aprovechar y vernos cuando entrábamos”, comenta. En los 90, esas comparsas salieron de las discotecas y se unieron a los grupos del carnaval popular, señala Francisco Rincón, quien, además de historiador, es uno de sus propulsores.

¿Qué pasaba con el carnaval popular mientras el casino y los bares realizaban sus bailes de disfraces?

Del carnaval popular Una duda recurrente entre los admiradores y estudiosos del carnaval de Cotuí es cuál personaje surgió primero, si el papelú o el platanú. Rincón lo explica.

“Recuerdo que en 1953 (yo nací en el 50), vivíamos a una esquina del parque y mi papá me llevó al carnaval un 27 de febrero o un Día de Ceniza, que era cuando se disfrazaban en aquella época. Con casi cuatro años vi con asombro que todo el mundo estaba disfrazado, que había muy pocos civiles. Estaban disfrazados de papel periódico. Eso quiere decir que desde mucho antes de 1953 los cotuisanos se disfrazaban de papel periódico”.

Sin embargo, es posible que el platanú haya servido de base al papelú, sostiene el impulsor del carnaval en el municipio.

“Me he dedicado a investigar a fondo este tema. La mamá de mi esposa me dijo que su abuelo, el bisabuelo de mi esposa, a quien apodaban Champán, se disfrazaba con hojas de plátano y se ponía una careta de higüero con un panal de comején. Eso ocurrió en el siglo antepasado, entre los años 1880 y 1890 del siglo XIX. Eso quiere decir que es posible que ese haya sido el personaje más antiguo de la provincia”.

Ahora, dice Rincón, el más importante es el papelú o papelús, porque “es el que nos identifica culturalmente como provincia”.

Los diablos murciélagos En la década de 1970, sigue el investigador, los civiles solían arrancar el papel a los diablos, los encueraban. Y la gente ya no se quería vestir de papelú.

“Ahí fue que llegaron los diablos murciélagos. Duramos una década entera con los diablos murciélagos, cuyas caretas las hacía un personaje llamado Ramón Otáñez alias Pateca, que vivía en Pueblo Nuevo”.

Pateca fue también pionero en la confección de las caretas con forma de animales que identifican a Cotuí, entre ellas caretas con trompas de cerdo, pico de cotorra y cresta de gallo.

En este trabajo lo ayudaba otro personaje emblemático de Cotuí: el carnavalero y artesano Juan Francisco Estévez (Jesús María).

“Hay muchas historias jocosas y bonitas sobre ese carnaval de los años 60”, dice Rincón. Rafael Jerez (Rubio), abogado y caretero de Cotuí, expresa que ese diablo murciélago es el que recuerda de niño.

“Era un diablo cojuelo con un ala de arriba hasta abajo. La tela venía desde los tobillos hasta el cuello. De jovencito nunca vi un platanú. Comencé a verlos en los 80. Lo que veía era el diablo cojuelo alado. Al traje se le ponían muchos espejos y cintas. Negrote, que está vivo, hacía los trajes; y las caretas las hacía el difunto Pateca”, cuenta Rubio.

Del olvido al reconocimiento En el año 1974, las autoridades de Cotuí prohibieron el carnaval popular.

¿Por qué? Los macaraos usaban vejigas de tubo de vehículos de motor que causaban muchas heridas al público cuando golpeaban, relata Rincón.

“En el carnaval de ese año cogieron a un grupo de macaraos y los llevaron al Juzgado de Paz, que estaba frente al parque, y se prohibió el carnaval. No pudimos disfrazarnos por unos 10 años”.

Los muchachos salían con vejigas de medias a darles a las muchachitas, pero no era lo mismo, comenta. Y llegó 1983, una fecha muy importante en la historia cotuisana.

La entonces Secretaría de Turismo y el Ayuntamiento del Distrito Nacional organizaron el primer Desfile Nacional de Carnaval para que los pueblos de provincias se presentaran en Santo Domingo y que en la capital se les conociera.

La presidenta del comité organizador, doña Milagros Ortiz Bosch, se comunicó gracias a la mediación de un amigo con Francisco Rincón y le pidió que llevara a los papeluses al desfile.

Rincón respondió que sí, que no había problemas, que se los llevaría. Pero sí había un problema. “La nueva generación de jóvenes no sabía lo que eran los papeluses de Cotuí ni las caretas de Pateca. Y muchos de los que hoy organizan el carnaval de Cotuí hoy fueron los primeros en burlarse de nosotros”, apunta.

Agrega que hizo artículos de fondo en los periódicos locales explicando la importancia del carnaval de Cotuí y a partir de ahí cambió un poco la percepción.

“Para ese desfile nacional nos decían que íbamos a pasar vergüenza. Y lo que pasó fue que arrasamos con todo y ganamos el desfile. Les ganamos a los que ellos decían que nunca les íbamos a ganar: a los diablos de La Vega, de Santiago y de Bonao. Hice todo lo posible por llevar jóvenes robustos y altos, porque el papelú, mientras más alta es la persona más bonito y elegante se ve. Me llevé más 50 muchachos y los ligué un poco con la celebración de la Cofradía del Espíritu Santo”.

A partir de esta fecha el carnaval del municipio no paró de recibir premios y reconocimientos.

“Se revivió el carnaval. Los muchachos vieron que el carnaval de Cotuí era importante y comenzaron nuevamente a hacer sus caretas y disfraces, incluyendo el platanú. Seguimos participando y ganando en el desfile nacional y en 2005, cuando celebramos los 500 años de la fundación de Cotuí, ganamos el premio nacional del carnaval”.

En un artículo publicado en el desaparecido Última Hora, Rincón dice que escribió: “Montecristi tiene sus toros, Cabral de Barahona sus cachúas, Santiago sus lechones, La Vega sus diablos cojuelos y Cotuí tiene sus papeluses”.

Y hay más historias. En 1988, durante una huelga de 10 días que coincidió con la época de carnaval –los ciudadanos le reclamaban algo a la Rosario Dominicana-, todos pensaron que no habría fiesta en Cotuí. “Los medios de comunicación vinieron a cubrir la huelga y lo que cubrieron fue el carnaval. Los muchachos salieron a la calle. Eso salió en todos los periódicos. El carnaval popular del pueblo no lo para nadie: ni ciclón, ni tormenta ni nada, mucho menos una huelga. Decían que Cotuí estaba en huelga pero el parque estaba lleno de papeluses”.

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