PINTOR ESPAÑOL
Adrián Torres trae su explosión de colores a RD
“Es una satisfacción ver cómo puedes ayudar a los demás a través del arte, cómo puedes mejorar sus vidas un poquito”, dice el artista.
Al pintor español Adrián Torres la sensibilidad le brota en forma de colores. El joven artista piensa que todas las personas llevan una energía dentro que hay que sacar fuera y él, dice, la saca pintando.
Hace 10 años 'decidió’ ser pintor. Había estudiado Bellas Artes en España y todos se aseguraron de decirle que esa carrera no valía nada, que nunca iba a conseguir trabajo, que era un flojo que no quería trabajar por escogerla.
“Todo el mundo hace esta carrera para estudiar algo más después, pero a mí era lo me gustaba. Claro, luego llegó ese vacío de qué hago con mi vida y efectivamente no había ninguna oferta de trabajo que dijera 'se necesita licenciado en Bellas Artes’. Tampoco en mi carrera te enseñan cómo visitar una galería, cómo presentarte, qué hacer con tu portafolio”.
La decisión de pintar la tomó mientras visitaba a un tío en Texas. Allí conoció a un pintor que le acogió en su estudio, un mentor que le hizo ver que sí se podía vivir de la pintura. Y llegaron las primeras exposiciones, los primeros encargos, la perfección de la técnica...
Su sello es el color, mucho color. Naturaleza, abstracción y rostros llenos de color. Sus retratos en primer plano de personajes famosos son muy elogiados y demandados. Sus trazos y pinceladas fuertes iluminan cualquier espacio y hacen referencia a un autor cargado de buena vibra. Una buena y colorida vibra que Adrián lleva por el mundo bajo el nombre 'Riding Colors’.
Voluntariado Adrián comenta que siempre quiso hacer voluntariado, colaborar con organizaciones, pero no había encontrado dónde ni cómo.
En 2013, tras programar viajes a Tailandia y otros países de Asia, encontró la oportunidad en un proyecto de la Fundación Vicente Ferré en la India. Con ellos había colaborado en España, donándoles cuadros para subastas.
“Aproveché que iba a estar por la zona y le pregunté a un amigo si había la posibilidad de hacer algo. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, pero si se trababa de algo relacionado con el arte, mejor para mí”.
No había muchos voluntarios de este tipo, recuerda Adrián. Como en el centro de la India se utilizan los murales para concienciar en temas de interés social a la población más pobre y analfabeta, su primera encomienda fue darle vida a la fachada de una tienda donde trabajaban mujeres artesanas.
Una amiga lo llevó luego a un centro de parálisis cerebral y ahí ocurrió algo especial, porque, dice Adrián, le impactó sobremanera ver las condiciones en que estaban los niños.
“El lugar estaba sucio, viejo. Desde que entré me dije 'eso es lo quiero pintar’. Es algo que te da mucha impresión y ahí fue cuando me surgió el chip en la cabeza de que puedo utilizar el arte para mejorar el entorno de los niños”.
Y de qué forma. Rebosó de rojo las paredes; les pintó un tigre para la buena suerte y puso colores en el suelo para que los pequeños pudieran tocarlos. Ahí supo lo que quería hacer. Pensaba quedarse por tres meses y se quedó casi un año. Buscaba patrocinadores y proyectos para trabajar y siguió viajando.
Un proyecto para llevar alegría y color Adrián había encontrado en dar vida a los muros (mientras más feos y sucios, mejor) una forma de ayudar y servir a los demás. Comenta que hizo un gran trabajo en Camboya, con chicos que ya sabían pintar: les enseñó su técnica, el uso de la espátula y de los colores; inauguraron una galería que ya funcionaba y los chicos expusieron los trabajos. Les ha ido tan bien, afirma, que han viajado por diferentes países mostrando su arte.
Allí, en Camboya, nació también el nombre de su proyecto personal, ‘Riding Colors’, mientras estaba de voluntario en Sihanoukville, una zona de playa.
“Iba mucho y veía unos vendedores de globos que iban en bici y recorrían toda la playa. Había días en los que la playa y el cielo estaban grises y me gustaba el contraste que hacían los globos llenos de colores. Era una nube de globos enorme enganchada en la bici. Tipo Up (la película).
Entonces pensé que eso era lo que yo quería hacer, llevar alegría y color por los sitios, como los vendedores de globos de Camboya. Riding se usa para las bicis también”. Siguieron visitas a Tailandia, Malasia y Filipinas y Adrián se iba adaptando a los sitios que visitaba.
“Murales muy grandes nunca había pintado. Fue algo nuevo para mí también. Me gusta pintar con los chicos porque eso les cambia la energía por completo”. A veces, apunta, cuando están muy aburridos y con poco que hacer (hay orfanatos donde los chicos no salen casi nunca), él aprovecha para enseñarles a pintar.
“Hacemos actividades para que la pasen bien, para que se expresen, porque muchos han vivido historias muy tristes. Esas historias las tendrán siempre, pero el arte los ayuda a expresarse. En ocasiones llego a los sitios y digo ¿me quieren ayudar? Y nadie me contesta, nadie me mira. Me pongo a pintar y al ratito viene uno, luego otro, y así, hasta formar un buen grupo”.
En La Romana En 2015, Adrián Torres quería hacer algo en Latinoamérica.
Durante un vuelo a Dallas, Estados Unidos, vio una revista en la que el cantante Marc Anthony hablaba del orfanato que junto al empresario Henry Cárdenas había construido en La Romana, y quiso que República Dominicana y ese lugar fueran su primera parada. Durante diciembre de 2015 y enero de 2016, Adrián compartió con los niños y adolescentes del orfanato Niños de Cristo.
Dado que estaban obsesionados con el fútbol, el mural principal fueron dos gigantescas figuras de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo en la pared del comedor. En los dormitorios pintaron peces, aves y dos murales con interpretaciones de la obra de Miró y Matisse. En el patio, abarrotaron con tonos vivos una parte del muro ubicado frente a la entrada principal. Todos, chicos y personal del centro, plasmaron sus manos allí, incluyendo a los cantantes Marc Anthony y Juan Luis Guerra.
Y entre mural y mural, los chicos, que ya contaban con un espacio para el arte en el orfanato, crearon con la ayuda de Adrián sus propios cuadros, afianzaron conocimientos artísticos y vivieron una experiencia que, a juzgar por los escuetos pero sinceros monosílabos y pocas palabras que compartieron con LISTÍN DIARO, nunca olvidarán.
“Fue muy significativo para ellos. Disfrutaron mucho todo el proceso y muchos demostraron que tienen talento para la pintura”, comenta Corinne de Bailliencourt, directora del hogar para varones del orfanato Niños de Cristo.
Perfil Adrián Torres (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1982) se sostiene con la venta de sus cuadros. ‘Riding Colors’ es un proyecto personal que realiza de manera voluntaria y con mucho cariño.
“Es una satisfacción ver cómo puedes ayudar a los demás a través del arte, cómo puedes mejorar sus vidas un poquito, hacer que niños con problemas se expresen libremente y se diviertan, ver cómo gente que no tiene nada se sienta valorada y orgullosa y aunque sea por unos momentos se olvidan de sus problemas”, ha expresado. Para hacerlo, solo les pide a las organizaciones que lo solicitan un lugar donde quedarse y los materiales para trabajar. Entre sus planes para este año está llevar sus colores a Haití.
Si desea contactarlo y colaborar con Riding Colors, lo consiguen en info@adriantorresart.com, @adriantorres_art (Instagram) y en www.adriantorresart.com/.