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Flora dominicana: más de 1,300 especies con algún grado de amenaza

Flora amenazada. Las instituciones que participan en los programas de protección de las especies en peligro de extinción dieron la voz de alarma durante un taller realizado a finales de octubre. ©Yaniris López

La cantidad de especies nativas y endémicas de República Dominicana que están bajo algún grado de amenaza es mucho más alta de la registrada oficialmente.

En 2011, de las aproximadamente 6,000 especies de plantas vasculares reportadas en el país, el Ministerio de Medio Ambiente incluyó 547 en la Lista Roja de especies en peligro de extinción, amenazadas o protegidas.

Pero este número se quedó corto, explica a LISTÍN DIARIO el director del Jardín Botánico Nacional (JBN), Ricardo García.

“Esa lista que nosotros habíamos ayudado a elaborar es muy preliminar. En una última evaluación, realizada con los criterios de la Ordenanza ICM, hemos encontrado que más de 1,300 especies tienen algún grado de amenaza y, de esas, más de 600 se encuentran en estado de peligro crítico”.

Estas cifras fueron confirmadas y analizadas por representantes de las instituciones involucradas en los programas de conservación de la biodiversidad local, durante un taller realizado a finales de octubre en el JBN.

“En los últimos cinco años hemos estado evaluando la flora nativa y endémica de las especies en peligro, con el apoyo de Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (Mescyts). En esta reunión quedamos muy preocupados porque la cantidad de especies bajo algún grado de amenaza es muchísimo más alta de lo que nosotros pensábamos”, dice García.

¿Consecuencias? Probablemente en un período de 10 años, si no se toman medidas, las de estado muy crítico podrían desaparecer producto de la destrucción de los ambientes, de la expansión urbana, de la agricultura, la extracción para comercializarlas y algunas por efectos del cambio climático, sostiene el biólogo botánico.

Entre las especies más amenazadas están las palmas. De las 26 especies entre nativas y endémicas que crecen en el territorio, muchas han desaparecido por la destrucción de sus hábitats o porque sus poblaciones nunca fueron abundantes, dice García.

“Hay un elemento adicional y es la extracción de las poblaciones silvestres para comercializarlas. Esto lo hace personas que se dedican a la jardinería. Si un cliente les dice que quiere un yarey (Copernicia baileyana), se van a Azua o a Santiago Rodríguez, donde aparecen, y les pagan a los campesinos para que las busquen, y estos campesinos, que no tienen conocimiento del daño que están haciendo, las sacan”.

Lo peor de esta acción, agrega García, es que la mayoría de los individuos muere por mal manejo y porque el comerciante no se encargó de su propagación.

“Eso está pasando incluso con la palma real, que es una de las más abundantes y con todo tiene cierto grado de amenaza. La gente que trabaja jardinería se compromete en el contrato a reponer esas plantas que se mueren, ¿y qué hacen? Vuelven a buscar más. Como el compromiso con el cliente a veces es de un año, a partir de ahí viene otro mal manejo y otra mortandad”.

Otro grupo que preocupa a los botánicos es el de las orquídeas, debido también a la destrucción de su hábitat. Dado que la mayoría de las orquídeas crece en lo alto de los árboles de bosques maduros, al cortarse los árboles o destruirse el bosque las orquídeas desaparecen, porque no logran reproducirse en el suelo.

“De ahí el problema de que muchas de ellas son exclusivas de un área determinada, o su área de distribución es muy limitada”.

¿Y ahora? Nueva lista Los resultados del taller celebrado en el JBN servirán para ampliar la Lista Roja nacional de especies en peligro de extinción. “Esta nueva lista será una herramienta para que, sobre todo el Ministerio de Medio Ambiente, elabore los planes de manejo en las áreas protegidas donde están esas especies y proteger las que están fuera de estas zonas aplicando la ley 64-00 y los convenios internacionales que tenemos y que incluyen algunas de esas especies”, opina García.

Además del JBN y Medio Ambiente, en este proyecto de conservación participan el Museo de Historia Natural, el Zoológico Nacional, Plan Sierra, la Sociedad Ecológica del Cibao, el Consejo Nacional de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (Coniaf), la Sociedad Ecológica de Mao, la Universidad Autónoma de Santo Domingo y el Grupo Jaragua.

“Es una participación amplia de instituciones que tienen que ver con el tema ambiental y la protección y manejo de la diversidad biológica, tanto plantas como animales”, afirma García. Ahora que, gracias a la evaluación en el campo se sabe cuántos individuos quedan y dónde están, el JBN se ha encargado de recolectar semillas o esquejes y traerlas al banco de semillas y al vivero de la institución para aumentar la colección nacional de plantas vivas de especies raras.

“Las que se puedan, porque las que son de zonas altas y ambientes especiales no es posible tenerlas aquí, pero podemos colaborar con instituciones que trabajan en esas zonas (Constanza y Bahoruco, por ejemplo) y facilitarles la información y las semillas que podamos”.

Ecología de las plantas El JBN recomienda a los paisajistas, viveristas y jardineros que se dedican a la comercialización de plantas que conozcan las especies que están en algún grado de amenaza y se orienten sobre su manejo eficiente. En esta tarea, dice Ricardo García, el JBN les puede asesorar, sobre todo en la mejor forma de extraer una planta en su medio silvestre, siempre que tengan los permisos previos de Medio Ambiente.

“Si ellos autorizan, entonces nosotros podemos orientarles de cómo hacer el manejo para que la planta no muera, porque lo lamentable de extraer una planta que está en su ambiente natural, y que está cumpliendo una función y un servicio ambiental importantes, es sacarlo para que se muera. Es una barbaridad”.

El vivero del JBN Ricardo García comenta que en este trabajo de conservación de especies nativas y endémicas juega un papel importante el vivero del JBN, como centro de producción y propagación de plantas y como enlace entre las instituciones que realizan programas de reforestación, educación, defensa y protección de las especies en peligro.

Moisés Montero Gómez, ingeniero agrónomo encargado del vivero, dice al LISTÍN que en el espacio acogen alrededor de 276 especies diferentes entre plantas frutales, forestales, ornamentales y medicinales, especialmente de especies raras.

“Entre todas reunimos unas 38,000 plantas, pero en realidad tenemos capacidad para producir un millón y medio de plantas anualmente”, expresa Montero.

Para los botánicos, las especies raras son aquellas que tienen una distribución restringida, que son escasas y endémicas de un lugar.

“La rosa de Bayahíbe es rara en el sentido de que su distribución está muy restringida. Hoy es ya conocida, pero se considera todavía rara. En el JBN hemos producido unas 5,000 plantitas”, dice García.

El vivero ofrece al público plantas a bajo costo como una forma de obtener recursos para sostener el programa de conservación de plantas nativas y endémicas en peligro.

Santiago. García destaca que en Santiago se está estableciendo una colección de conservación en el campus de la UASD y que el JBN será la fuente principal de suministro de especies que le darán valor al Jardín Botánico de Santiago.

La sede de la Universidad Católica Madre y Maestra, en esta provincia, ya cuenta con una cantidad considerable de especies raras, apunta.

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