Graduados de Tzu Chi triunfadores

Estaban felices esos niños, jóvenes y adultos vestidos con togas y birretes. Marchaban por las calles llevando carteles y pancartas donde proclamaban su felicidad. Iban y venían como si acudieran al recinto donde estudian a recibir un título universitario. Para ellos, en ese momento, el diploma escolar significaba algo mayor a la licencia para ejercer una profesión. Porque el nuevo pergamino que instantes después tendrían en sus manos se obtuvo con amor, con el ansia de hacer realidad sus sueños de crecer en una comunidad marginada, olvidada, que poco a poco se ha ido levantando con la ayuda de Fundación Tzu Chi de Taiwán. Marchaban por las calles polvorientas como si se tratara de un desfile en el Lejano Oeste. Una banda de música de la comunidad se adelantaba a la marcha que llevaba al frente las banderas de República Dominicana y la Fundación creada por la maestra Chen Yen. Entraron con esmerada disciplina al recinto. La fila se dirigió directamente al patio escolar donde se alineó convenientemente. Se cantaron el Himno Nacional y canciones de la Fundación, cuyos temas invocaban el amor entre las personas, la convivencia en paz y el respeto al medio ambiente. Con palabras afectivas, aplausos, reconocimientos y entrega de diplomas concluyó el acto formal. Pero no todo quedó ahí. Después de las fotos e intercambio de felicitaciones, los graduados recibieron presentes y congratulaciones de la maestra Chen Yen por boca de la señora Debbie Chen, responsable de la Fundación para América, quien presidió una delegación de invitados internacionales residentes en distintas ciudades de Estados Unidos. Ellos vienen todos los años al país. A La Romana; a Santo Domingo. Imparten seminarios y encuentros. Traen el mensaje de la maestra taiwanesa y acompañan también a los médicos orientales que realizan operativos médicos en la comunidad junto a sus homólogos dominicanos. Como sabios al fin hablan poco, pero, cuando lo hacen, transmiten ese sentimiento de grandeza de la filosofía budista que tanta falta hace en un mundo inundado también por la violencia verbal, el racismo y sus secuelas. Graduaciones Cada año, la Fundación Tzu Chi prepara un acto de fin de curso con una gran actividad comunitaria para estimular a los niños, jóvenes y adultos que estudian en su escuela. El presupuesto para esas actividades sale de los propios bolsillos de los voluntarios, así como los pasajes y hospedaje de los invitados internacionales, pues la Fundación se autofinancia. Esa filosofía de la independencia económica y de la necesidad de elevar el nivel de educación es la que ha impregnado Tzu Chi a los estudiantes de su escuela en la comunidad de Villa Hermosa, en La Romana. Allí llegó un grupo de voluntarios dominicanos tras el paso del huracán Georges. Al descubrir las condiciones de vida, la ausencia de escuelas y hospitales se puso en conocimiento de la maestra Chen Chen, quien moti- vó un estudio de terreno con el propósito de reunir elementos para construir de inmediato un centro escolar. En el año 2000 (y con los propios recursos de la Fundación) se inauguró la Escuela Tzu Chi que hasta el momento ha graduado a cientos de jóvenes bachilleres, y que además de la educación Básica, emprende la de adultos a través de un liceo nocturno que funciona en la propia escuela y que también ha servido de centro de alfabetización. Ha sido una labor incansable que también ha aportado que algunos profesores y vecinos de la comunidad hoy sean también voluntarios. LOGROS Y PROBLEMAS CON TANDA EXTENDIDA En la promoción de 2014 recibieron la constancia de haber cursado satisfactoriamente el finalizado curso académico un total de 140 estudiantes pertenecientes a las tres tandas con que cuenta la escuela. Su matrícula hasta el pasado año fue de mil ochocientos alumnos, distribuidos en los niveles. A partir del presente curso escolar, y producto de la aplicación de la tanda extendida, la matrícula ha disminuido al tener capacidad para impartir docencia vespertina.