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SOCIEDAD

Un futuro incierto

La educación, el sexo y la zona de residencia influyen en la posibilidad de un joven de encontrar empleo

El desempleo se ensaña contra los jóvenes. En el país esta problemática afecta a cerca del 30 por ciento de los dominicanos entre 15 y 29 años que buscan empleo activamente o que están disponibles para trabajar, informa el economista e investigador Fabricio Gómez Mazara, autor del libro “Relación entre juventud y empleo en República Dominicana” (Intec, 2014). Factores como el nivel educativo, el sexo, la zona de residencia y la posición dentro del hogar influyen en las posibilidades que tiene un joven de insertarse en el ámbito laboral, un paso fundamental para su transición hacia la vida adulta. Los que provienen de un entorno familiar caracterizado por las precariedades y los que desertan de la escuela llevan las de perder, pues poseen habilidades y competencias limitadas, pero incluso aquellos con grado universitario forman parte de la estadística. Aunque el nivel educativo eleva las posibilidades de encontrar un empleo, e incluso disminuye el tiempo de búsqueda, la preferencia del sector empresarial por contratar a profesionales que cuenten con experiencia laboral previa frustra a muchos jóvenes recién salidos de las aulas universitarias. “En las crisis -señala Gómez Mazara- los jóvenes son los más perjudicados”. ¿Por qué? Porque las empresas disminuyen la contratación de personal, una medida que afecta a quienes buscan trabajo por primera vez y, si la situación se agrava, optan por reducir su fuerza de trabajo. En los recortes los primeros en irse son aquellos con menos tiempo en la organización: los más jóvenes. La investigación “Relación entre juventud y empleo en República Dominicana” se hizo en base a una revisión de datos de la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo de 2011.

((EscolloTrabajos precariosEl ingreso al mercado laboral resulta de la acumulación de conocimiento y experiencia. Si esa acumulación es buena, el joven tendrá mayores oportunidades de incorporarse al mercado de trabajo. Por el contrario, si esa acumulación es lenta o se interrumpió, como cuando se deserta de la escuela en la infancia o la adolescencia, el joven ingresará al mercado laboral por medio de trabajos más precarios y en peores condiciones. Ese, dice el sociólogo Ramón Tejada Holguín, es otro de los problemas que enfrenta la juventud dominicana. “No es solo el desempleo, hay que incluir en la reflexión los trabajos precarios, o sea, esos en los que tienen que invertir gran cantidad de horas y reciben poca remuneración. En ese sentido, anotemos que la mayoría de la juventud se incorpora al trabajo a través de la informalidad y actividades poco remuneradas”, expresa Tejada Holguín. Los trabajos precarios y el alto nivel de desempleo entre los jóvenes, advierte el sociólogo, tienen consecuencias que van más allá de lo económico. Busco empleo¿Qué consecuencias podrían derivarse de una tasa de desempleo juvenil tan elevada como la que se reporta en el país? Para el economista Fabricio Gómez Mazara, autor de “Relación entre juventud y empleo en República Dominicana” (Intec, 2014), la primera y más obvia es la agudización de la espiral de pobreza y marginalidad o exclusión en que vive gran parte de la población. Si la exclusión viene acompañada, como de hecho sucede, de un bombardeo de publicidad que incita al consumo o de metas culturales inalcanzables por vías institucionales, el panorama se torna más complejo. Como afirma el sociólogo Ramón Tejada Holguín, el desempleo juvenil “no es un problema solo económico”. Tiene implicaciones sociales. Algunas muy serias. “Hay quienes al ver cerradas sus posibilidades laborales y de conseguir ingresos por vías legales, se acercan a los paraísos ficticios (dinero, placer y grupo de amigos) que el tráfico y consumo de drogas prometen y otros lanzan su vista allende los mares fruto de la falta de oportunidades”, expresa Tejada Holguín. Este peligro se cierne incluso sobre jóvenes de mayor nivel educativo, quienes, si bien cuentan con un entorno familiar y amigos que les facilitan el acceso al mercado de trabajo, pueden tener expectativas más altas y, por tanto, una mayor frustración al no encontrar empleo o al menos no el que consideran acorde con sus capacidades. En definitiva, el desempleo juvenil afecta tanto al propio joven como a la sociedad en su conjunto. El economista Rolando M. Guzmán, rector del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), recalca este punto. “El principal impacto negativo de una tasa de desocupación alta es lesionar la autoestima de una generación de jóvenes en busca de empleo, y debilitar sus capacidades para desarrollar una vida socialmente plena”, explica Guzmán. La sociedad, entretanto, queda privada de mucho talento que no tendría forma de incorporarse a la vida productiva, o que tardaría en hacerlo. Guzmán señala que el empleo, asalariado o por iniciativa propia, no es solo una fuente de generación de ingresos, sino también un importante mecanismo de incorporación a la estructura social. Vehículo de inserción socialEl libro “Relación entre juventud y empleo en República Dominicana”, basado en un estudio hecho el año pasado, cita varias de las funciones que cumple el trabajo para la población juvenil. Dice, por ejemplo, que el empleo ayuda al joven a hacer su transición hacia la vida adulta, le permite desarrollar su independencia económica y sentar las bases para formar un hogar propio. El ingreso al mercado de trabajo le otorga, además, reconocimiento social, la oportunidad de establecer contactos y facilita su integración social y su participación en acciones colectivas. Por otro lado, constituye la puerta de entrada al Sistema de Seguridad Social y permite al joven explotar y desarrollar sus habilidades y talentos. No hay que olvidar tampoco que para muchos jóvenes el empleo resulta necesario para poder costear y completar su educación. En resumen, según Tejada Holguín, el trabajo impacta la cohesión social y la construcción de una sociedad democrática: “Un empleo en el sector formal de la economía impacta en lo económico porque permite que la juventud consiga ingresos; en la productividad del trabajo porque, a mayor seguridad laboral y social, mayor es el entusiasmo con que se trabaja y la posibilidad de desarrollar todas las potencialidades y capacidades; en lo socio-cultural, porque ayuda a la construcción de identidad de la juventud y a la cohesión social; en lo político, porque favorece el compromiso con el colectivo y da forma a la acción colectiva fortaleciendo los lazos de solidaridad”. Entre la inexperiencia y la falta de competenciasDetrás de la alta tasa de desempleo juvenil se esconden variadas razones. La inexperiencia impide al joven, y de manera especial al graduado de una institución de educación superior, insertarse en el sector formal, ya que, entre los requerimientos de las empresas para contratar personal, se incluye un tiempo de experiencia que varía de dos a cinco años. “Y si no me dan la oportunidad, ¿cómo voy a adquirir la experiencia?”, se quejan muchos. Pero Gómez Mazara recuerda que el mercado de trabajo se alimenta de una mezcla de formación y experiencia. “Cuando tú ves un anuncio de empleo que dice: ‘Se busca joven de 25 años, con buena presencia, formación académica y que tenga experiencia’, lo que te están diciendo es: ‘Yo estoy dispuesto a aceptarte, pero te voy a pagar un salario más bajo porque tú no tienes experiencia’”. En otras ocasiones el problema no radica en la falta de experiencia, sino en el desfase que existe entre la formación que el joven recibe en la universidad y las demandas del mercado laboral. “El producto que sacan las universidades no es el mejor para los empresarios y por eso hay predilección por egresados de ciertas universidades y ciertas carreras porque ellos (los empresarios) tienen garantía de la calidad de ese egresado”, comenta el economista. Por otro lado, los jóvenes carecen de orientación respecto a cuáles sectores de la economía experimentan mayor crecimiento y terminan inclinándose por carreras saturadas o con un campo de ejercicio limitado. Su posibilidad de acceder al empleo también se ve afectada por la deficiencia en los flujos de información: no existe un sistema de información eficaz que ponga en contacto a empleadores y a quienes buscan trabajo. Asimismo, la concentración de las grandes empresas en cuatro o cinco provincias principales limita el acceso al empleo del joven que reside lejos de dichas provincias. Gómez Mazara culpa también a un Código Laboral que, aunque “bueno”, no garantiza la “equidad intergeneracional” al dificultar el ingreso de nuevos trabajadores al sector formal. Entretanto que los jóvenes de sectores desposeídos llevan las de perder como consecuencia de la pobreza de sus familias, su bajo nivel educativo y su escaso desarrollo de competencias. “Los ingresos familiares determinan la posibilidad de invertir tiempo y recursos en la formación de los jóvenes. También, la posibilidad de acceder a redes sociales que proveen datos, información, mecanismos de intermediación y oportunidades laborales”, afirma el economista en su libro. Finalmente, exigencias como tener documentos personales, papel de buena conducta, currículum, habilidades informáticas y “buena presencia” reducen las posibilidades de los jóvenes en condición de vulnerabilidad. A todo esto, el país no cuenta con políticas públicas activas que contribuyan a paliar el problema.

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