DEBATE

Diseño de moda: puesta al día

“El diseño es un valor agregado, que tú puedes utilizarlo para implementar tus ventas y para ganar dinero”, aseguró la diseñadora Jenny Polanco.

Los diseñadores de moda del país enfrentan diversos retos. Dificultades para la industrialización, programas de educación superior que no responden a las necesidades del mercado, ausencia de garantías legales para su desarrollo y de una identidad nacional definida fueron algunos de los planteados por los diseñadores Jenny Polanco, Carlos de Moya, Verónica Lora y Solange Sagredo durante el encuentro “Diseño de moda dominicano: puesta al día”.

Tras una generación que trabajó duro para el reconocimiento de su trabajo, cuando el diseño de moda no existía como carrera en el país, a la nueva camada de diseñadores locales les toca impulsar su trabajo industrialmente, dijo la veterana diseñadora Jenny Polanco, quien lamentó que los programas superiores no preparan al egresado para las necesidades del mercado. 

Verónica Lora, diseñadora y periodista de moda, opinó del mismo modo: “La carrera te prepara para que tú aprendas a coser, aprendas a patronar y hagas un vestido de gala para que la gente se lo ponga para ir a una fiesta, a una boda, a una alfombra roja, pero [...] saber los pasos para introducirte en la industria no estaba contemplado en el pénsum”. 

Según el publicista y diseñador Carlos de Moya, sin embargo, el problema radica en que muchos jóvenes eligen la carrera en busca de fama y reconocimiento, y no porque sientan pasión por este trabajo. 

“Muchos muchachos lo que quieren son los diez minutos de fama: salir al final del desfile, salir en el periódico y que les reconozcan su trabajo”, expresó De Moya. 

A la medida

De Moya señaló que la mayoría de los diseñadores no tienen capacidad de producción porque los insumos son caros. 

“Tú necesitas tener un capital muy grande para tú entrar al mercado a competir”, se quejó. 

Sin posibilidades de introducirse en el gran mercado, la mayoría de los egresados de Diseño de Moda del país salen de las universidades a poner un taller para coser a la medida. 

No obstante, de acuerdo con Polanco, esta vertiente del diseño no es para todo el mundo, pues demanda del modista mucho tiempo, investigación y “casi un trabajo de psicología”. 

“Eso es lo que yo entiendo que es la vestimenta -afirmó-: una herramienta más que tú utilizas para proyectar lo que tú eres; sin embargo, cuando tú haces ese vestido a la medida de la persona, ¿cómo tú sabes cómo es esa persona si no la conoces?”. 

Otros, como la mercadóloga y diseñadora Solange Sagredo, encuentran ventajas en trabajar diseños hechos a la medida: es ideal para quienes gustan de tratar directamente con los clientes y asegura un retorno económico inmediato. 

Situación del diseño

Desde su incursión en el mundo del diseño de moda hace 35 años, Jenny Polanco optó por crear colecciones listas para usar y no por coser a la medida. 

Aunque siempre ha producido industrialmente, sus producciones eran muy pequeñas, reconoció durante el encuentro “Diseño de moda: puesta al día”. 

Su trabajo para “Colección de Moda”, de Jumbo, representó su primera experiencia para un público amplio y “un sueño”. La primera colección se vendió en tres días, y ese éxito le confirmó que el dominicano es solidario con los profesionales de su país y consume el producto local si tiene calidad y, en este caso, un buen diseño. 

Polanco argumentó que, si producir una prenda bonita cuesta casi lo mismo que una fea, la industria textil local debería prestar más atención al diseño. 

“El diseño es un valor agregado, que tú puedes utilizarlo para implementar tus ventas y para ganar dinero”, aseguró. 

El valor agregado del diseño hace que cuando un comprador tenga que elegir entre dos piezas, escoja la más bonita aunque le cueste un poquito más. 

“Al final somos seres humanos y lo que necesitamos es vivir y lo único para lo que trabajamos es para mejorar nuestra calidad de vida, para que este trayecto sea más de disfrute en todo lo que se haga, en todo lo que te pongas, en tu cotidianidad”, reflexionó. 

Verónica Lora se lamentó, en ese mismo sentido, de que muchas fábricas textiles del país no se preocupen por tener en su nómina algún diseñador para llevar al mercado diseños atractivos. 

En otra nota de realismo, Carlos de Moya recordó que, creando una colección informal para Centro Cuesta Nacional (CCN), propuso fabricar camisetas que llevaran en el cuello un corte a láser y tres botones, pero al entrar al proceso de producción, esos dos detalles encarecían tanto el producto que tuvo que obviarlos para que las camisetas pudieran llegar al mercado a un precio competitivo. 

“Muchas veces el diseño se sacrifica, y nosotros tenemos que dejar ese lado de pasión del diseñador”, manifestó. “Hay cosas que lamentablemente pueden ser muy buenas pero no son rentables”. 

Originalidad

En el panel salió a relucir el tema de la originalidad... y la ausencia de esta. 

Solange Sagredo contó que, antes de lanzar su línea de camisetas con ilustraciones de íconos de la cultura criolla, registró dichos íconos para evitar copias. 

Sin embargo, De Moya y Polanco explicaron que cualquier persona puede tomar como base sus ilustraciones, cambiar cierto número de elementos y que, a pesar de haber registrado su trabajo, la creadora original no podría demostrar que se trata de una copia. 

Si bien tanto De Moya como Polanco se mostraron de acuerdo en que un estudiante, como parte de su proceso de formación, copie el trabajo de un gran maestro del diseño -no con fines comerciales, sino para perfeccionar su técnica-, Lora advirtió que se debe tener cuidado para que esa costumbre no se extienda luego al trabajo profesional. 

La diseñadora y periodista especializada en moda criticó que, sólo porque les cambie el color o algún detalle ornamental, un diseñador se atreva a presentar como originales prendas copiadas a modistos internacionales. 

“Ofendes al público”, expresó. 

Mientras, Sagredo llamó a no confundir los conceptos “copia” y “tendencia”. 

Explicó que, para desarrollar sus colecciones, las compañías internacionales se guían por libros de tendencias que marcan los textiles y los colores que se llevarán en cada temporada. 

“No es casualidad -dijo como ejemplo Polanco- que de repente todo el mundo esté trabajando en verde. El que produce la tela ya le llevó todo en verde”. 

El diseñador o la firma que quiera mantener su actualidad no pueden ignorar esas tendencias, prosiguió Sagredo, pues “para sobrevivir tienes que vender” y si no le ofreces a las tiendas un poco de lo que está en boga “no te compran”. 

Competencia internacional

De acuerdo con Polanco, internacionalmente existe un exceso de oferta en el mundo de la moda. Los creativos dominicanos enfrentan, en consecuencia, una fuerte competencia. 

Los cuatro panelistas se mostraron de acuerdo en que, para sobrevivir y aportar al desarrollo del país, los diseñadores necesitan contar con algún tipo de protección del Estado. 

“Así como viene contratado un cantante internacional y le tienen que poner una contraparte dominicana, así mismo cualquier boutique que abra tiene que tener una contraparte dominicana por ley”, sugirió Polanco. 

Lora, entretanto, puso el ejemplo de Colombia, que logró instituir de tal manera la producción local que hoy por hoy el diseñador colombiano vive de su trabajo. “La ley los protege”. 

Sagredo estimó que, en el caso de los talleres y empresas pequeñas, el tiempo de gracia para recuperar las ganancias debería ser mayor porque el diseñador, y en especial el nuevo, se enfrenta a “un monstruo demasiado grande”. 

Semanas de la moda

Lora consideró que la moda no es la rama del diseño que más se ha desarrollado en el país, sino la que más publicidad recibe. A esa exposición han contribuido eventos como Dominicana Moda y República Dominicana Fashion Week. 

El aporte de esos encuentros no se queda ahí. Lora recuerda que ver a los veteranos del diseño local juntos en un mismo evento, como ocurrió en la primera edición de Dominicana Moda, en 2006, fue un acontecimiento importante; pero más impacto tuvo ver, al año siguiente, a una nueva generación presentar su trabajo en pasarela y mostrar “una innovación que no se había visto en casi 20 años”. 

“Antes de eso te encontrabas con vestidos tipo alfombra roja”, argumentó, pero ahora en las semanas de la moda “hay una visión, hay una estética, hay una inyección, y eso lo hizo ese grupito que vino en el 2007”. 

Polanco, quien participó en la primera edición de Dominicana Moda, reconoce este impulso y exposición dado a los nuevos talentos. Fuera de eso, “económicamente no creo que nos aportó mucho” porque las semanas de la moda en el país no cumplen el objetivo que deberían tener. 

Explicó que en todas partes del mundo las semanas de la moda se orientan a la venta al por mayor, mientras que aquí se han convertido en un evento social. 

Diseñadores y blogueros

Ante la inquietud de una de las asistentes, los panelistas analizaron el fenómeno de las blogueras de moda, algunas de las cuales no poseen formación en el área y, sin embargo, tienen a veces más seguidores en las redes sociales que los mismos diseñadores. 

Lora recordó que la apertura de Internet brinda a las blogueras, gratuitamente, una exposición y un alcance mayor al de las revistas de moda. 

Sagredo comentó que la importancia dada a la cantidad de seguidores depende de qué busque el diseñador en términos mercadológicos. 

Dijo que, en su caso, que se dedica básicamente a coser a la medida, tiene un nicho que sabe de dónde viene y cuál es su trayectoria. 

“En este momento -aseveró- no me interesan más clientes que los que tengo”. 

Pero el diseñador que desea crear una marca reconocida debe subirse al tren de las redes sociales y sacarles el mayor partido posible. Esto es especialmente cierto para aquellos cuya marca lleva su nombre. 

“Si las nuevas generaciones no conocen mi trabajo, no voy a vender, y al final de cuentas eso es lo que todos queremos. Tú tienes que tener tus redes sociales”, dijo De Moya, cuya línea de ropa lleva su nombre. 

Identidad

Los diseñadores coinciden en que, en cuanto a moda y textiles, el país no cuenta con una identidad propia; pero, razonó Polanco, “no tiene por qué haberla”. 

Si existe, por ejemplo, una identidad parisina o neoyorkina es porque París y Nueva York tienen muchos años desarrollando su industria. 

Por otro lado -apuntó De Moya- aunque República Dominicana cuenta con suficiente fuente de inspiración, el mercado le pide a los diseñadores aquello que ve en las grandes revistas y en las pasarelas internacionales.

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