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El nunca y siempre

Me puse a pensar en los decretos que les he dicho a muchas personas. Me explico, en esas típicas palabras como “nunca y siempre”, con las que solía formar oraciones y las expresaba sin analizar la fuerza, la importancia e incluso la repercusión que podían tener, ya sea a mi favor o no. He estado analizando que nunca y siempre son declaraciones muy fuertes y permanentes que pueden dejar huellas irreparables, dependiendo del escenario en el que las utilicemos. Por ejemplo: “Nunca te olvidare”, “siempre te amare”, “nunca te perdonare”, “a mí nunca me pasará eso”, son una de las miles que hemos dicho.Son frases que solemos decir en el presente y, sin darnos cuenta, decretamos un futuro del cual no tenemos control. Hablamos del hoy con una leve idea de que podemos controlar en el mañana, olvidando que si hay algo que podemos controlar es lo que tenemos, porque lo que está fuera de nuestras manos, también está fuera de nuestro poder. Es importante cuidar las palabras al comunicarnos; no expresarlas porque se escuchen bonitas, o tal vez porque eso es lo que el receptor quiere escuchar, sino pronunciarlas con responsabilidad y lo más importante porque realmente lo sentimos,. La pregunta es si en verdad estamos dispuestos a cumplir esas declaraciones. Nuestra boca tiene más poder del que pensamos y en ocasiones obviamos que en lo adelante es posible que esos decretos ya sea por orgullo, dignidad o soberbia no se cumplan. La reflexión de este tema es evitar decir nunca o siempre porque lo cierto es que no sabemos que pasara mañana con nuestras vidas, ni con nuestras decisiones. El ser humano es muy cambiante, hoy algo nos puede parecer atractivo y mañana es posible que ni nos interese. Limitémonos a lo que en verdad sentimos y no queramos adivinar o encerrar lo que podemos o no llegar a sentir después.

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