La Vida

REFUGIO

Lo que aprendí

Confieso que ha sido un año duro, difícil y doloroso, que cuento los días para que termine y así cantar a voz en cuello: “Qué te pasa viejo año, qué te pasa”. Han sido 12 meses de lecciones y esta vez compartiré todo lo que he aprendido. Aprendí que cuando una persona querida muere es una pena que se agrega a tu vida, que eso no se cura y que no hay forma de que vuelvas a ser la misma. Aprendí a que hay personas que dicen llamarse tus amigos, pero que en realidad son tus mayores verdugos, que están cerca en busca de la primera oportunidad para dañarte. Aprendí que una amistad sincera la puedes esperar de quien menos te lo imaginas, que cuando estás en cualquier situación, siempre hay un alguien (un ángel) que está dispuesto o dispuesta a acompañarte en ese proceso. Aprendí que siempre sucede lo mejor. Amo un proyecto de carácter social que será bueno para los ciudadanos y ciudadanas de este país, y para mí, por todo lo que estoy aprendiendo. Aprendí a amar más la Administración Pública y reconocer que cuando eres un servidor público todos los días tienes las mejores de las oportunidades para hacer cambios en tu país, que eso de que una “golondrina no hace verano” es muy relativo, porque cuando haces lo que tienes que hacer la satisfacción es enorme. Aprendí a escribir emails correctamente, y por esto le debo el reconocimiento a una compañera de trabajo que se me acercó y me dijo: “Te felicito, así se escriben los ‘emails”. Aprendí a ser más exigente con mi trabajo y a no criticar a quienes lo son con el suyo, si tienes algo a tu cargo involúcrate en todos los detalles. Solo así estarás seguro de que las cosas saldrán bien. Aprendí que eso que criticamos tanto de los demás es posible que sea la “piedra en el zapato” de nuestra personalidad. Aprendí que el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente, como dice Simone de Beauvoir. Este año me he vuelto más feminista que nunca y estoy feliz de reencontrarme conmigo misma y las demás mujeres que me rodean, incluidas mis hijas. Aprendí a disfrutar de mis libertades, especialmente a decir lo que pienso sin miedo al reproche. Aprendí a ser lo que quiero ser y como quiero ser sin esperar que otros y otras me planteen un esquema de lo que ellos entienden y, claro, a no sentirme culpable por ser yo misma; a respetar las diferencias y entender que cada quien puede vivir su vida como le plazca, mientras no afecte a terceros. Este año aprendí, sobre todo, a valorar más a mi esposo y a mis hijas, a entender que lo más valioso que tenemos es la familia y que aunque los hijos son primordiales, el amor que me ha profesado y demostrado mi esposo ha sido muy especial, comprensivo y consecuente. Aprendí que él ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida y que, en realidad, es el amor de mi vida.

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