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La Vida

¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

‘Dios viene en persona a salvarnos’

Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Tercer domingo de Adviento. Domingo de la alegría. Las lecturas desbordan gozo y alegría. Dios viene en persona y nos salvará. “Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no teman. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Pena y aflicción se alejarán.” (Isa 35, 1-10) Sí, el Señor está aquí, dentro de nosotros, y espera que multipliquemos los dones que nos ha dado en el bien de los demás. No apaguemos el Espíritu, guardémonos de toda maldad. Seamos capaces de convertirnos en otro Juan el Bautista, para gritar que El Señor está aquí, pues, todavía hay muchos que no lo conocen. Pero para eso tenemos que testimoniar con nuestra vida, nuestra fe. ¿Qué hemos hecho con la fe que recibimos de nuestros padres? ¿Por qué no hemos sido capaces de darla a conocer? ¿Dónde se ha ido nuestra disposición de anunciar el Evangelio, como nos decía San Pablo: “Que debemos evangelizar a tiempo y a destiempo”. Hoy parece que la fe en muchos carece de lo vivencial. Y es que si no tenemos experiencia de Jesús no podemos evangelizar. Solamente la experiencia vivida de Dios en nuestra vida, puede hacernos cambiar. Nuestra fe es deficiente. Por eso no logramos transmitirla a las nuevas generaciones. Necesitamos convicción. Solamente es testigo el que ve y experimenta. Nos falta algo. Nos falta el soplo del Espíritu Santo, para que volvamos a tener vida y vida en abundancia. Yo presto mi vida al Señor, pero Él es quien actúa. “Sin embargo, en lugar de revelar al Señor, lo velamos.” (Conc. Vat. II). Las estructuras no cambian si no cambia el corazón de la persona. Si yo no cambio, no cambia mi familia, la sociedad, el mundo. La fe en sí misma no cambia nunca. Pero hay deficiencias en vivir la fe. La crisis del mundo actual es el relativismo. Son cosas que tocan la doctrina y la moral. El mundo parece que sigue a su modo, independientemente de la fe. La fe está enferma y debemos sanarla. Creer hoy no es lo mismo que en el pasado. El comportamiento religioso de la gente no es el mismo. El testimonio de vida es primordial. Es difícil ser auténticos discípulos del Señor ahora y siempre. Hay que hacerlo contra corriente, a pesar de las burlas que nos discriminan. Ser cristiano es ser diferente al mundo. El mundo tiene criterio de poder. Y el de nosotros es el servicio. San Agustín decía: “No puede haber un Obispo malo. No puede haber un matrimonio malo o un catequista malo. Tenemos que ser radicales. Si se es malo, incoherente, no se es cristiano”. Jesús no dijo nunca que seguirlo fuera fácil. Y hoy mucho menos. Tenemos nuevos retos, nuevas exigencias. Y estamos menos preparados para enfrentarlas, porque nos falta mucha oración.

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