FÁBULAS EN ALTA VOZ
Al otro mundo sin equipaje
Hace unos días entré a la Dirección de este periódico, y para mi sorpresa ahí estaba un compañero de trabajo muy querido: don Julio Tejera. Un abrazo muy efusivo fue el saludo que nos dimos. Me gustó tanto verlo. No nos encontramos muy frecuente, pues tenermos horarios distintos, pero el cariño se mantiene. He estado pendiente de él porque en los últimos meses ha atravesado por una situación difícil. Dos o tres minutos fueron suficientes para que me dejara un gran mensaje. Ante la pregunta obligada de: ¿cómo se siente? La respuesta fue inesperada: “Muy bien, estoy sano, pero siempre listo para irme sin equipaje”. Su reacción me gustó y me caló muy hondo. No perdí tiempo, y al llegar a mi escritorio reflexioné sobre aquella frase. Cerré los ojos y me trasladé a una ciudad fabulosa donde, en vida, a las personas se les prepara para viajar al otro mundo sin equipaje. Sí, sin ese peso que se lleva en la cociencia cuando aquí en la tierra no tenemos un gesto solidario para con quienes necesitan nuestra ayuda, cuando negamos la comida a los que tienen hambre, cuando engañamos a quienes nos rodean, cuando, en definitiva, dañamos al prójimo. En la ciudad fabulosa adonde viajé, y donde, creo, don Julio aprendió a despojarse de ese equipaje, es un deber tener un buen comportamiento en todo el sentido de la palabra. Nadie se atreve a fallar en detrimento de los demás. Es una ley el que todos se traten como hermanos. Nadie intenta siquiera jugar con los sentimientos del otro, mentir, traicionar, abusar, maltratar... a alguien. Por eso las buenas vibras habitan en el lugar, como también lo hacen la alegría, el agradecimiento, la recompensa, la entrega, la protección y todos los buenos sentimientos que surgen luego del buen trato recibido. Se predica con el refrán “ojo por ojo y diente por diente”, claro, en el mejor sentido de la palabra. El insistente ruido del teléfono me devolvió a la realidad. Molesta, pues temía que detrás del auricular me hablara una de las tantas personas de mi amado país que tienen el equipaje repleto de vanidad, de frustraciones, de egoísmo, envidia... sin saber que, en cualquier momento, podemos irnos de este mundo sin tener tiempo para deshacernos del pesado equipaje. No dudo que don Julio es un hombre organizado y consciente, y de que verdaderamente está listo porque no sabe, como ninguno de nosotros, cuándo es la hora de partir. Larga vida don Julio.