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Guardianes de cuatro patas

Seguridad aeroportuaria emplea perros amaestrados para detectar explosivos.

Jaclin CamposAeropuerto Internacional de Las Américas

Dango, un perro labrador de tres años, olfatea excitado la recepción de la Escuela de Seguridad Aeroportuaria. Su manejador, Manuelito Espinales, le da instrucciones en inglés y el enorme can de pelaje amarillo claro rodea el interior de la sala en sentido contrario a las manecillas del reloj cuando se acerca a un maletín sobre un mueble. Lo huele y, de inmediato, se sienta quieto junto al paquete. Ha detectado una sustancia explosiva. 

Aunque se trata solo de una prueba, la escena muestra una imagen común en los aeropuertos de hoy: miembros de los cuerpos de seguridad acompañados por perros amaestrados, en este caso para detectar explosivos. 

Si bien el país no se encuentra bajo un alto nivel de amenaza, todo aeropuerto con tráfico internacional debe prevenir ataques. 

“Es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo”, dice Karim Hernández, director de Operaciones del Cuerpo Especializado en Seguridad Aeroportuaria y de la Aviación Civil (Cesac), institución que posee unidades caninas para la detección de explosivos. La Dirección Nacional de Control de Drogas posee sus propias unidades caninas para buscar narcóticos. 

Los perros deben inspeccionar las maletas en los mostradores y el área de manipulación de equipaje, pero cuando aumentan los niveles de amenaza internacional, como ocurrió tras el atentado en el maratón de Boston, las inspecciones han de volverse más exhaustivas. 

Enmanuel Reyes, encargado de la sección de Detección de Explosivos K-9 del Cesac, dice que algunos pasajeros se asustan al ver a los canes en las terminales. Otros se admiran de su fortaleza y belleza. Así ocurrió hace poco cuando Rambo, un pastor alemán de tres años, entró junto a su guía Jeffrey Abreu al Aeropuerto Internacional de Las Américas. Un curioso comenzó a preguntar por el costo y la procedencia del cuadrúpedo. 

Por seguridad, se prohíbe a los viajeros tocar a los animales o jugar con ellos. A pesar de su entrenamiento y estabilidad, siguen siendo perros: su instinto es morder. 

¿Y qué pasa con los viajeros que tienen fobia a los perros? Para ellos, hay malas noticias. Seguirán topándose con los caninos en los aeropuertos. Según Hernández, “el trabajo que hacen esos animales no hay máquina que lo haga”. 

Binomios velan por la seguridad

La seguridad aeroportuaria cambió drásticamente en el mundo tras los ataques terroristas sufridos por Estados Unidos en el 2001. Tras aquellos episodios y luego de una inspección de la Administración para la Seguridad del Transporte de Estados Unidos (Transportation Security Administration, TSA) nació, en 2002, la sección de Detección de Explosivos K-9 del Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria y de la Aviación Civil (Cesac). 

La TSA observó que el país no contaba con mecanismos para detectar explosivos en los aeropuertos y recomendó crear las unidades caninas, la primera de ellas con sede en el aeropuerto internacional de Las Américas (AILA) e iniciada con cinco perros donados por Estados Unidos. 

Ese país se encargó, además, de entrenar a los primeros manejadores caninos del Cesac. El resto de las unidades se fueron creando en función de las necesidades de los demás aeropuertos y en la actualidad, además del AILA, existen perros adiestrados para la detección de explosivos en las instalaciones aéreas de La Romana, Punta Cana, Santiago y Puerto Plata. 

“Todo esto es en virtud de las operaciones que se desarrollan en los (aeropuertos) y, lógicamente, con el tiempo hay algunos aeropuertos que solamente eran domésticos y ya tienen vuelos internacionales, específicamente a Estados Unidos y Europa”, dice Enmanuel Reyes, encargado de la sección de Detección de Explosivos K-9 del Cesac. 

El nombre K-9, empleado en muchos países, es un juego fonético cuya pronunciación inglesa (que sonaría más o menos “keinain”) equivale a la palabra “canine” (“canino” en español). 

La institución adquiere la mayoría de sus ejemplares ya entrenados en Bogotá, y cuenta con 24 canes, cada uno identificado no solo con un nombre (de no más de dos sílabas, la mayor cantidad que puede entender un perro), sino también con un número de registro. La información de cada uno se registra en un microchip que va implantado bajo su piel. 

“Como no tenemos un centro de entrenamiento -comenta Reyes-, es más factible comprar el perro ya entrenado. Eso te garantiza al menos ocho años de servicio y sale más económico”. 

Un perro entrenado en la capital colombiana cuesta alrededor de 4,000 dólares. En Europa y Estados Unidos el precio oscila entre 8,000 y 10,000 dólares. 

Razas

No todos los perros sirven para detectar explosivos. Para saber cuáles ejemplares reúnen las condiciones necesarias, se someten animales de un año que no hayan recibido ningún tipo de entrenamiento previo, a pruebas de selección en las cuales se evalúan sus impulsos o respuestas naturales. 

Santiago Hernández, veterinario de la unidad canina del Cesac, dice que el perro debe tener buen olfato, ser ágil, activo, atlético. 

Cada animal pasa por exámenes de sangre, de la vista y la dentadura. También por pruebas de imágenes para determinar, por ejemplo, si tiene alguna luxación de cadera. 

Además, se evalúan los rasgos del carácter del animal, el cual debe tener fortaleza, confianza y estabilidad psicológica. 

Reyes expresa el porqué: “Cada perro es distinto, aunque sea de una misma raza. Es como en las personas”. 

Los ejemplares seleccionados para las unidades caninas de los aeropuertos deben ser sociables, es decir, “perros nobles”, pues trabajarán entre la gente. 

Labrador, pastor alemán, pastor belga malinois y golden retriever se encuentran entre las razas útiles para esta labor. 

Binomio

Por muy bien entrenado que esté, un perro detector no trabaja solo. Las unidades caninas se forman a partir de binomios integrados cada uno por un manejador y un perro. Cuando llega un nuevo ejemplar al K-9, se le asigna a un manejador o guía con el que formará equipo y que será responsable de su cuidado e higiene diaria. Ambos pasan por un proceso de adaptación antes de ir juntos al área de trabajo. 

“El perro es como un niño pequeño. No habla, pero reconoce a la persona que lo está cuidando”, dice Reyes. 

Según él, resulta indispensable desarrollar esta relación de confianza entre el hombre y el animal antes de que la pareja inicie su labor en la terminal aeroportuaria. 

“El manejador tiene que conocer al perro, tiene que conocer su psicología, su forma de actuar. El perro debe ver a ese manejador como su amo”, explica. 

Aunque el can ha sido entrenado para sentarse al encontrar un explosivo o alguno de sus componentes, cuando realiza su búsqueda y percibe el cono de olor de la sustancia, puede manifestar cambios como aceleración de la respiración o inquietud, que alertan al manejador. Como el guía conoce al perro, identifica las señales que indican que posiblemente se acercan a un área donde hay algo anormal. 

Quien desee convertirse en guía canino debe, en primer lugar, formar parte del personal de seguridad aeroportuaria (ser un miembro de la “aviation security” o “avsec”), tener vocación y amar los animales. A los aspirantes se les somete a pruebas psicológicas y a prácticas con los perros para determinar si les temen o no. 

Las unidades caninas prestan sus servicios a embajadas e instituciones del Estado. 

Relación

Los manejadores pueden adoptar a los perros puestos fuera de servicio. Tal es la compenetración que llega a darse entre la persona y el animal. 

De ese cariño entre guía y perro da fe Manuelito Espinales, manejador que actualmente trabaja con un labrador llamado Dango. 

Espinales, quien tiene 30 años y también se formó como artificiero o desactivador de bombas, asegura que buscar explosivos lo expone a un riesgo a fin de salvar las vidas de los demás, pero de su trabajo le gusta el cariño que se desarrolla por los canes. 

Hasta hoy -dice- ha manejado cinco ejemplares, pero no duda cuando se le pregunta cuál de todos recuerda con más cariño: Bobby, un pastor alemán, que ya no está en servicio. 

Entrenados para detectar sustancias específicas

Para entrenar al perro detector se le suele premiar con un juguete. En este caso, una pelota.

“El juguete es para ellos como el salario para nosotros -dice Enmanuel Reyes-. Ellos no saben que están buscando explosivos o bombas, ellos están buscando el olor para el cual fueron entrenados, y saben que cuando lo detectan va a salir su premio”. 

Los perros reciben adiestramiento para buscar algo en específico. Los ejemplares del Cesac solo localizan explosivos. Otros animales son entrenados para buscar drogas, dinero, personas... 

El perro detector de explosivos puede reconocer TNT, dinamita, búster, mecha lenta o cordón detonante, o los componentes de explosivos. Cuando percibe alguna de esas sustancias, el can se sienta quieto hasta que se le entrega su premio. No muerde ni rasga el paquete o espacio donde olfatea el explosivo; es peligroso.