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HIJOS DEL DIVORCIO Y DE LA SEPARACIÓN

Círculo roto

Un proyecto fotográfico motiva a reflexionar sobre el impacto del divorcio y la separación en los hijos.

Retratos de 25 jóvenes adultos, 13 de ellos dominicanos y los restantes norteamericanos, estuvieron expuestos durante tres días en el salón de actos de la Universidad Iberoamericana (Unibe). ¿Qué tenían en común? Todos eran hijos de padres separados. 

Sus rostros y testimonios forman parte del proyecto “Círculo roto: hijos del divorcio y la separación”, de la autoría de la fotógrafa estadounidense Karen Klein, y traído al país por iniciativa de la fundación e-Libertad. 

“Como la mayoría de los padres yo creía que los hijos van a sobrevivir al divorcio: ‘Yo estaré feliz, ellos estarán felices y se van a acostumbrar’; pero ver los testimonios de estos jóvenes adultos ha cambiado mi visión”, comenta Klein, quien estuvo en el país para la presentación del proyecto y de una serie de conferencias organizadas por e-Libertad a propósito del tema. 

Divorciada en 1980, la fotógrafa residente en Minnesota reconoce que solo con el tiempo pudo darse cuenta de que sus hijos se vieron afectados por su separación en formas que ella no pudo anticipar. 

“Nadie en un proceso de divorcio quiere hacerle daño intencionalmente a sus hijos”, dice la artista del lente. 

La falta de intención no significa que no suceda. Como comenta el psicólogo Glenn P. Hirsch, director del Departamento de Servicios de Consejería y Consultoría de la Universidad de Minnesota, el rompimiento de una pareja impacta a los hijos incluso cuando la separación se maneja apropiadamente. 

“Muchos de los jóvenes adultos con los que trabajo pasan por una especie de duelo y tienen una sensación de pérdida, y tienen muchas dudas sobre su propia habilidad para tener éxito en un matrimonio”, explica el psicólogo. 

Una separación marca a los hijos, sin importar que haya sido bien manejada o qué edad tenían estos cuando se produjo el rompimiento de sus padres. “Mi experiencia es que, no importa la edad, hay una tremenda sensación de pérdida”, dice el psicólogo Glenn P. Hirsch. 

Asegura haber visto ese sentimiento en jóvenes adultos cuyos padres están ahora mismo en proceso de divorcio, pero también en chicos cuyos progenitores se separaron cuando ellos eran apenas bebés. 

Aunque un joven nunca haya visto a sus padres convivir juntos, debe lidiar con la ausencia de alguno de ellos y con las consecuencias de decisiones respecto a la custodia o el régimen de visitas. 

“Estos jóvenes muchas veces se comparan con sus pares que tienen familias intactas y piensan: ‘¿Por qué mi familia no puede ser así?’, aunque tengan también muchos pares cuyos padres estén separados”, comenta Hirsch. 

Uno de los aportes del proyecto “Círculo roto”, dice el psicólogo, es precisamente que permite a los hijos de padres separados identificarse con otros que han pasado por la misma situación. 

LOS HIJOS DEL DIVORCIO Y LA SEPARACIÓN

Para Nancy Berg, abogada de Minnesota y especialista en derecho de familia, las secuelas del divorcio y la separación en los hijos dependen mucho del desarrollo emocional de estos. 

A los cinco o seis años, recuerda Berg, el pequeño debe pasar de la etapa de apego materno a la fase de exploración del mundo y de definición de su independencia, y si la familia se separa en este punto, el niño no completa este proceso. 

“En el caso de los adolescentes, ellos ya están buscando relaciones, así que, si la relación que ellos conocen bien, que es la de su madre y su padre, deja de ser o no es lo que ellos pensaban que era, toda la realidad es cuestionada: ‘Mi mamá amaba a mi papá y ahora no lo ama, entonces ¿qué significa el amor?”, expresa la también presidenta del capítulo estadounidense de la Academia Internacional de Abogados Matrimoniales. 

EXPOSICIÓN

La fotógrafa Karen Klein, autora de “Círculo roto: los hijos del divorcio y la separación” (en la web, www.brokencircleproject.org), ha fotografiado un total de 50 jóvenes de 18 a 24 años para su proyecto y dice haber encontrado muchas similitudes entre los participantes norteamericanos y los dominicanos. 

“Había muchas similitudes. Estaba esa herida primaria -señala-. Creo que los jóvenes norteamericanos guardaban más ira. Creo que la oportunidad de hablar sobre eso, de escribir sus testimonios, fue sanador para ellos”. 

A diferencia de los norteamericanos, los participantes dominicanos vivían en casa de sus familias, una realidad de la cual Klein no era consciente y que, de acuerdo con ella, no impidió que estos jóvenes dieran su propia perspectiva al responder dos preguntas básicas: ¿Cómo te impactó el divorcio de tus padres? ¿Cómo afectó tus percepciones, planes, metas, esperanzas y aspiraciones respecto a las relaciones, y tu modo de pensar sobre tu futuro matrimonio e hijos? 

Entre los jóvenes dominicanos era más común que estos fueran el resultado de una unión libre y no de una unión legal, por lo que el nombre del proyecto, que fue presentado el año pasado en Minnesota, fuera modificado e incluyera la palabra separación. 

Ese detalle, en opinión de Berg, puede marcar una ligera diferencia en la forma en que los hijos evalúan la ruptura de sus padres. No se trata solo de la posibilidad de someterse o no a procesos legales o en corte, sino también al simbolismo del matrimonio. 

“Hay diferencias cuando los padres se hacen una promesa de matrimonio perfecto en una boda: los hijos se sienten traicionados”, expresa. 

“ESCUCHAR A LOS HIJOS”

¿Qué aprendizaje puede dejar un proyecto como este a jueces, abogados de familia y padres? Para Klein, la respuesta es sencilla: “Escuchar a los hijos”. 

El psicólogo Glenn P. Hirsch corrobora con ella. El experto enfatiza en la necesidad de que, durante un proceso de separación, los hijos tengan un lugar donde puedan expresar sus emociones de forma segura. 

“Incluso cuando los padres mismos no estén psicológicamente preparados para eso, es importante que los niños sí tengan ese espacio”, comenta. 

Cualquier espacio en que los hijos puedan ser escuchados sin ser juzgados es bueno: la consulta de un terapeuta, la compañía de una persona que lo cuida, un amigo o amiga de la familia, el consejero escolar. 

Hirsch incluso suele usar el proyecto “Círculo roto”, que incluye una página en internet y un libro, para dar consejería a jóvenes adultos y hacerlos ver que hay contemporáneos suyos atravesando lo misma. 

“Eso incluso los ha ayudado a ponerles palabras a los sentimientos que experimentan”. 

Berg concuerda en la necesidad de escuchar a los hijos y cita un proyecto desarrollado en Australia por la psicóloga infantil Jen McIntosh y denominado “Child Inclusive Divorce Mediation”. Consiste en designar, como parte de los procesos de mediación de divorcio, no solo a mediadores que negocien las disputas de parentales, sino también a un consultor que se reúne con los hijos para obtener una comprensión de sus necesidades y preocupaciones y luego presentárselas a los padres y su mediador. Este consultor funge como representante y vocero de los hijos. 

Lo importante, según Berg, es escuchar a los hijos sin ponerlos a escoger a uno de los padres. Eso y convertirse en mediadores son situaciones en las que los hijos no deben verse envueltos. 

Y, aunque algunos lo vean como motivo de orgullo, Hirsch advierte que convertirse en adultos antes de tiempo al asumir el rol de uno de los padres resulta dañino. Los roles se invierten y el hijo pierde su niñez. 

LA BÚSQUEDA DE PARTICIPANTES

Dilia Leticia Jorge Mera, abogada especialista en temas de familia y vicepresidenta de la fundación e-Libertad, se enteró del proyecto vía Twitter y contactó a Klein para traerlo al país. 

Fue ella quien contactó a los dominicanos que participaron en “Círculo roto”, varios de ellos en la universidad donde imparte docencia. 

“Pensaba que no iba a encontrar a nadie, pero no, hubo muchas personas dispuestas a dar su tiempo y su testimonio y eso tiene mucho valor”, dice Jorge Mera. 

Vivian fue una de ellas. La joven de 18 años cuyos padres se separaron cuando tenía tres no dudó en aceptar la invitación. 

“No había hablado mucho del divorcio de mis padres antes y pensé que el proyecto me iba a ayudar a cerrar un ciclo”, manifiesta García. “Creo que este proyecto puede ayudar a muchas personas a definir cómo se sienten”. 

Criada por sus abuelos como consecuencia de la temprana separación de sus padres, Mass-Vianet encontró en esta iniciativa “una experiencia liberadora”. 

“Yo decía que el divorcio de mis padres no me afectó, pero después de mi propia experiencia de separación me di cuenta de que sí”, afirma la joven de 25 años y madre de un niño de tres.

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