TRADICIONES
Pequeños negocios con grandes ideas
MICROEMPRESARIOS HABLAN DE SUS INICIOS Y DE CÓMO SU DEDICACIÓN LLEVÓ SUS PROPUESTAS A OTRO NIVEL
La excelencia no la determina el tamaño de la empresa, sino el trabajo esmerado de sus miembros, aunque sean pocos.
Margarita Medina, de Margarita Medina Taller, y Orlando Zapata, de Orlando Palitos de Coco, demuestran que la dedicación y el deseo de ofrecer productos singulares y de calidad pueden convertir una propuesta microempresarial en un ejemplo digno de ser resaltado. Ambos hablan a LISTÍN DIARIO sobre sus inicios.
Margarita despierta añoranzas
Para Margarita Medina no hay duda de que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios. La propietaria de Margarita Medina Taller se inició en el mundo de la artesanía hace más de 12 años cuando su hija cayó enferma y ella se vio en la necesidad de abandonar su trabajo como contable para cuidarla.
En casa y sin la presión de cumplir un horario, Medina dejó volar su imaginación y puso en práctica las habilidades manuales que aprendió de niña en las lecciones de economía doméstica en la escuela. Sus antiguos jefes, excompañeros de trabajo y amigas se convirtieron en sus primeros clientes y en la mejor publicidad.
“La demanda de productos fue diciéndome que esto había que sacarlo de la casa porque se nos estaba yendo de las manos”, cuenta la mujer, oriunda de San Cristóbal.
Su primer local fue un rincón en el negocio de su esposo, pero hoy Margarita Medina Taller dispone de un espacio propio en la avenida Independencia y con un personal de 12 personas que elaboran lo que ella denomina artesanía de añoranzas, piezas que representan objetos tradicionales en desuso.
Coladores de café, jumeadoras, muñecas sin rostro, jarros de aluminio y “jigüeros” son ejemplos de las piezas disponibles en su taller.
“Rescatamos aquellas cosas que nos identifican culturalmente como país”, dice.
Su labor tiene un componente educativo y social. En cuanto al primer aspecto, todos los artículos incluyen una tarjeta que explica la historia y uso del objeto que representan, así como detalles sobre la pintura que adorna la superficie del producto. En cuanto al segundo, Margarita Medina Taller da a un grupo de jovencitos con síndrome de Down la oportunidad de poner a producir sus talentos y obtener así una ganancia económica.
El negocio compra piezas rústicas a asociaciones de mujeres campesinas y a artesanos, para pintarlas y empacarlas como souvenires u objetos decorativos.
Orlando le endulza la vida
A sus 20 años y por circunstancias de la vida, Orlando Zapata se convirtió en microempresario. Cuando perdió su empleo en una estación de combustible, en 1988, un tío le sugirió que incursionara en la venta ambulante de palitos de coco.
En principio, “era un palitero común como cualquier palitero”, comenta Zapata. Sin embargo, su visión lo llevó a darle otra imagen a este dulce tradicional dominicano.
Con delantal, gorra, letrero y una ubicación estratégica en la Gustavo Mejía Ricart, en el centro de la ciudad, Zapata se dispuso a demostrar que un vendedor informal sí puede exhibir orden e higiene en su trabajo.
Pero no se quedó en la imagen externa. También comenzó a experimentar para dar nuevos sabores a los palitos de coco. Todo gracias a una casualidad y a su capacidad de escuchar a los clientes.
Un día, cuenta, un turista probó uno de sus palitos de coco mientras se comía una guayaba y comentó lo sabrosa que le pareció la combinación de sabores. A Zapata se le prendió el bombillo y empezó a elaborar palitos de coco con guayaba, una mezcla que tuvo buena aceptación entre los compradores. A este dulce pronto le siguieron los palitos de coco con piña, guanábana y tamarindo.
La oferta de Orlando Palitos de Coco se destaca también por la presentación: aparte de los palitos tradicionales, hay dulces en forma de corazón y de bastones de Navidad.
“Yo siempre quise ser administrador de un negocio”, expresa Zapata. Y, aunque sea de una microempresa, lo logró.