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REFUGIO

Soy insolente

“Si alguna vez te han llamado insolente, incorregible, descarada, astuta, revolucionaria, indisciplinada, rebelde, vas por buen camino. Si jamás te han llamado nada de eso, aún hay tiempo. Haz práctica y sigue intentándolo”. Esta frase la tengo muy subrayada en mi libro “Mujeres que corren con lobos”, una especie de manual que llevo por todos los lados y en el que encuentro respuesta. Si debo agradecer algo en este plano físico es haber elegido a mi madre, y que mi madre haya elegido a mi abuela como su madre. Son dos exquisitas mujeres a las que la vida no me va a alcanzar para disfrutar tanto como quisiera. Esas dos que son “insolentes, incorregibles, revolucionarias y rebeldes” han hecho lo que yo soy ahora una “astuta descarada”. Amo esa construcción que ellas han hecho de mí, entre ellas capacidad de ser siempre yo, sin máscaras, reconociendo mi valor como mujer y ser humano. Y es que hay que estar muy preparado para vivir en un mundo cuando a sabiendas te das cuenta de que no eres igual que los demás, y no es arrogancia, pero cuando no te comportas como el resto de los mortales, te empiezan a llamar como cité en el primer párrafo. Hace unos años, alguien que “quería darme un consejo” se me acercó para preguntarme si yo había tenido algún trauma en mi niñez, porque piensa que yo soy una mujer muy amargada. Le pregunté qué le hacía tener esa percepción y me contestó que cuando había una fiesta en el trabajo nunca me quedaba hasta el final y cuando se reúnían a tomarse un vinito tampoco participaba. Le contesté: “Como dicen por ahí, cada quien busca su grupo, y es evidente que ese no es el mío. Y no es que esté mal lo que hacen, sino que no encajo y no me siento a gusto, no es mi naturaleza. Si me quiero tomar un vino tengo mis amigas, que no son muchas, para eso, y si quiero algo más íntimo, lo hago con mi esposo”. El mismo libro tiene una parte que dice: “Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma. Cuando alguien intenta repentinamente encajar y no lo consigue se produce un extraño fenómeno”. Y por primera vez le encuentro respuesta a la pregunta: ¿Por qué insisten las mujeres en doblegarse y adoptar formas que no son las suyas? Porque no tuvieron una madre y una abuela como las mías. Para comunicarse con la autora

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