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ALFABETIZACIÓN

Un paso más por la educación

EL INGENIO CRISTÓBAL COLÓN DESARROLLA UN PROGRAMA DE ALFABETIZACIÓN ENTRE SUS TRABAJADORES

Libro de ejercicios en mano, Paulina Florentino recita palabras a dos de sus alumnos para que las escriban en la pizarra. 

“Hamaca... ahijado… caballo... gallina…”, dicta Florentino a los estudiantes mientras el resto de la clase observa y analiza la ortografía. 

El grupo no usa mochilas ni loncheras. Algunos calzan botas y por el salón, acondicionado en lo que antes fuera un pequeño almacén, se ve uno que otro casco protector. 

La clase está compuesta por trabajadores del ingenio Cristóbal Colón y forma parte del programa “Un paso más”, con el cual dicha industria busca erradicar el analfabetismo entre su fuerza laboral a más tardar en dos años. 

“Lo novedoso es que se hace dentro del ambiente y del horario de trabajo”, dice Alberto Potes, administrador del ingenio perteneciente al Consorcio Azucarero de Empresas Industriales (CAEI). 

Nuevo modelo 

De lunes a jueves y divididos en dos grupos, los primeros 24 participantes de “Un paso más” dedican una hora de su jornada a las clases impartidas en el mismo ingenio. Los viernes hay otro grupo que toma clases de nivelación. 

No se trata del primer esfuerzo de este tipo que hace la empresa. De acuerdo con Nelcy Jiménez, encargada de Gestión Humana, desde el 2007 el Cristóbal Colón desarrolla programas de alfabetización entre sus trabajadores, pero en la misma comunidad. 

Este modelo, sin embargo, enfrentaba un escollo: el empleado no siempre disponía de tiempo –o de ánimo– para tomar las clases. 

Fue así como, después de realizar una encuesta para determinar el nivel de escolaridad de los empleados, el ingenio optó por ceder una hora y un espacio a aquellos que no sabían leer y escribir. 

“La experiencia nos ha mostrado que es mejor hacerlo desde aquí”, afirma Jiménez. 

Ingenio alfabetiza a sus trabajadores 

Una mañana de septiembre al llegar a su oficina, el administrador del ingenio Cristóbal Colón, Alberto Potes, encontró una hoja con un dibujo que alguien había deslizado por debajo de la puerta. 

El dibujo, un globo terráqueo coronado por la imagen del ingenio, venía acompañado de una exhortación, “Supérate”, y la frase “Un paso más”, nombre del programa de alfabetización de adultos que la empresa inició hace dos meses. 

Potes muestra el papel con satisfacción. Es un ejemplo de la identificación de los trabajadores con la iniciativa que pretende erradicar el analfabetismo de la empresa, cuya plantilla en esta época del año ronda las 1,500 personas, pero que durante la zafra, entre noviembre y junio, puede ascender a 2,700 con los picadores de caña. 

Otro ejemplo: la única mujer en el programa se inscribió motivada por una compañera que expresó su deseo de servirle de madrina. 

Apoyo 

Al parecer, llevar el aula al mismo ambiente laboral no sólo impacta a quienes reciben las clases. “Eso crea un ambiente increíble”, dice Carmen Ogando, de la Fundación Inicia, que junto al Ministerio de Educación es responsable de suplir el material de enseñanza y capacitar a los facilitadores. 

“Todo el mundo está dándole seguimiento al proceso educativo de los trabajadores”. 

Pero no siempre fue así. En un principio jefes de áreas mostraron reticencia ante la idea de que sus subalternos abandonaran sus puestos por una hora diariamente, aunque fuera sólo por tres meses. Ahora hay casos de superiores que sirven de padrinos a sus empleados tanto dentro como fuera del ingenio. 

Teófilo Alcántara Encarnación, jefe del Departamento Eléctrico, está en esa lista. Uno de los trabajadores a cargo suyo se está alfabetizando y a Alcántara Encarnación le ha tocado orientarlo cuando hace alguna tarea. 

“Es un asunto de compromiso –asegura– porque sabemos que la gente va a crecer y porque la empresa en estos tiempos necesita personas educadas que puedan interpretar las instrucciones de trabajo. De ahí viene este empeño porque la gente crezca y se eduque. Al final la empresa también crece con ellos”. 

En efecto, como explica la encargada de Gestión Humana, Nelcy Jiménez, los planes de desarrollo del ingenio Cristóbal Colón exigen de los trabajadores en cualquier puesto unos niveles específicos de escolaridad y competencia. 

“Debemos ceder en el sentido de hacer esa inversión en ellos porque no es un costo que nosotros no vamos a recuperar”, comenta Jiménez. Por el contrario, explica, “la persona va a estar más entusiasmada, más comprometida, porque la empresa la está alfabetizando para que pueda aprender otras labores quizás más complejas y con mejor paga”. 

Nivelación 

Uno de los primeros pasos fue determinar el nivel de escolaridad de los empleados. Para ello se realizó un muestreo que estuvo a cargo de la Fundación Inicia, un fondo de inversión social creado por los socios accionistas de Grupo Vicini y que promueve acciones para fortalecer el sistema educativo. 

En el caso de los trabajadores que no saben leer y escribir, una vez concluyan su proceso de alfabetización serán evaluados por el Ministerio de Educación que, atendiendo a sus competencias y conocimientos, establecerá el grado en el que pueden integrarse a la educación formal. 

El objetivo último, según Ogando, es que se conviertan en bachilleres. 

Idioma 

Paulina Florentino es una de las facilitadoras de “Un paso más”. La joven, hija de un exempleado del ingenio, estudia Ingeniería en Sistemas con una beca que le otorgó la Fundación Inicia. 

No sólo debe guiar a los trabajadores en el proceso de lectoescritura, sino también ayudarlos a superar la inseguridad que los paraliza en ocasiones. 

“Nunca es tarde para aprender”, les recuerda. 

Florentino domina el creole, factor determinante para el éxito de esta labor, ya que en la clase hay varios haitianos –eran el 21% del muestreo inicial–. 

Estos tienen un vocabulario castellano limitado y sus oídos no están acostumbrados a los sonidos de este idioma, por lo que pueden confundirse al tomar un dictado. 

Superar esa traba, opina Potes, bien vale la pena para esos obreros: “Tenemos que enseñarles en nuestro idioma porque ellos están en un país que tiene como lengua oficial el español y para ellos es una ventaja competitiva importante”. 

LEER Y ESCRIBIR: EL PRIMER PASO 

Aunque nació en Puerto Príncipe, diez de los 27 años de vida de Agustín Serjile han transcurrido de este lado de la frontera. 

En el ingenio Cristóbal Colón, donde ha faenado por más de un año, se dedica al transporte y almacén de azúcar. 

Es uno de esos que abandonó la escuela (en quinto y por falta de apoyo familiar, se queja) y que ahora debe recuperar el tiempo perdido… en otra lengua. 

“Me acuerdo mucho en francés o creole, pero aquí estoy aprendiendo poco por el idioma”, comenta. 

Serjile, padre de una bebé de apenas días, entiende ahora la importancia de dominar las letras: “Hay trabajos para los cuales hay que saber leer o escribir; si no sabes puedes hasta tener un accidente”. 

Leer y escribir le servirá para aprender mecánica, su aspiración. 

Lo mismo desea Miguel Corcino, un dominicano de 29 años que trabaja en el ingenio hace cuatro. Su padre laboró aquí por 46 años. Corcino nació y creció en Batey Central. 

Como Serjile, fue a la escuela siendo pequeño. También como Serjile, la abandonó. En su caso, por el trabajo. 

Sabía “un chin” leer y escribir, aclara, pero se le olvidó. Ahora su esposa, que llegó a primero de bachillerato, lo ayuda con las tareas. 

“Quiero aprender a leer para no pasar vergüenza”, dice. 

Y no sólo eso. Su esperanza de hacer un curso técnico también renació.