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REALIDAD Y FANTASÍA

¡Asalto!

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María Cristina De CaríasSanto Domingo

Emma pasó corriendo a mi lado y me alcanzó a agarrar por una mano. “¡Un ladrón!”, musitó en tono bajo en tanto me halaba con fuerza. Yo corrí detrás de ella y nos refugiamos en su cuarto. Allí recapacité y le propuse que huyéramos por el callejón. Dicho y hecho, con sigilo escapamos por allí y, una vez afuera, procedimos a llamar por su celular (yo no acerté a sacar el mío) a la policía y a mis hijos. El ladrón permanecía en casa, prisionero a su vez. La policía se presentó muy diligente, todos mis hijos la convocaron de forma que se armó un batallón. Con resolución procedieron a entrar en mi casa con tan mala fortuna que el ladrón había puesto pies en polvorosa por donde había entrado, esto es, por el hueco de un aire acondicionado que posee ¡una canasta de hierro como protección! El malhechor había roto los hierros y se había colado por allí, empujando el aire acondicionado. Eran las diez de una riente mañana tropical. Yo estaba muy entretenida leyendo el periódico en mi patiecito, en tanto Emma diligente limpiaba los aposentos. De pronto se encontró con un intruso el que le ordenó callarse y encerrarse en el baño. Emma obedeció la orden del intruso, se le antojó haitiano por la forma de hablar. Pero el ladronzuelo no contaba con Emma ¡No señor! Ella ni corta ni perezosa entreabrió la puerta del baño y al ver que el individuo no estaba en el pasillo salió corriendo llevándome a sitio seguro. No tenemos seguridad ni en nuestra propia casa. ¿A quién se le ocurre que un delincuente decida irrumpir en una casa a las diez de la mañana? Eso ni en la mejor novela de Agatha Christie. Por favor, ¿es que los delincuentes ya no conocen ni el reloj? El problema haitiano se ha convertido en un embrollo de marca mayor, a los delincuentes que periódicamente nos envían deportados de Estados Unidos, después de haberse graduado summa cum laude en la universidad de la delincuencia de Nueva York, ahora tenemos la plaga de rateros resueltos a acabar con la paz de los hogares. ¿Adónde vamos a llegar, quién nos va a defender? Esta sociedad inerme clama por una vuelta al orden, las buenas costumbres y la seguridad ciudadana. No puede y no debe ser solo un logro del trujillato. La sensatez clama porque en la democracia representativa, la defensa del ciudadano y el freno a la delincuencia rampante ¡sean prioridad nacional! En tanto esto sucede Emma anda buscando una licencia para un revólver que le va a prestar un primo...

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