La Vida

ARTE

La plástica recuerda a José Ramírez Conde

EL ARTISTA DE RD, DISCÍPULO DE JAIME COLSON, FALLECIÓ UN 21 DE OCTUBRE

Hoy 21 de octubre es un nuevo aniversario luctuoso de la desaparición física de José Ramírez Conde, mi inolvidable Condesito. Hoy, como cada día, lo recordamos en sus múltiples facetas humanas, pero de manera especial de sus aciertos como creador mimético, en sus múltiples técnicas en las cuales dio fe de su invaluable calidad reconocida por la crítica nativa e internacional. Discípulo de los maestros Jaime Colson y de Paúl Guidicelli, (en cuyo taller duró por espacio de 14 años), de ambos abrevó en el aprendizaje e incursión en las escuelas neoclásicas y del expresionismo abstracto y cubismo, las que fusionó en sus calidades estéticas, construyendo un lenguaje propio de gran trascendencia, y creando su famoso personaje “María Moñito”, sustrato étnico de la mujer dominicana, enmarcada en su papel de guerrera social, que enfrenta la vida y la maternidad, de la que fue un acendrado admirador. Enmarcado en la pintura social, la que abordó desde la pintura mural al fresco de la que fue el primer artista que realiza una obra de ese género en el país, Ramírez Conde, también ex secretario general del Movimiento Popular Dominicano a los 26 años, fue un militante apasionado de la política, condición que traspoló en su amplio sentido reivindicativo y de justicia para los desamparados a los que acogió con fuerza dramática en su obra esencialmente de caballete, identificando un catalogo de vicisitudes, al socaire de las cadenas de opresión que sufren los humildes “los del montón salidos”, como decía el poeta Federico Bermúdez. A pesar de sus logros notables en la pintura al fresco, se le reconocen sus calidades de excelencia del dibujo, al punto de que en una época se confundían los dibujos de Colson con los suyos, por la maestría de sus trazos, y por su incursión en técnicas disímiles, óleo, témpera, temple, sanguina y su gloriosa adhesión al pastel, la cual legó ejemplares de incuestionable calidad y belleza, así como la encáustica, de procedencia renacentista, a la cual aportó destreza y belleza, en la ejecución de obras de gran valor para el coleccionismo nativo. Su gran obra de caballete de carácter social y considerada por estudiosos del arte como el “Guernica dominicano”, es la que se titula 15 y 16 de junio de 1965, la que retrata con fuerza dramática y desgarrado dolor, una de las escenas presenciadas por él como soldado ferviente de la Revolución de Abril, en la que una familia de la zona intramuros, llora y lamenta la muerte de uno de los suyos por la fuerza invasora, pieza que testimonia, la importancia, el infortunio y la desolación, que produjo en la población indefensa la invasión norteamericana del 65, la que se cuelga en la actualidad en la oficina del director general de Aduanas, como obra meritoria de su Colección de obras de Arte.

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