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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Médicos por vocación

Llegó a eso de las 10 de la noche a la emergencia de una clínica muy conocida. Carnet en mano, documentación al día y un dinerito en la cartera por lo que pueda presentarse. Cecilia vestía de forma que pocos advertían que era ella la que necesitaba de la ayuda médica. Sin medir palabras entró a uno de los tantos cúbiculos que hay en el centro asistencial para prestar el mejor servicio a sus pacientes. Tres médicos estaban dispuestos para ella. Mientras uno tomaba su historial médico, otro medía su presión arterial y aoscultaba su corazón. El otro, especialista en ginecología, esperaba los resultados de sus colegas para proceder a un posterior chequeo más específico, que facilitara el diagnóstico, que habría de darle solución al sangrado que tenía Cecilia. Tan buen trato reciben los pacientes en ese y otros centros médicos que, el sólo hecho de sentirse asistidos, calma el más grande dolor. No hay tutía. La vocación de servicio es la que domina el escenario de todos los centros públicos y privados. No es imprescindible tener carnet, dejar un depósito o cualquier otra nimiedad de esas que están por debajo de la salud. La vida de los pacientes está por encima de todo. Bueno, es tanto así que los médicos no reparan en sacrificio cuando de atender a un ciudadano se trata. Cuando son llamados desde la estación de emergencia para que se apersonen en el centro porque hay un caso que requiere de la especialidad que les compete, no lo dudan un segundo y de inmediato corren a atender al paciente. La salud es su prioridad, y por este motivo es que los facultativos de planta reciben entrenamiento constante respecto a diversos temas, sobre todo en los que conciernen a los recursos humanos. Los conocimientos obtenidos pueden verificarse en lo complacidos que salen los pacientes y sus familiares luego de recibir las atenciones que ofercen todos los centros médicos habidos y por haber de República Dominicana, país que cuenta con el moderno sistema de salud y con los galenos más solidarios y humanitarios del mundo. Para garantizar que se cumpla con este patrón, antes de entrar a estudiar la carrera se evalúa no sólo la aptitud que tenga la persona para elllo, sino también la virtud altruista que debe poseer todo médico. Todo esto sólo existe en la fábula a la que Cecilia se transformó para escapar por un momento del maltrato de que fue víctima cuando la solidaridad brillaba por su ausencia en un centro asistencial de la Capital, donde acudió para que le atendieran por un sangrado que amenazaba con degenerar en un derrame. Un pretexto indolente fue la explicación que recibió la paciente como recompensa por no ser atendida. “Lo que tu tienes sólo un ginecólogo puede atenderlo y aquí ahora mismo no hay”, “a esta hora no es posible llamar a un especialista que atienda ese tipo de caso”... En fin, una y mil excusas para salir de la paciente que les estorbaba y les impedía seguir divirtiéndose con los chistes que compartían en la sala de emergencia. Entre lágrimas Cecilia devela su malestar físico y emocional y es ahí donde se trasporta a una fábula donde en República Dominicana hay médicos con vocación de servicio.

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