La Vida

REALIDAD Y FANTASÍA

¡Calor y más calor!

María Cristina De CaríasSanto Domingo

Emma está agobiada por el calor, no encuentra dónde refugiarse ante la ola de calor que nos invade. En el patio no sopla brisa; dentro de la casa, el ambiente es irrespirable. A esto se añade una invasión de mosquitos, producto de las lluvias y las siempre impertinentes moscas, las que, como por ensalmo, surgen de no se sabe dónde, desde que empieza la temporada de lluvias. Los abanicos en casa no se detienen. De vez en cuando hago uso del aire acondicionado, olvidado prácticamente desde que las facturas de la luz amenazan con absorber el escaso presupuesto de los que vivimos del trabajo honrado. Desde que leyó en el periódico que los golpes de calor son los culpables de una gran cantidad de muertes, sobre todo entre la gente mayor, Emma no hace otra cosa que sugerirme que nos mudemos para Constanza, en donde, según le cuenta un compadre, la temperatura nunca sube en demasía y además, por temporadas, hace muchísimo frío. Discurre filosóficamente, argumentando que la temperatura no puede impedir el pensamiento racional y que, con estos calores, en lo único que se puede pensar es en cómo aniquilar a los que nos impiden gozar de un poco de fresco. Cada vez que se va la luz, me endilga una diatriba contra esos criminales que son los culpables de los fallecimientos de incontables víctimas del agobiante calor. Por mi imaginación desfilan escenas dantescas de cuerpos sin vida, tirados a granel por todo el territorio. Le he sugerido que se duche con frecuencia, al menos tres veces al día y que beba mucha agua; sin embargo sé que consultará con el astrólogo para ver si en las estrellas existe alguna posibilidad de ponerle remedio a la canícula o ¡mudarnos para Constanza!

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