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La joya de Carcassonne

LA CIUDADELA O LA CITÉ ES LA ATRACCIÓN MÁS SOLICITADA DE ESTA CIUDAD DEL SUR DE FRANCIA

Sorayda Peguero IsaacCarcassonne, Francia

Sobrevivió a los romanos, a los visigodos llegados del Danubio y a aquella primavera en que fue tomada por los sarracenos, que la ocuparon hasta que el rey de los Francos los echó. Tras acumular veinte siglos de historia acabó por convertirse en patrimonio de la humanidad y en uno de los destinos turísticos más visitados de Francia. En la diana del triángulo conformado por Toulouse, Montpellier y Barcelona, la bella ciudad de Carcassonne se rinde a los antojos de su más belle mademoiselle: la Cité, uno de sus tesoros más admirados. La Ciudad Amurallada de Carcassonne, la Ciudadela, es oficialmente conocida como la Cité. Muchos de sus habitantes son artesanos que venden sus productos en algunas de las tiendas repartidas dentro del laberinto de callejuelas que guarda los secretos más antiguos de la ciudad. Su estructura está conformada por 52 torres y 2 cercos concéntricos que suman 3 km de murallas. La Cité tiene el inconfundible aire de cuento de hadas que nos sumerge en las milenarias historias de castillos, princesas y valientes caballeros. En el interior de la Ciudadela descubrimos construcciones de sorprendente majestuosidad, entre ellas: la Basílica de Saint-Nazaire, denominada “la joya de la Ciudadela” cuyas vidrieras están consideradas como las más bellas de toda la región del Midi. Y también el castillo Comtal, construido en el siglo XII por los vizcondes de Carcassonne, sede de poderosos caballeros feudales. Durante la visita al castillo los visitantes pueden ver una película proyectada en pantalla gigante, que explica detalladamente las diferentes etapas de construcción experimentadas por la Cité. GastronomíaLa llegada del mediodía anuncia la urgencia por decidir dónde comer, la Cité cuenta con numerosos restaurantes que añaden a su propuesta una atractiva oferta de patios y terrazas, sin duda, la opción preferida por los visitantes durante el verano. En los menús expuestos a la entrada de los locales se repite una constante: la cassoulet, plato tradicional de la región de importante contenido calórico y, probablemente, una de las opciones menos apropiadas a elegir en época de calor intenso. Sin embargo, la insistente recomendación y la descripción que hacen los lugareños del plato, esforzándose por transmitir sus bondades, le convierten en una tentación por la que bien merece la pena retar las altas temperaturas. Los principales ingredientes de la cassoulet son: las alubias blancas, pato, cerdo, butifarra y verduras. Un vino tinto, valor para pedir postre después y, sobre todo, bon appetit son el acompañamiento perfecto para disfrutar de una cassoulet mientras contemplamos desde una terraza el ir y venir de los visitantes que cruzan el puente, seducidos por el encanto medieval de la Cité. Después de deleitar el paladar con los sabores tradicionales de la región podemos continuar la ruta de la Ciudadela por sus numerosas tiendas, donde es posible comprar productos de uso cotidiano elaborados por los artesanos que viven dentro de la ciudad. También podemos elegir entre una gran variedad de opciones para regalos y souvenirs entre los locales dedicados exclusivamente a este apartado. Algunos puestos son un espectáculo visual que anuncia desde el escaparate el encanto de las tiendas francesas que destacan por su estilo romántico y vintage. La oferta gourmet incluye auténticas exquisiteces que hacen las delicias de los más sibaritas, como el chocolate aderezado con lavanda, cuya sola presentación es embriagadora, y una extensa selección de vinos dispuestos tras vidrieras pensadas para enamorar. La BastidaLa visita a la Cité se complementa con un paseo por la cara moderna de la ciudad: la Bastida de San Luis. Las bastidas consisten en cuadrículas construidas alrededor de una plaza central y forman parte de una tendencia propia del siglo XIII. La Bastida de San Luis cuenta con la imponente catedral de San Miguel, que tiene su acceso principal en la calle Voltaire, adornada por un hermoso jardín y una estatua de Notre-Dame de la RominguiËre del siglo XIV. Continuamos el recorrido hasta la casa de Senescal, la más antigua de la Bastida, que junto a las iglesias de San Miguel y San Vicente fueron las únicas construcciones que sobrevivieron al incendio provocado por el Príncipe Negro en su intento por destruir la ciudad. Hasta diez palacetes se cuentan en la Bastida de San Luis, entre ellos, el Palacete de Murat y el de Rolland, de bellísimas fachadas, ambos con arquitectura del siglo XVIII y ocupados actualmente por la Cámara de Comercio y el Ayuntamiento, respectivamente. HISTORIAS EN SUS CALLESEn la medida que nos vamos abriendo paso por las calles de la Bastida nos encontramos con sus monumentos. Uno de ellos es la Fuente de Neptuno, obra del escultor italiano Barata, ubicada en el privilegiado lugar que los sábados por la mañana se adorna con el mercado de las flores: la Plaza Carnot. La Trivalle Village es la alianza que une la Cité y la Bastida de San Luis, una barriada artística que presume de encanto. Sus andenes desprenden un perfume bohemio que nos lleva hasta las puertas de anticuarios y viejos libreros y que, además, cuenta con galería de arte y una sala de espectáculos.En el número 53 de la calle Verdún la Casa de las Memorias abre sus puertas a la exposición: Jöe Bousquet y su tiempo. También se incluye una visita exterior por la habitación del poeta. Mientras se desarrollaba la primera Guerra Mundial, el poeta francés recibió un disparo en la columna vertebral durante un enfrentamiento con los alemanes. Contaba apenas 21 años cuando la mitad de su cuerpo quedó inmovilizado.Tras este incidente se confinó al encierro en una habitación de su casa de Carcassonne, en la que pasó los últimos días de su vida con las ventanas cerradas, consagrado al oficio de escribir poemas.Las nubes se empiezan a teñir con los colores del atardecer y las dichosas cúpulas de la Cité tienen el privilegio de ver el espectáculo de cerca.Con su pose permanente de postal agraciada, la Ciudadela aparece más bella, si cabe, ruborizada por una puesta de sol que sin duda le favorece, preparada y a punto para una nueva función que, con el beneplácito de sus huéspedes nocturnos, está a punto de empezar.

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