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TRADICIONES

Dos “dulceras” banilejas

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Mercedes Pérez Reyes | Karla Hernández Lockward | Laura DuránBaní

Llegamos a Peravia a comprobar el orgullo banilejo: los mejores dulces dominicanos salen de las manos de sus mujeres y de la espontaneidad de sus industrias. Entre tantos proyectos visitados, solo recrearemos dos de ellos porque simbolizan el espíritu local. Iniciamos nuestro recorrido en la región montañosa de Iguana. Allí se elaboran dulces llamados “venta de horno”. Coco, leche recién ordeñada, batata, azúcar morena y miel. Imaginamos a los indígenas cimarrones que una vez vivieron en esta área y utilizaban las mismas técnicas artesanales. En hornos de piedra, elaborados rústicamente, se cuecen al carbón Hojaldre, Conconete, Pan y Pudín de Batata. “Si me quitan mi horno, moriré más rápido”, responde Ercira Amador a sus hijos cuando estos le piden que deje de vender dulce al horno, actividad que realiza desde hace más de 25 años y que representa para ella, además de su sustento, su vida completa. Ercira, de piel morena y buen tamaño, cuando aprendió a hacer los deliciosos dulces nunca imaginó que serían tan demandados, que muchos como nosotros, subirían a la loma solo para probar las delicias que cada mañana salen calientitas de su fogón. Ercira Amador es madre de seis hijos y abuela de 18 nietos, quienes han crecido a través de la dulce labor realizada por esta trabajadora incansable. “Con mis ganancias mantuve a mi familia, porque era la única entrada de dinero que recibía. Pero ahora ya son hombres y mujeres que trabajan”, expresa orgullosa Ercira. “Me levanto a las 4 de la mañana, enciendo el horno y lo dejo calentando. Los cocos los guayo el día anterior, para dejarlos en almíbar”, manifiesta la señora, mientras comparte con nosotras cómo transcurre un día normal en su vida, desde el momento que decidió hacer dulces. Aunque mantiene una clientela fija desde que empezó a elaborar esas delicias, siempre tiene quien le informe dónde hay un rezo, una velada o una fiesta, pues en esos eventos es donde más venta tiene, por la cantidad de personas que se reúnen allí. Pan y Pudín de batata, Dulce de piña, no importa cual sea el tipo de dulce que prepare Ercira, con leche, coco, almíbar, pero el ingrediente principal que la humilde señora le pone a sus alimentos es amor. Ingrediente que solo utilizan quienes hacen de su trabajo, el mejor de los placeres. Nos despedimos de Ercira, pero cargamos su historia, su esperanza, sus recuerdos y el dulce sabor que sus manos cada mañana elaboran. Eína Sílfida BáezEn la tarde, ya en el pueblo, visitamos otra modesta pero muy conocida dulcería. En la calle Sánchez # 37 se encuentra este emblemático establecimiento de la provincia de Peravia cuya propietaria es, desde hace 50 años, la señora Eina Sílfida Báez. Con una sonrisa nos recibió y como una abuelita consentidora nos permitió probar todo cuanto se nos antojara: Bolitas de leche polvoreadas con azúcar, Dulce de Maní y Pudines. El negocio de Eina es pequeño y acogedor; al entrar, una mezcla de olores dulces y una gran sonrisa otorgada por una de las tres empleadas que trabajan directamente con los clientes, nos dan la bienvenida. Esta confitería tiene una gran variedad de dulces que van desde el Pan de batata hasta los dulces confeccionados con leche y ciruela sin olvidar los populares dulces de maní y coco. Elaborados de forma artesanal. “Y para que queden deliciosos, nada mejor que amar lo que haces”, nos recalcó Eina sonriente. De carácter enérgico, Sílfida es una de esas personas cuya disciplina se forjó a base de trabajo honesto. “Cuando era niña, ayudaba a mi madre a preparar los dulces que vendía”. Al morir su madre, ella quedó a cargo del establecimiento, que ha tenido sus altas y bajas, explicó. -¿De no haber escogido ser repostera, que hubiera elegido?, preguntamos admiradas por el entusiasmo presente en su voz cada vez que hablaba acerca de los dulces. “¿Honestamente?, nunca me he imaginado haciendo otra cosa”, respondió. Un largo y dulce día había pasado. Perdimos la noción del tiempo pues nuestro paladar hacía fiesta en cada lugar que nos deteníamos para degustar de las dulzuras de la tierra banileja.

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