MEMORIAS DE VIAJES
¡Vaya fecha para viajar!
No me fue posible en marzo, ni tampoco en junio. Por fin es en septiembre cuando puedo tomar vacaciones. Es que quise primero darle seguimiento al virus H1N1 que hace estragos. Es decir, la ya famosa Gripe A, pues confiaba en una pronta vacuna. Aparte de, claro está, sacar cuentas y más cuentas. Al igual que en años anteriores, para volar de Santo Domingo a Madrid reservo asiento en la aerolínea Iberia. Por haches o por erres fijo el viaje para el viernes 11 de septiembre. Muy quitada de bulla olvido que en esa fecha es el aniversario de aquel ominoso día en el año 2001 cuando cuatro aviones comerciales fueron secuestrados por terroristas en atentados suicidas: dos contra las Torres Gemelas, uno contra el Pentágono, y otro que cayó en un campo abierto de Pensilvania, porque los pasajeros percatados de lo que sucedía intentaron impedirlo. Tras tales disquisiciones heme aquí con un plan de viaje que comprende tres capitales: Madrid, París y Dublín. La primera es mi puerta de Europa, donde de joven incluso viví, y a la que vuelvo cada vez que el presupuesto lo permite. En la segunda he estado un par de veces, pero la última data de trece años atrás. Y la tercera se presenta como una total desconocida. Decido que parte de mi recorrido he de hacerlo en un tour con una agencia de viajes dominicana por dos razones: facilidad de transporte para visitar el santuario de Lourdes, y porque el dinero rinde más. A la búsqueda de quién lleva a Lourdes, a mis manos llega un folleto de Iberojet. ¡Presto! Ahí está!, incluyendo el valle del Loira con sus impresionantes castillos que desde tiempos ha me interesaba visitar. ¿Quién representa Iberojet?, pregunto a quien me facilitó el folleto. “Prieto Tours”. Y con quien debo hablar es con Sonia Méndez, directora de Relia Representaciones Turísticas, que en dicha agencia funciona. En cuanto a Irlanda, voy por mi cuenta y no en grupo. Y entro en la web para ver información de hoteles en Dublín. ¡Caray!, son demasiados para una adecuada elección. Y no queriendo encontrarme con sorpresas desagradables, a Sonia solicito reservarme un hotel. Ella no decide cuál, sino que envía los nombres de aquellos con los que tiene relación comercial, y tomando también en cuenta que ando sola. Conviene una zona céntrica para desenvolverme a pie. Como dicen los americanos “within walking distance”. Aun así, no selecciono al azar. En Internet averiguo detalles: ubicación, lugares cercanos, facilidades en la habitación, y opiniones ñcríticas buenas y malas- de personas que en ellos han pernoctado. Tomada la decisión, confío en no haberme equivocado. Me alojaré en el Central. Lo que mucho me confunde es el clima. Son tres ciudades, cada una con un promedio diferente de temperatura en septiembre. En Madrid me espera a la llegada una máxima de 17 a 29 grados centígrados. París andará por los 22 mientras Dublín tiene un 17 como máxima. Por eso veo que he de cargar con una capa que tiene el forro de quita y pon. Espero que no llegue muy ajada cuando tenga que sacarla de la maleta. Pagados ambos viajes ñla excursión por tierra y los traslados en avión-, y reservadas por mí las últimas seis noches en el Apartahotel Recoletos donde acostumbro alojarme en Madrid, reservo el traslado de mi casa al aeropuerto con Quintín, el chofer que desde hace unos 15 años me da el servicio de ida y vuelta al aeropuerto. ¡Ya estoy lista para las vacaciones!