La Vida

LECTURA COMPRENSIVA

Continúa Miguel Arbaje, desde Houston

La poda (3 de 3)Pensando en un contexto más amplio, pienso que nuestras instituciones dominicanas deben ser podadas, que el país debe ser podado. Y este es el momento de hacerlo. Vemos que los frutos esperados se dañan y muchos nacen podridos. La educación tiene que sufrir podas. Tenemos que luchar para que nuestro país salga de la ignorancia. A la vez debemos hacer injertos de ética, de civismo, para que nuestros jóvenes se desarrollen con fortaleza moral. También hay que podar el sistema de salud. Trabajar la medicina preventiva, sobre todo. Que la salud sea un derecho de todos, no sólo de los que pueden pagar los costos excesivos de ciertas enfermedades. ¿Y el Poder Legislativo? ¿Para qué tenemos tantos diputados y senadores? No hay caminos decentes en los pueblos que representan, para que ellos circulen en sus costosas yipetas pagadas con el dinero de los contribuyentes. Me da vergüenza escribir de estas interioridades de mi país, por los amigos extranjeros que leen esta columna, pero quizás así sintamos algo y nos decidamos a actuar. Y sigo con ellos, y las fundaciones de esos “líderes políticos”, cuyos fondos bien podrían ser usados en instituciones como Rehabilitación, la Asociación de Ciegos, la de los sordos, que realmente trabajan y viven de la caridad, mendigando fondos y atenciones para los verdaderos necesitados. Debemos podar al país de los demagogos, de los que piensan que el poder es para enriquecerse. De aquellos que piensan que dando sueldos lujosos a amantes, compadres y demás hacen obras de caridad. Me alegra ver que estemos tomando conciencia, que la gente se reúna y exija que RD se maneje como una verdadera nación. Hay que parar la corrupción; exigir, denunciar, vigilar y hacer valer el derecho de los votantes. Quisiera volver a nuestra República Dominicana, pero a la vez quisiera volver a una nación que luche por organizarse, para que pueda seguir sintiéndome orgulloso de ser dominicano, de volver a una tierra donde todos procuremos la felicidad de vivir en paz. No es la extensión del territorio, ni los recursos que este posee, ni la cantidad de habitantes... Es el coraje que pongamos todos los que amamos nuestro país; es el deseo de organizarnos. Es podar desde nosotros mismos hasta involucrarnos en la toma de decisiones. En nuestras manos no están todas las soluciones, pero sí podemos hacer pequeños esfuerzos, cada día, para resolver los grandes males. Ese es un legado que nuestros hijos merecen.

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