La Vida

LECTURA COMPRENSIVA

La poda

(1 de 3)De nuevo, cuento con la colaboración de Miguel Arbaje, desde Houston, donde permanece buscando su recuperación física. Y de paso, me autoriza para que publique algunas de sus reflexiones. Esta vez debí dividirlas en tres, pues no tengo suficiente espacio, pero no quiero dejar de publicarlas completas, ya que pueden servir para que otros y otras también reflexionen sobre un tema que concierne a todos. En días pasados, reflexionaba sobre los detalles, y me di cuenta de algo que sucedía con las plantas. En otoño pierden las hojas, para soportar el duro invierno, y luego retoñar con fuerza y colorido en la primavera. Muchas de esas plantas eran sometidas a una poda, que no es más que cortar sus ramas, sobre todo, las débiles, para que puedan renacer fortalecidas y dar flores y buenos frutos. Hice una comparación con lo sucedido en mi vida, y me percaté de que yo había sido sometido a una poda, cortando cosas que no sabía que me quitaban fortaleza. De ser una persona saludable, trabajadora y creyéndome ser un buen familiar y amigo, paso a un plano donde mi situación cambia radicalmente. Ya no contaba con salud; no podía ejercer mi trabajo y, mucho menos preocuparme por ello, y alejado de mi familia y de mis amigos. Aquí es donde veo actuar la mano de Dios. Entiendo que he sido podado. Mi salud comienza a renacer con fuerza y rapidez. Paso de ser desahuciado a una constante mejoría. Y con FE sé que pronto estaré recuperado con la gracia de Dios. Mi Compañía de Ingenieros ha continuado, encontrando nuevos protagonistas que han asumido un papel ejemplar en la empresa. Mi familia, cada día, pendiente uno del otro. Y mis hijas, como ya dije en otra entrega (La Resiliencia, 7-7-09), pese a nuestra ausencia, han superado la difícil situación y han madurado y actuado maravillosamente. ¡Y qué decir de los amigos! Me han dado una de las más grandes satisfacciones que alguien puede recibir como muestra de amor y amistad. Mi vida, a pesar de todo lo acontecido, se ha fortalecido. No hay cabida a la desesperanza, tristeza o amargura. Es un vivir de verdad cada momento que el Señor nos regala.

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