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Gernika es un símbolo vasco

EL PASADO JUEVES 7 DE MAYO, BAJO EL ÁRBOL DE GERNIKA PRESTÓ JURAMENTO EL SOCIALISTA PATXI LÓPEZ COMO LEHENDAKARI DEL PAÍS VASCO

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

Santo Domingo.- Sobre un terreno de difícil topografía con algo más de ocho kilómetros de extensión está Gernika, acogedora villa convertida en sinónimo de paz. Su nombre, sin embargo, no se asocia generalmente a la ciudad, sino a la más famosa y dramática pintura de Pablo Picasso: Gernika (en euskera, el idioma vasco); Guernica (en español), una obra de arte nacida como un grito desgarrador contra la guerra en general. La llamó Gernika al conocer la aniquilación del pueblo durante la Guerra Civil en España, cuando fue bombardeado por pilotos alemanes de la Legión Cóndor, siendo éste considerado como “el primer ensayo de guerra total en el mundo”. Por estar extramuros sobrevivieron el complejo de la Casa de Juntas, el árbol de Gernika, el Palacio Alegría... “Gernika es probablemente el lugar de la memoria vasco ‘par excellence’. No existe ningún otro lugar, ni personaje, ni símbolo en la memoria colectiva de los vascos que haya alcanzado una presencia tan importante como ha tenido y sigue teniendo esta pequeña población vizcaína”, dice Ludger Mees en la revista del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco. Tal arraigo data de la Edad Media cuando bajo un árbol (el símbolo más universal vasco), junto a la Casa de Juntas se celebraban las asambleas. Un grueso tronco de roble con más de 300 años, al que llaman “Aretx Zaharra” (Árbol Viejo), es conservado como reliquia en el centro de una glorieta. En su entorno se siembran sucesivos ejemplares perpetuando su significado simbólico. Dos museos sacuden a quien los visitaEn una reiteración de lo que el Árbol Viejo en Gernika significa, en la Casa de Juntas alojada en un edificio neoclásico con pinturas del siglo XVII, un magnífico vitral de 235 metros cuadrados instalado en 1985 en el techo de la sala de la Vidriera, “gráficamente recoge su simbolismo como punto de encuentro de los distintos municipios de Bizkaia (Vizcaya)”. En el referido edificio no hay señal, empero, de la tragedia sufrida por el poblado en 1937. Para adentrarse en aquella tragedia que aún conmociona, el visitante ha de llegar hasta el Museo Euskal Herria (del País Vasco) en el Palacio Alegría, y al local de la Fundación Museo de la Paz de Gernika, en la Plaza de los Fueros. El primero, instalado en un palacio barroco típico del País Vasco, de 1733, en cuyo auditorio escuché con estupefacción los estremecedores testimonios de supervivientes del ataque y contemplé perturbadoras imágenes de aquel monstruoso hecho. Arte por doquierTuve asimismo la oportunidad de presenciar en una filmación cómo las autoridades de Alemania reconocen, muchos años después, la responsabilidad del bombardeo en una carta del presidente Herzog a los supervivientes, admitiendo la participación en la destrucción de la villa. Fue el acto simbólico que, en la década del 80, inició el proceso para que los guerniqueses se reconciliaran con su agresor. Los otros espacios del museo recogen la génesis, el desarrollo y la cultura de esta región, mediante cuadros, grabados, dibujos, muebles, documentación, etcétera. Muestra asimismo exposiciones temporales de arte. En cuanto a las amplias y modernas instalaciones del Museo de la Paz el visitante, que como yo se sienta en el banco de una pequeña habitación donde la escenografía reproduce el ambiente de 1937, se verá de buenas a primeras sintiendo en su entorno el aterrador bombardeo, mediante un espectáculo audiovisual de efectos extraordinariamente reales. Uno se convierte en testigo y partícipe de ese dramático acontecer “minutos antes y después de la destrucción de su pueblo”. Aún así el museo, a través de sus diversas manifestaciones ofrece una lección de paz, en esta villa proclamada Bakearen Hiria (Ciudad de la Paz). La Fundación Museo de la Paz de Gernika, de la cual son patronos el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Vizcaya y el Ayuntamiento de Gernika-Lumo, ofrece en este lugar “un escenario que no aspira a imponer verdades absolutas, sino que invita a cuestionarse y a dialogar sobre la paz”. Ocurre incluso mientras uno pasa con recelo junto a una monstruosa bomba imaginando destrozos y muertes. Pese a toda la crudeza tiene, como cada espacio del museo, una motivación: creer en la paz. Todo está a un pasoSi bien a ratos las calles se elevan o descienden, desplazarse a pie por la ciudad es asunto fácil, ubicando sin problema los principales puntos que interesan a quien llega a la villa con espíritu proclive a entender lo que pasó y lo que hoy es. La cercanía entre uno y otro lugar permite que tras visitar el árbol de Gernika, la Casa de Juntas y los museos del País Vasco y de la Paz, se conozcan el mismo día las esculturas del Parque de los Pueblos de Europa, la Iglesia de Santa María, la Plaza de los Fueros y el mural de Gernika. Dependiendo de la hora de llegada y el horario de visitas será el trayecto. Cada cual a su manera lo realiza. Desde el árbol de Gernika, en un corto paseo agradable y vigorizante se llega hasta las esculturas de Eduardo Chillida y Henry Moore, en el lado norte del Parque de los Pueblos de Europa, extensión que alberga una variedad de árboles y arbustos, y un riachuelo que desemboca en un estanque. La obra de Chillida, con el nombre vasco “Gure Aitaren Etxea”, está hecha en hormigón mezclado con virutas de hierro y acero. Una de sus perforaciones deja ver, a lo lejos, el árbol de Gernika. En cuanto a la escultura de Moore “Gran figura en un refugio’, es parte de la serie “War Helmets” (Cascos de Guerra). La forman un casco partido con connotaciones militares y un cascarón orgánico con forma de mujer. Cercana al Museo del País Vasco se yergue la antigua iglesia de Santa María cuya construcción empezó en 1418, un templo gótico. Por su historia accidentada se retrasó hasta 1715, con estilo de “iglesia-salón”, ya renacentista, habitual en el denominado “gótico vasco”. Resistió el bombardeo, pero las llamas destruyeron el archivo parroquial. A corta distancia sorprende una reproducción artesanal, en azulejos de cerámica, del cuadro Gernika de Picasso en un muro al aire libre, tras el cual destacan balcones de un edificio de apartamentos.

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