FOLCLOREANDO
Mi primer sueldo
En segundo de primaria me exoneraron la caligrafía en el colegio Mary Lithgow en Puerto Plata. Esos días de trabajo eran parte de mis vacaciones en casa de Fello, que estaba casado con mi hermana Sofía Almonte. Aquel período sirvió para que continuara con ese apego a la escritura. Fue mi primer trabajo en mis vacaciones de 1968, sin remuneración en metálico, pero sí en formación, ya que mis letras son redonditas y transcribía las actas de nacimiento de un registro a otro solicitado por el juez Rafael Bergés (Fello), en Gaspar Hernández. Mi segundo trabajo, pagado en metálico, fue en la Farmacia Española en la María Montez con Peña Batlle en Villa Juana. Cada año esperaba esos 10 pesos oro. Laboraba un fin de semana cada diciembre en el inventario que se hacía, cuyo dueño me contrataba para escribir el nombre del medicamento y el precio. Sé que José, el propietario, me contrataba porque a pesar de que mis letras son legibles y bonitas, por cierto, reconocía que yo era muy trabajadora, quería superarme y que necesitaba esos cuartos, porque ya era huérfana y esa boronita me hacía falta. A mediados de los años 70 era mucho dinero para mí, y mucho más en Navidad. En José conocí a un verdadero ser humano. A un hombre que no se limitaba a ser dueño de una farmacia, sino a orientar a sus clientes que eran como su familia. Muchas veces me daba cuenta de que José recomendaba el medicamento menos costoso y le daba seguimiento a los enfermos, tenía empatía. José sigue siendo querido en Villa Juana y también sigue tocándoles el hombro, para darles fortaleza, a los que van a contarle un problema en su ahora Farmacia Gilda, en la Alonso de Espinosa con Francisco Villa Espesa. Recuerdo que siempre lucía su chacabana blanca, impecable, como símbolo de pulcritud y formalidad, duraba horas y horas atendiendo a una persona, que no solo iba a comprar, sino a buscar aliento, y José se lo daba. Esa formación humanística de este hombre debemos copiarla y transmitírsela a nuestros hijos, porque es lo que queda plasmado en el individuo. José, esas experiencias se las transmito a mis hijas, porque sé lo valioso que es la formación y el tener que “guayar la yuca” desde temprana edad. Gracias por emplearme.