REFUGIO
El joven rubio de la Lexus blanca
Jueves 8:15 de la mañana, avenida Máximo Gómez, él y yo ubicados en un autoservicio de un restaurante de comida rápida, al parecer amanecimos con hambre. Ya él está en la ventanilla, yo detrás. Siento que una goma de mi vehículo comienza a vaciarse, salgo del carro para revisar. De repente, veo como un vaso plástico que sale volando de la fabulosa Lexus blanca y cae. Chequeo que aún me da tiempo de pedir algo antes de que mi goma “finiquite”, pero la curiosidad no me deja, y quiero conocer a la persona de la acción. Así que me acerco a la moderna yipeta y ¡vaya sorpresa! Quien estaba conduciendo tenía el aspecto de lo que toda joven adolescente puede soñar: era bello, joven... pero... puerco y grosero. Levanté el vaso del piso y le dije con mi bella sonrisa: “Joven, creo que esto se le cayó”. Él, con mirada de vete al carajo, agarró el vaso y lo tiro al piso por segunda vez, contestando: “Yo lo tiré en el piso, porque soy un puerco”. (¡Bueno!.. el lo reconoció). El joven blanco y rubio iba acompañado de otro joven negro, quien me miró con cara de complicidad, casi al punto de leerle la mente y decirme, oye, no te afanes, que esa persona no tiene conciencia de lo que es limpio. Recojo el vaso del suelo otra vez, y escucho al “bello” joven decir: “Qué buena samaritana”. Ante ese comentario no pude quedarme en silencio y respondí: “No es que sea buena samaritana, sino que no concibo que una persona pueda ser tan puerca como tú”. Agarré el vaso y lo eché en el zafacón. Lo peor del caso es que esa persona no sabe que un vaso plástico dura mil años para desintegrarse, y causa daños tan graves como el aumento de las enfermedades respiratorias, cardiovasculares e infecciosas, causadas por mosquitos, plagas tropicales y muchas otras cosas. Ese joven de la Lexus blanca, no sabe que él mismo está cavando su propia tumba...