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La Vida

Parisino para toda la vida

PARA QUIENES DESEAN CONOCERLA CAMINANDO CON UNPARISINO, LA SOLUCIÓN ES WWW.PARISGREETER.ORG

María Isabel SoldevilaSanto Domingo

PARÍS, FRANCIA.- Respirar pesa. ¿Será el ánima de Modigliani penando entre pinceles? ¿Serán Gauguin y la sal del Pacífico? ¿Será el tiempo detenido? La academia de pintura “de la Grande ChaumiËre”, en el mítico Montparnasse, cierra en agosto. Por eso los lienzos duermen, los taburetes descansan cuando un grupo de “parisinos por un día” traspasa la frontera y entra al mundo de los bocetos, de los dibujos, de los desnudos, del color. Dominique Cotto tiene la emoción del un adolescente en su primera cita. Él, que va tocando puertas y descubriendo a París todos los días, rara vez logra entrar aquí con sus visitantes. Desde 2007 preside la Asociación “Parisino por un día, parisino para siempre” (parisgreeter.org), cuyo propósito es cambiar la imagen negativa de los ciudadanos de esa urbe y acoger a visitantes que deseen conocer los tesoros que no aparecen en las guías turísticas. Los paseos con Dominique Cotto, ingeniero químico, tienen la magia del alquimista: el típico restaurante “Chez Nenesse”, de la Rue Santonge, en el Marais; la panadería con horno de ladrillos de la avenida Crimea, en el distrito 19; o la cascada de unos 20 metros de altura en el parque Buttes de Chaumont... el París de los parisinos. París se descubre sólo caminandoEl queso de cabra que sirven en Chez Nenesse tiene, a veces, un ligero sabor a roquefort. La patrona los corta con el mismo cuchillo, y el comensal, sentado en una mesa con un mantel a cuadros rojos y blancos que comparte probablemente con extraños, puede salir premiado. Es un bistro sencillo, al que van amigos y colegas a almorzar el plato del día, servido con cariño. Es uno de los favoritos de Dominique Cotto, presidente de la asociación “Parisino por un día, parisino para siempre (Paris Greeter)”, un grupo voluntario que persigue, y logra con frecuencia, cambiar la percepción generalizada de que los ciudadanos de París son odiosos. Dominique Cotto ama su ciudad. La conoce bien porque la camina –caminar es la clave de este proyecto que ha llevado a 1,300 turistas de 35 países por rincones inesperados de la ciudad de Víctor Hugo y el barón Haussmann. Cotto no tiene miedo de sonar timbres, saludar y pedir permiso para entrar en cualquier barrio. “La mejor hora es cuando van a sacar la basura. No les queda más remedio que abrir la puerta, y uno puede ver lo que hay dentro”. Su recompensa es haber encontrado jardines de rosas, estudios de artistas (los “ateliers”), tesoros gastronómicos y hasta huertos en medio de una ciudad en la que el metro cuadrado cuesta en promedio 5 mil euros. Para viajar como un parisino más Basta con entrar a la página web de la asociación www.parisgreeter.org y llenar, en inglés o francés, la petición de una caminata. Es preferible hacerlo con antelación, un mínimo de dos semanas antes del viaje es requerido para asegurar la presencia de un voluntario en el idioma solicitado. El español es uno de los disponibles. El trabajo de la asociación es completamente voluntario, auspiciado por la alcaldía de París, la oficina de turismo de esa ciudad y Parigramme. Los “guías”son personas que muestran el sector en que viven o uno que aman y conocen bien sin cobrar un centavo. A veces, los visitantes cubren con costos de transporte por metro o autobús del voluntario, pero la mayoría de las visitas se hace a pie. Es importante que las personas interesadas se mantengan en línea, incluso cuando se encuentren en París, pues toda la comunicación con la asociación se hace por correo electrónico. Por Internet también se pueden hacer donaciones a la asociación. Los voluntarios no garantizan un paseo justo en el distrito que el visitante desea, sino “encuentros” con parisinos. Descubrir en medio de la ciudad una cascada artificial, un viñedo, un panal de abejas en el jardín de Luxemburgo vale la pena. Pasearse por las villas de la Mouzaïa, nombradas por una batalla librada en Argelia, y encontrarse en la intersección de las calles Liberte, Égalité y Fraternité tiene esa mística que las calles de París ofrecen siempre. Otras ciudades “amigables” El origen del programa está en la ciudad de Nueva York, que comparte con París la reputación de agresiva y mal educada. El concepto de grupos de “saludadores” o anfitriones ha mostrado otra cara de la gran manzana a unos 75 mil visitantes de 124 países, según el sitio de Internet www.bigapplegreeter.org. Otras ciudades que se han integrado y se pueden visitar de la mano de un voluntario son Houston, Texas; Chicago, Illinois; Toronto, Canadá; Melbourne y Adelaide, Australia; Buenos Aires, Argentina; Nantes, Francia (además de París). En Inglaterra están Thanet, Kent y La Haya, en los Países Bajos.

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