Los buenos propósitos
D esde hace años Isabel Allende comienza sus novelas el 8 de enero. Todo comenzó cuando en ese día de 1981 le escribió una carta a su abuelo moribundo que dio origen a su primera novela, La casa de los espíritus. Desde entonces a la célebre novelista chilena no le ha faltado el rigor para, recién comenzado el año, sentarse a escribir libros que acaban siendo auténticos bestsellers.
Podría decirse que cada 8 de enero a Allende la visitan las musas, pero lo que realmente ha contribuido a su éxito es el firme propósito de sacar adelante sus tramas. A sus espléndidos 81 años puede dar lecciones a más de uno acerca de los resultados de su fuerza de voluntad. Eso es precisamente lo que suele escasear cuando nos enfrentamos a la lista de metas que nos proponemos después de las campanadas.
En las encuestas invariablemente la mayoría tiene como prioridad mejorar físicamente a fuerza de ejercicio y de comer menos. Es una intención que año tras año se sitúa en primer lugar y se convierte en réditos millonarios para gimnasios que acumulan membresías en enero, a sabiendas de que muchos de los contratos que se firman acaban por languidecer con clientes que, al cabo de unos meses, suelen abandonar las pretensiones de ponerse a punto y sacar músculo.
Otro de los grandes propósitos de, si se quiere, enmienda, es dejar a un lado vicios como el cigarrillo, la bebida o incluso la glotonería. No hay nada como los excesos navideños para poner de manifiesto los efectos de al menos tres hábitos que pueden acabar siendo peligrosas adicciones. Es el momento de los parches de nicotina, contar las calorías de las bebidas alcohólicas o acudir a un nutricionista en busca de un régimen sostenible. También es verdad que en esta era Ozempic muchos sencillamente se saltan los sacrificios del gimnasio y las dietas, gracias a una inyección supuestamente mágica que elimina el apetito hasta dejar en los huesos a la legión que ahora recurre a médicos poco escrupulosos.
Lo que está claro es que la resaca de la despedida de año viene acompañada de un rosario de buenas intenciones que hasta los propios medios resaltan en artículos con todo tipo de consejos: comenzar con buen pie en el trabajo, con los amigos, hasta con la pareja, si es que ésta ha sobrevivido al estrés de las fiestas. Resulta ser que hay más divorcios después de estas celebraciones que son toda una prueba de fuego para las relaciones interfamiliares. O sea, si no se han llegado a tirar todos los trastos a la cabeza, lo que queda por delante es la finalidad de optimizar la vida en común que incluye, también, sesiones de terapia, pues no sólo lo físico permite reformas.
Cada año pasamos por el ritual de imaginar una vida mejor: con más salud, prosperidad, amor, viajes, oportunidades. En suma, más de todo lo bueno a lo que aspiramos con el fin de alcanzar una felicidad, si no suprema, al menos razonable. De ahí la batería de objetivos que nos imponemos con ese primer brindis que marca un nuevo comienzo. Pero para la renovación es imprescindible dar el salto de los buenos deseos a los hechos.
Eso es lo que cada 8 de enero Isabel Allende hace cuando comienza una nueva obra, y desde ese momento dedica sus jornadas a la escritura hasta concluir su próxima novela. De esta fecha tan especial para ella, ha dicho, “el 8 de enero se convirtió en un buen hábito; me dio disciplina.” Esa es la clave. Feliz Año Nuevo y que se cumplan todos los buenos propósitos.