Reforma policial
La idílica sede de formación para una nueva raza policial
“Vamos a tener mejores policías, a partir de aquí no vamos a seguir siendo los mismos. Estamos formando un agente con sensibilidad”, dijo el coronel Jorge Landeta Estrella, director de la escuela.
Unos 817 nuevos agentes que se esfuerzan por pertenecer a las filas de la Policía Nacional son adiestrados en la recién inaugurada “Escuela de Entrenamiento Policial en Gaspar Hernández”, un idílico campus en el que se reflejan los fundamentos de una novedosa reforma que busca crear una raza de comisionados del orden con mayor preparación y más humana.
Más de un millón de metros cuadrados conforman el complejo que posee un amplio terreno vegetativo, acceso a la playa, cinco piscinas para prácticas de natación, 845 habitaciones para instructores y conscriptos, estos últimos repartidos de a 4, y 30 aulas climatizadas en las que recibirán un total de 25 asignaturas hasta agotar sus seis meses de estudios.
En este lugar, en el que lucen los yacimientos de que alguna vez fue un hotel abierto para el disfrute del público, además se cuenta con una enfermería con 6 camillas disponibles para atención primaria.
Asimismo, una ambulancia para rápido traslado al hospital más cercano, un área para atención psicológica, un preparado campus de tiro, un gigantesco comedor, una explanada para ejercicio físico y formación, un gimnasio y un espacio con máquinas automáticas de lavado y secado.
Nace una nueva raza
En la inmensidad del Gaspar Hernández, las reglas se hacen notar. Cientos de conscriptos vienen y van entre las calles asfaltadas, con zonas que complementan los más de cuatrocientos metros cuadrados en construcciones distintas entre concreto y madera; obedientes a las órdenes emitidas por cualquiera que se les asienta por encima, según la cadena de mandos.
Estos más de ochocientos jóvenes, entre 18 y 24 años, que por requisito de entrada es notable que poseen una buena condición física y mental, estatura promedio, sin antecedentes penales, aretes o tatuajes, además de una condición médica virtuosa, y otras tantas características, responden con un “¡señor, sí señor!” a lo que se les pida.
A más de un mes de su llegada, en septiembre, lucen bronceados por las largas horas bajo el sol, en jornadas diarias que inician a las 4:45 de la madrugada y culminan a las 6:00 de la tarde.
Los conscriptos no caminan, corren; no bajan la mirada, se mantienen rectos con la vista al frente; no reniegan, acatan; no se quejan, según sus propias palabras, agradecen por la oportunidad de servir a la patria desde una institución “tan valiosa como la Policía Nacional”.
Bajo la guía del coronel Jorge Landeta Estrella, quien también es el director de la Escuela de Entrenamiento Policial en Hatillo, San Cristóbal, y el teniente coronel Dionis Smith Sanchez, quien funge como subdirector del plantel que es dependiente de Hatillo, la Policía Nacional y el Ministerio de Interior y Policía pretenden capacitar y fomentar una educación en valores reales en quienes se gradúen como rasos, diferentes a los que los más de 35,000 agentes que conforman la vieja guardia, aquella que se codea con la sociedad y devengan su lamentable rechazo, habían aprendido.
“Vamos a tener mejores policías, a partir de aquí no vamos a seguir siendo los mismos. Estamos formando un agente con sensibilidad, con mayor preparación, con conocimiento y entendimiento de los derechos humanos que le confieren al ciudadano y a él mismo. Estamos haciendo las cosas diferentes y vamos a ver resultados diferentes”, aseguró el coronel Landeta, quien acompañó a un equipo de Listín Diario, junto a otros técnicos de Interior y Policía y de su propia entidad, durante un recorrido extenso por el campus de Gaspar Hernández.
Como se buscan resultados diferentes, quienes fueron instruidos en años anteriores y forman parte de la Policía, son los primeros en resaltar los drásticos cambios, centralizados no sólo en la educación, sino en el valor de la salud mental y una buena inteligencia emocional.
Una nueva policía
Resistencia.
Cinco minutos, cientos de hombres y unas diez duchas; camas duras, pequeñas e incómodas; la comida… para quien pudiese ingerirla; contacto nulo con familiares o personas de afuera; y un trato tan duro y rudo que irrumpía en una línea fina con la violencia emocional; así era en el pasado el trato en una escuela de entrenamiento policial.
Condiciones.
Ahora, en Gaspar Hernández, una habitación en las mejores condiciones es adecuada con dos camarotes para cuatro agentes, quienes también poseen un baño dentro para todos y deben velar por el correcto mantenimiento de su sector. Siendo que el lugar fue adecuado por la propia cadena de hoteles a la que pertenece, con la que el Gobierno firmó un contrato de alquiler con opción a compra por tres años.