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Don Ramírez vive a sus 104 años entre la precariedad y el olvido

A pesar de su avanzada edad y dificultades visuales y auditivas, don Ramírez trabaja sin descanso desyerbando la tierra en terrenos de la comunidad, lo que le permite ganarse “el peso” con el que suple sus necesidades prioritarias.

La "vivienda" de Ramírez Domínguez esta en pésimas condiciones.

La "vivienda" de Ramírez Domínguez esta en pésimas condiciones.LEONEL MATOS/LD

Con su machete en mano y a paso lento mientras es auxiliado por su bastón, Ramírez Domínguez, de 104 años, camina cada día las calles de El Valiente, en Santo Domingo Este, en busca del sustento para alimentarse diariamente.

A pesar de su avanzada edad y dificultades visuales y auditivas, don Ramírez trabaja sin descanso desyerbando la tierra en terrenos de la comunidad, lo que le permite ganarse “el peso” con el que suple sus necesidades prioritarias.

“Así es que me gano la vida, imagínese, esto me da el peso… me dan RD$500, me dan RD$600”, contó a reporteros de LISTÍN DIARIO al ser abordado cuando cumplía con sus labores en una propiedad de la comunidad, vestido con unos pantalones sucios de tierra, amarrados con cordones para evitar que se le caigan.

Oriundo de San Francisco de Macorís, no sabe qué más hacer con sus manos que trabajar la tierra, puesto que es el oficio aprendido desde niño y con el que todavía, con dificultades y lentamente, se gana la vida y aun así vive rodeado de precariedades, pobreza y carencias.

Llegó hace 32 años a la localidad y desde hace cuatro años vive en la parte trasera del solar de uno de sus 11 hijos, en una habitación levantada y techada con hojas de zinc, y únicamente dos puertas del mismo material.

“Ta’ fea sí”, avisó mientras guiaba a un equipo de LISTÍN DIARIO hasta el camino de lodo y piedras que conduce a lo que llama su casita.

Un colchón desgastado sin sabana, cubierto por un mosquitero y un plástico con óxido para evitar la humedad de la lluvia, un palo simulando ser un tendedero con varias camisas, unos cuantos galones de agua, dos cubetas y una silla, dan la bienvenida a la única habitación que tiene la vivienda.

El piso luce sucio, el techo está lleno de telas de araña y grietas que lo exponen a las inclemencias del clima, especialmente en temporada ciclónica, donde llueve adentro y escampa afuera.

“Yo no me mojo porque le puse un plástico ahí, pero ahí cae agua en cantidad”, narró el señor que figura en su cédula de identidad con 81 años, por declaración tardía, aunque asegura que su nacimiento se remonta a 1920, pero no recuerda con exactitud qué día o qué mes.

La periodista Melanie Cuevas durante la entrevista con el adulto mayor residente en La Caleta.

La periodista Melanie Cuevas durante la entrevista con el adulto mayor residente en La Caleta.LEONEL MATOS/LD

La falta de condiciones para que un adulto mayor como él habite en este espacio se evidencian en la inexistencia de una bañera o siquiera un sanitario en el que hacer sus necesidades fisiológicas.

“Yo lo hago en una cubeta (sus necesidades fisiológicas) y lo botó para allá atrás, en una cueva”, respondió al ser cuestionado por la existencia de un baño en su casita.

Bañarse es otra aventura. Cubre esta necesidad con los galones que por sus propios medios llena en una llave de la zona y traslada hasta su espacio.

No tiene nada

“Nada, nada, no tengo nada, nada más la tarjeta de comprar la comida”, aseguró don Ramírez, quien es beneficiario de la tarjeta Supérate que da el Gobierno, sin embargo, no goza de una de las pensiones solidarias dirigidas a adultos de 60 años o más que gestiona el Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape).

Pese a su avanzada edad, don Ramírez se dedica el difícil oficio de desyerbar en su comunidad.

Pese a su avanzada edad, don Ramírez se dedica el difícil oficio de desyerbar en su comunidad.LEONEL MATOS/LD

Quiere un radio

En la estrechez de su rancho, don Ramírez no tiene una televisión o un radio con el que enterarse de las noticias o escuchar música.

“Un radito, no tengo, pero me gustaría para oír música”, dijo con una sonrisa nostálgica.