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El mabí seibano es un placer sensual

Monumento al Mabí, en El Seibo

En 1883, los parroquianos de El Seibo inauguraron una bebida de indudables poderes afrodisíacos. Servida en ‘‘tazas’’ y fabricada a mano a partir de la fermetación de bejuco de indio, raíces y azúcar en agua, el refrescante líquido tomó el nombre de ‘‘Mabí Champán Seibano’’. El hecho aconteció en el restaurante ‘‘Café Ideal’’, frente al parque, en la esquina de las calles Santana y Duvergé.

Lugar de fabricación

Su dueño, Tomás Otto Deisken, había emigrado de Curazao a la República Dominicana en compañía de su hermano Porfirio. Pero a diferencia de éste, que se estableció en San Cristóbal, Tomás se trasladó a El Seibo, donde al poco tiempo contrajo matrimonio con la sobrina-nieta del general Antonio Duvergé, llamada Dolores, con quien procreó una familia ejemplar.

Muchos, entre ellos el historiador vegano J. Agustín Concepción, consideran que la fórmula del mabí seibano fue traída desde Aruba por el señor Otto. Incluso, en su folleto ‘‘Influencia de Curazao en la República Dominicana’’, escribe con variaciones el segundo apellido del señor Otto, Deisken por ‘‘Drake’’. El historiador Luis Eduardo Morel considera que estos errores fueron ajenos a la voluntad de Concepción, quien quizás no contaba con una adecuada información.

Mabi

‘‘La fórmula del mabí es netamente dominicana. La que conocemos actualmente es obra de las mujeres. Pudo haberla creado la señora Dolores Duvergé, ya que por la fecha en que contrajo matrimonio con don Tomás Otto, ella era muy creativa en la cocina. Su hija Dolores Onésima me dijo en una ocasión que ella había perfeccionado la fórmula que recibió de su madre’’.

Morel es íntimo amigo de la familia Otto. En plena tercera edad, colabora en la genealogía seibana. Se siente honrado con esa amistad. Sostiene que los Otto llevaron la modernidad en ese pueblo.

Maquina de fabricacion

‘‘Ellos, además de la industria del mabí, trajeron la primera imprenta, el primer auto, el primer teatro, las primeras plantas de luz eléctica, la primera vellonera, y además, fueron los propietarios del primer períodico seibano, Plus Ultra’’.

Concluyó diciendo que: ‘‘Tomás Otto, al comprobar la aceptación de la bebida creada por su esposa, decidió procesarla industrialmente, e instaló las maquinarias para su adecuado procesamiento, así como los primeros envases para añejarlos, llamados damesanas’’.

La industria

El mabí seibano nació como industria doméstica y se ha mantenido así a lo largo de su historia. Incluso actualmente, en su fabricación intervienen sólo cuatro empleados. Se producen entre veinticinco ó treinta cajas de veinticuatro botellas diarias. Sus actuales propietarios están conscientes que se puede producir mucho más, pero para hacerlo necesitan que la Corporación de Fomento Industrial les asigne un préstamo considerable para comprar terrenos y construir una fábrica tres veces mayor.

“En otro tiempo hemos ido a Fomento industrial, pero sólo nos ofrecen entre veinticinco y treinta mil pesos como préstamo, y con eso no se puede ni comprar una camioneta. Por eso decidimos seguir produciendo y distribuyendo Mabí Seibano en pequeña escala a pesar de que la competencia intenta sacarnos del mercado’”, Este y otros testimonios de Ovidio Otto fueron externados a este redactor antes de su fallecimiento en 2021.

“En los últimos años, han aparecido varias empresas de mabí en Santo Domingo y San Pedro de Macorís, pero ni el sabor, ni el color, ni la pureza es comparable con nuestro producto. Aunque copiaron la fórmula, el sabor del mabí seibano mantiene su esplendor. Tenemos todavía algunos secretos a los que esa competencia no ha podido accesar, es por ello nuestra permanencia”, prosigió.

“Tenemos dos tipo de mabí, uno es el añejo, que ha llegado a tener hasta quince años, y el corriente, que a los veinticinco días de fermetación ya está listo. Los vendemos al mismo precio’’, añade. “Otro aspecto que nos impide también crecer como industria es la poca confiabilidad del envase. La actual botella de vidrio que empleamos -la de malta- no resiste la presión que genera la bebida cuando se cierra herméticamente, y puede romperse”, expresa.

Los visitantes se extrañan de que en esta misma ciudad, no todos sus colmados y cafeterías expenden el líquido que distingue a su comunidad. Sólo en dos ó tres colmados se puede conseguir.

“Es el problema de la costumbre lo que hace que los negocios no lo quieran ofertar. Porque aquí en el centro del pueblo, tenemos la fábrica y la gente prefiere venir a comprarlo aquí a cinco pesos la botella”, dice Morales.

La propia empresa familiar es la encargada de distribuirlo a lo largo y ancho del país. El mabí seibano se puede encontrar, en Santo Domingo, en Plaza Central, en el kilómetro siete y medio de la carretera de Sánchez y en el colmado “Mi cariñito”. También llega a varios puntos en Santiago.

Pero la forma más segura y confiable de adquirirlo es en la propia fábrica.

“Aquí vienen a buscar mabí de otros países. Cada vez que el cantante Marco Antonio Muñiz visitaba el país, siempre pasa por El Seibo a comprar su mabí, tal y como dijo en la entrega de los premios Casandra correspondiente al presente año 2002.

Oscar de la Renta y Julio Iglesias mandaban a buscar varias cajas cada quincena”, según afirmó el señor Otto en aquella ocasión.

El mabí seibano adquirió mayor auge por los años veinte. A principios de esa década, la familia Otto inauguró la fábrica y comenzó a embotellarlo industrialmente. El doctor Salvador Goico Morel le compuso una parodia que le dio la vuelta al país, donde se comparaba con una marca de champagne francesa muy de moda por entonces: “...el mabí seibano/que también le puso Dios/la espuma del champagne viuda Clicó”.

Las caravanas de vehículos hacia la Basílica de Higüey los 21 de enero y 15 de agosto, se detenían en El Seibo a tomar mabí. Su precio fue variando con el paso del tiempo, pero siempre se mantuvo al alcance de todos los bolsillos. Comenzó a dos centavos por taza, después, se subió a tres centavos y así, hasta llegar al presente, y masificarse se producción y crearse otras empresas, pero sin el toque que se le da en El Seibo. .

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