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El arte de la prudencia

Las expresiones filosóficas de que la vida es un eterno retorno y de que la historia se repite unas veces como tragedia y otras como comedia recobran fuerza con el contexto global surgido con los cambios políticos en los Estados Unidos.

Los líderes del hemisferio deben volver a nutrirse de la sabiduría que emana de los grandes maestros de Occidente, en los que Baltazar Gracián, el autor del manual El arte de la prudencia, no ha sido superado, con evidencia de que simplemente es imitado por autores de generaciones más recientes.

Como nación pequeña en el contexto global de confrontaciones, el liderazgo de República Dominicana podría encontrar un torrente de sabiduría en la obra cumbre del autor nacido en Belmonte, España, un 8 de enero de 1601 y fallecido un 6 de diciembre de 1658, dejando una estela de luz para iluminar las conciencias y sentar cátedras de entendimiento en la familia humana.

Hoy cobra vigencia El arte de la prudencia, de Gracián, cuando recomienda “ser práctico y conocerse a sí mismo”, “dominar la teatralidad”, “no decir la verdad a menos que no sea conveniente”, “nunca vencer a sus superiores”, “emplear evasivas para evitar los compromisos”, “hacer las cosas con segundas intenciones”, “servirse de los enemigos” y “tener excelentes colaboradores”.

Quienes publican hoy textos de psicología organizacional y dinámica de grupo no hacen más que reproducir las sentencias del brillante jesuita cuando proclamaba que el hombre consumado “sabio en dichos, cuerdo en acciones, es admitido y deseado en el singular grupo de los discretos”. Recuerda que a los príncipes “les gusta ser ayudados, pero no superados, y es mejor que el aviso tenga la apariencia de un recuerdo de lo que olvidaba, en vez de mostrar lo que no se alcanzó”.

Cada día tienen más vigencia las recomendaciones del autor de El arte de la prudencia cuando se refiere a la relación entre superior y subalterno, parecida a la que planteó Aristóteles 325 años antes de Cristo en su obra La Política entre amo y esclavo. “Cualquier derrota es odiosa, y si ella ocurre sobre el jefe es necia o es fatal. La superioridad siempre fue odiada, y mucho más lo es para los superiores. La cautela encubre las ventajas más comunes”, porque será más hallar a quien desea ceder en éxito o carácter, pero no en inteligencia “y menos a un superior”.

Como está de moda el tema de política internacional, Baltasar Gracián no deja de lado lo que son las diferentes culturas y naciones cuando expresa que ninguna se escapa de defectos innatos. Y va más lejos al asegurar que “la cultura puede ser vista como un defecto que censuran los Estados vecinos como cautela o como consuelo”, por lo que corregir “o por lo menos disimular estos defectos es un triunfo, con ellos se consigue el crédito entre los suyos, pues siempre se estima más lo que menos se espera”.

Gracián insiste en la importancia que tiene para los hombres de éxito rodearse de personas capaces para que el mismo sea sostenible. También recomienda la actualización permanente en la medida que van cambiando las épocas. Estuvo convencido de que los hombres eminentes dependen de la época que les tocó vivir. “No todos tuvieron la que merecían y muchos que la alcanzaron no lograron disfrutarla. Algunos fueron dignos de mejor época…”

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