SIN PAÑOS TIBIOS
Un minuto por la USAID
Parafraseando a John Quincy Adams, Kissinger decía que “Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos eternos, sólo intereses”. Pura realpolitik, sólo que dicho en una Guerra Fría donde muchos asumían la inamovilidad ideológica como fundamento, resultaba chocante… más si contradecía los valores pequeños burgueses de Occidente.
Sutilezas aparte, la política exterior estadounidense se basa exclusivamente en sus intereses y se corresponde con el marco mental de su élite en un momento dado.
Así las cosas, la Alianza para el Progreso fue uno de los instrumentos que JFK utilizó para intentar revertir en la raíz las condiciones de base que servían de caldo de cultivo a la subversión, la insurgencia, y, en última instancia, a la revolución. En esa lógica, desde 1961 la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), fue uno de los brazos operativos de esa política exterior, la cual formulaba, planificaba y ejecutaba la política de cooperación estadounidense hacia países en vías de desarrollo.
Como todo instrumento, sirve a los fines de quien lo utiliza y obedece a sus objetivos. Muerto JFK y desvirtuada su esencia, la agencia no sólo sirvió para hacer infraestructuras importantes en países del tercer mundo, sino también para fortalecer las capacidades de control de los gobiernos en la región para hacer frente a la amenaza comunista. El Programa de Seguridad Pública sirvió como plataforma de capacitación de las fuerzas represivas de los regímenes de derecha y, para muestra, Centroamérica, República Dominicana, Brasil o Uruguay son ejemplos de triste recordación (caso Mitrione).
Juzgar el rol y la importancia de la ayuda de la agencia –posteriormente rebautizada como USAID–, sería injusto si sólo vemos esa faceta. Gracias a sus millonarios aportes se han podido realizar en la República Dominicana importantes proyectos de fortalecimiento institucional de entes públicos, capacitación de recursos humanos, infraestructuras críticas, proyectos de seguridad ciudadana, salud pública, agricultura, riego, cambio climático, etc.
En tanto instrumento de política exterior del establishment refleja su concepción del poder… pero también el tiempo político que le toca vivir; y las agendas, prioridades, intereses y visión ideológica de quienes detentan ese poder se escuchan y se reflejan en cada acción de la USAID.
Hoy, por las razones que sea –reales o no–, la administración Trump declaró la guerra a la agencia, no quizás para destruirla, sino para domarla. Ya lo hizo en su primer gobierno –cuando el cambio climático fue desterrado de la agenda institucional– y ahora pretende hacerlo de manera contundente, como señal de dominio, pues nadie renuncia a un instrumento útil a los fines de la política exterior, en tanto plataforma de difusión del paradigma dominante, y Trump lo sabe.
Mientras tanto, cientos de miles de beneficiarios de sus programas humanitarios y de desarrollo en África, Asia y América Latina se quedan sin sus servicios y respaldo; y miles de sus funcionarios y colaboradores están siendo fusilados en el paredón moral de la posverdad… y eso no es justo.