SIN PAÑOS TIBIOS
Tiempo de nuestro cacao
Cuenta la leyenda que Quetzalcoált robó semillas de cacao a los dioses para que los hombres pudieran alimentarse. Cinco siglos después, el cacao es también oro marrón, y al igual que el café, es uno de los commodities más importantes del mundo.
Desde México el cacao se desparramó por el mundo, y hoy, tanto en el Gran Caribe como en tierras andinas o centroamericanas, constituye parte de nuestra cultura, identidad gastronómica y económica.
2024 ha sido un año de muchas turbulencias para el sector, alcanzando el insólito precio US 12,646 la tonelada. En la actualidad, los contratos de futuro a marzo están a US11,316, lo que indica que el mercado asume que los factores que condujeron a su alza se mantendrán.
Los precios reflejan no sólo la relación entre oferta y demanda, también la arquitectura de un modelo productivo planetario dominado por compañías multinacionales, en donde África representa el 70% de la producción mundial [Costa de Marfil (38%) y Ghana (19%) suman el 57%], Latinoamérica 17% (dominicana el 1%), Asia 12% y Oceanía un 1%. En el caso africano, a la realidad de sistemas económicos restringidos, mercados manipulados o regulados por redes corruptas, pequeños productores muy dependientes, bajo apoyo técnico, altos costos de financiamiento, etc., se le suman los efectos del cambio climático expresados en sequías o lluvias torrenciales, plagas, y retos fitosanitarios que han disminuido la producción en más de un 37%, a la par que el capitalismo chino, ávido de materias primas estratégicas (Tierras Raras, Coltán, etc.), hace más rentable a corto plazo la minería ilegal en tierras de cultivos, lo que significa reducción de áreas de siembra y aumento de riesgo de disponibilidad a futuro.
El precio del cacao refleja el temor del mercado ante la reducción de disponibilidad de materia prima y el aumento de precios, con la subsiguiente quiebra de productores y stakeholders.
Puede que el chocolate se convierta en un artículo de lujo, pero nuestro país no puede dejar pasar la oportunidad de apoyar a nuestros pequeños y medianos productores, fortalecer organizaciones cacaotaleras, invertir en tecnologías, mejora genética y soporte técnico; así como financiamiento blando a productores, vendedores y procesadores.
Porque no solamente somos uno de los principales productores de cacao orgánico del mundo, sino que hemos sabido incorporarle valor convirtiéndolo en productos de chocolatería fina, capaces de competir en calidad, sabor, creatividad y precio con cualquier país. Porque, en definitiva –por ejemplo–, detrás de la simpleza y perfección de una barra de Kahkow al 82% o la sofisticación de la barra rellena de pistacho, no sólo está la historia de éxito de quienes creyeron e invirtieron para aprovechar nuestro cacao al máximo, también está la de los productores que lo hacen posible; a los que hoy el mundo les brinda la oportunidad de sacarle el mayor beneficio a su trabajo, –a nuestro cacao–, y por eso debemos apoyarles y protegerlos.