SIN PAÑOS TIBIOS
El calendario y el tiempo
El tiempo atormenta a los humanos desde que tuvieron conciencia de él. Antes de las sociedades agrícolas, los ciclos de la naturaleza estaban ahí… como el dinosaurio aquel. Todo cambió con la aparición de la agricultura –¡y vaya que si todo cambió!–, pues entonces, era preciso llevar con puntualidad los ciclos estacionales en sociedades agrarias en donde la vida y la muerte dependía de la siembra y la cosecha.
Todo calendario es un instrumento práctico, porque señala el momento en que se verificarán hitos agrícolas destacables; ya sea la llegada de la primavera, verano, otoño e invierno; crecida de ríos en sociedades aluvionales (Mesopotamia, Egipto, cuenca del Río Amarillo); la llegada del Monzón, etc.
Pero también, todo calendario es un hecho político, porque su construcción intelectual requiere una acumulación de saberes astronómicos, matemáticos y agrícolas que sólo podían lograrse en sociedades organizadas y jerarquizadas; donde una estructura de poder era sostenida y liderada por una figura que impulsaba el calendario y se servía de él para vincular su poder a los dioses, que a su vez eran la fuente de su poder y legitimidad.
Así las cosas, los calendarios medían el tiempo en las sociedades agrícolas y lo relacionaban con hitos astronómicos que eran la expresión factual y visible de los constructos cosmogónicos e ideológicos determinados, de ahí que fueran operativos, pero también litúrgicos.
Hoy día, el calendario hebreo es el más antiguo de los que se encuentran vigentes y, mientras ellos están en 5785, los chinos están en 4723, cristianos en 2025, indios en 1946 y musulmanes en 1445; y cada uno señala un hecho histórico particular como inicio de la cuenta –“año cero”–, tanto en los vigentes (creación de Adán, primer año de reinado del Emperador Amarillo, nacimiento de Cristo, entronización de Kushana Kaniska, huida de Mahoma de La Meca, etc.), como los obsoletos (fundación de Roma).
No obstante lo grande y diverso que es el mundo y los diversos calendarios que coexisten, el gregoriano (1582 D.C.) es de uso común y mandatorio, en razón de que su imposición coexistió con el ascenso económico y militar de Occidente al dominio global; que ya el capitalismo y los cañones harían el resto imponiendo su modo de contar los días, que no era más que el juliano de 46 A.C., reformado; que a su vez era copia del egipcio, con la incorporación de “julio” y “agosto”, en un cándido arrebato de modestia del senado romano…
A comienzo de año (porque así Gregorio XIII lo quiso, ni más ni menos), vale la reflexión para poner no sólo el año, sino al propio tiempo en perspectiva; ese tirano invisible que lleva las cuentas de los días, las semanas, los meses y los años; como nosotros aquí en Erredé la llevamos cada vez que pasamos por el km 9 y nos preguntamos: ¿y cuándo terminarán esto?