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Balaguer y Pepin Corripio

En los años de mi trayectoria recorriendo distintos municipios del país, tuve la oportunidad de observar de cerca los problemas que aquejan a la población. Uno de los momentos más significativos de esos recorridos ocurrió al inicio de mi labor, cuando, tras recoger información sobre diversas problemáticas, el presidente Joaquín Balaguer me recibió en su hogar. Este encuentro marcó el inicio de una dinámica que se convirtió en habitual: cada lunes, a las 12:00 del mediodía, acudía a su despacho en el Palacio Nacional para presentarle informes sobre la situación en las comunidades.

Recuerdo en particular un informe que le llevé, en el que señalaba la asignación irregular de unos apartamentos por parte de personas de su confianza. Aunque fui advertido de que tal reporte podría generar su enojo, me limité a cumplir mi deber. Balaguer, visiblemente molesto, no solo aceptó mis disculpas sino que me dio una lección que llevo conmigo hasta hoy: “Diga siempre las cosas malas, que son las que afectan a los ciudadanos, al gobierno y al país”. Esta frase refleja su compromiso con la búsqueda de soluciones a los problemas, más allá de las incomodidades que estos pudieran generar.

Años después, escuché una entrevista que el experimentado periodista Huchi Lora realizó a Don Pepín Corripio, uno de los empresarios más exitosos y respetados de la República Dominicana. En ella, Corripio compartió una práctica reveladora: todos los meses se reúne con los gerentes y administradores de sus empresas y les exige que lleven anotados los problemas que enfrentan en sus respectivas áreas. Esta estrategia, que prioriza identificar los retos antes que celebrar los logros, demuestra que, al igual que Balaguer, Don Pepín entiende que el progreso depende de enfrentar las dificultades de frente.

Estas coincidencias entre un estadista y un empresario son una lección invaluable para líderes de cualquier ámbito. Mientras Balaguer aplicaba este principio en la gestión de un país, Corripio lo hacía en la dirección de un imperio empresarial. Ambos comprendían que los problemas no son enemigos a evitar, sino oportunidades para corregir el rumbo y fortalecer la estructura. La gestión efectiva, ya sea pública o privada, requiere de valentía para escuchar lo incómodo, de integridad para actuar frente a lo injusto y de visión para transformar las crisis en crecimiento. Si algo nos enseñan las vidas de Joaquín Balaguer y Don Pepín Corripio, es que las soluciones nacen de enfrentar la verdad con determinación, siempre con el bienestar colectivo como norte. En un país donde la tendencia suele ser resaltar los éxitos y disimular las fallas, esta visión se erige como un faro de liderazgo y compromiso, recordándonos que el verdadero progreso radica en resolver lo que está mal, no en esconderlo.