La República

pobreza 

A sus 101 años Sixta solo pide que le arreglen su casita

A pesar de todo esto, Sixta tiene una única petición: Que le arreglen su casa, ya que a pesar de haber construido una a base del sudor de su trabajo, se siente sin “bohío”.

Sixta Laureano: “Yo no tengo casa, mira como está, yo no tengo bohío, todo eso está podrido"Raul Asencio

Cuando el equipo de Listín Diario llegó a la vivienda, el gris del cielo indicaba que se avecinaba lluvia, una que 10 minutos después se estrellaba contra el zinc agrietado que techa su casita de madera y diluviaba sobre una de las camas, otra de las habitaciones y la cocina.

Sin poder ser la que cuente su historia por problemas respiratorios, Sixta Laureano, de 101 años, reside en el Distrito Municipal de La Cuaba, en Pedro Brand, a expensas de las condiciones climáticas cada vez que en el país anuncian lluvia.

Doña Sixta, además de tener los pulmones llenos de líquido, sufre de cardiomegalia (también conocida como el corazón agrandado) y baja visión, lo que después de muchos años dedicada al conuquismo y la crianza de seis hijos que se encargan de su cuidado, medicamentos y alimentación se mantiene sin casi poder respirar y salir a la galería de su casa, porque le molesta la claridad del sol.

A pesar de todo esto, Sixta tiene una única petición: Que le arreglen su casa, ya que a pesar de haber construido una a base del sudor de su trabajo, se siente sin “bohío”.

“Yo no tengo casa, mira cómo está, yo no tengo bohío, todo eso está podrido, yo quiero que me arreglen mi rancho”, imploró en medio de una respiración y otra mientras la lluvia mojaba el piso de cemento de la pequeña casa.

Una de las habitaciones donde llueve adentro y escampa afuera, se encuentra vacía, por la cantidad de agua que entra, estando el otro dormitorio de la casa con tres camas, una de ellas sin sabanas y cubierta de plástico para evitar que la lluvia moje el colchón.

Además del agua que cae desde las grietas del zinc, la habitación tiene una puerta que no alcanza a llegar al marco, por la que también el agua entra al interior de la casita de doña Sixta.

“Ya ahorita hay que mover todo eso y poner ponchera para que no se moje”, explicó Jackeline Laureano, la más pequeña de sus hijos.

Una de las habitaciones donde se aplica el dicho de llueve adentro y escampa afuera.Raúl Asencio

Medicamentos

Jackeline indicó que la señora está sometida a un tratamiento médico de por vida de Digoxina, Espironolactona, Torasemida y Aspirina 81, el cual compran con una pensión solidaria de RD$ 6,000 que tiene Sixta Laureano y son insuficientes para cubrir el costo de los medicamentos.

“No es barato y eso es semanal; no le falta porque eso no le puede faltar. Los medicamentos se le compran de lo mismo de la pensión… No es que da porque esas pastillas son semanales y nada más traen diez”, indicó.

Su nacimiento

La centenaria es originaria de Salamanca, un poblado perteneciente al distrito municipal y aunque en su cédula figura nació el 18 de abril de 1929, esta aseguró que cuando el ciclón San Zenón azotó al país el 3 de septiembre de 1930, ya ella tenía siete años.

“No, yo no nací en esa fecha, cuando San Zenón yo tenía siete años ya”, dijo confiada en sus recuerdos.

En su época productiva se dedicó a la agricultura en un conuco de su propiedad, en el que cosechaba yuca, plátano, batata, molondrón, maíz y otros víveres, los que salía a vender en el mercado de Villa Consuelo y con los achaques y los años se quedó vendiéndolo en el sector hasta que enfermó y no ha podido continuar trabajando.

A fuerza de su trabajo levantó a su familia sin contar a plenitud con el apoyo de su esposo, ya que este se encontraba en cama enfermo y falleció hace casi 40 años.

Tags relacionados