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Fórmulas para hacer llover

Desde que los seres humanos decidimos convertirnos en agricultores, dejando detrás nuestra vida como nómadas, hemos estado a merced de las condiciones meteorológicas, sin poder opinar sobre los acontecimientos que trae la madre naturaleza.

Casi de inmediato, comenzamos a buscar una forma de influenciar la condición climatológica que nos rodeaba para nuestro beneficio. La forma más común de buscar este cambio ha sido implorar a nuestros dioses, ancestros, o entidades folklóricas por ayuda en algún aspecto del clima.

Esta imploración se convirtió en rituales completos, llenos de cantos, bailes y hasta sacrificios, como lo hacían los aztecas y los mayas de Mesoamérica.

Todavía hoy en día estamos tratando de manipular los fenómenos atmosféricos, pero ya no bailamos tanto…aunque tal vez todavía continuamos haciendo ofrendas a la naturaleza. Para manipular la precipitación no contamos con superpoderes como Ororo Munroe de X-Men, ni contamos (todavía) con una red satelital de control de clima como se muestra en la película Geostorm; ni siquiera podemos predecir las condiciones climatológicas por periodos muy largos; pero si hemos aprendido ciertas cosas sobre por qué y cómo se crea la lluvia y las condiciones bajo las cuales podemos actuar.

James “el Rey de la Tormenta” Espy fue uno de los primeros promotores de control de clima. Espy, un meteorólogo de Kentucky, se fijó que los humos de las hogueras que hacían los indígenas del área, además de los humos emitidos por chimeneas industriales, “hacían” lluvia. Utilizando la lógica: una correlación siempre implica causa, trató de pasar una ley donde se harían “fuegos controlados” en los bosques de las montañas de Apalachia cada domingo, para regular las lluvias en la costa este de los Estados Unidos. Por suerte nadie le escuchó.

Aunque su premisa sobre el humo no era correcta, Espy nos trajo un punto importante: el proceso de evaporación y condensación del agua controla la mayor parte de la meteorología de una zona Este proceso requiere que el vapor de agua libere energía a su entorno para convertirse en agua líquida alrededor de una partícula o núcleo de condensación.

El personaje que más cerca llegó convertirse en el verdadero rey de las tormentas fue el químico Irving Langmuir, el cual se interesó en los procesos de precipitación mientras estudiaba la formación de hielo en las alas de aviones durante la segunda guerra mundial. Langmuir se preguntaba por qué el aire mantenía su humedad, aunque la temperatura del ambiente estaba por debajo de 0°C.

Luego de experimentar en el laboratorio Langmuir pudo concluir que para causar precipitación se necesitaba formar cristales (núcleos) de hielo los cuales aglomeraban las gotas de agua suspendidas en la atmósfera acumulando suficiente peso para caer. Para lograr formar cristales de hielo, la atmósfera debería ser “sembrada” con hielo o algo parecido.

Langmuir decidió aplicar sus nuevos conocimientos sembrando una nube cercana con 20 kilos de hielo seco (-78.5°C) en polvo desde un avión (ofrendas), y según anécdotas, cumplió son su objetivo causando precipitación.

Eventualmente Langmuir y sus asistentes abandonaron el uso de hielo seco por una sustancia más fácil de manipular, el yoduro de plata. Esta sal cristaliza en una estructura muy parecida al hielo y podría servir como núcleo de condensación igual o mejor que los cristales de hielo.

Con esta nueva tecnología Langmuir pudo convencer a la Armada Norteamericana para realizar sus experimentos a mayor escala, iniciando con el proyecto Cirrus en 1947. Uno de los objetivos del proyecto era “disolver huracanes”, forzando una liberación masiva de energía mediante condensación prematura con yoduro o hielo seco, así rompiendo el equilibrio del sistema. Desafortunadamente sus experimentos con huracanes no produjeron los resultados proclamados.

Sin embargo, el legado de Langmuir y sus experimentos continuó siendo parte de las actividades de la Armada; los cuales utilizaron la tecnología en varios proyectos, incluyendo la Operación Popeye, cuyo objetivo era incrementar la fuerza de las vaguadas en Indochina durante la guerra de Vietnam para causar mayores pérdidas al enemigo. En total se realizaron más de 2,600 vuelos de siembra y se gastaron unos US$130MM en la operación.

Los resultados de la siembre fueron...nada precisos, nunca se llevó estadística de las lluvias y no sabremos si estas acciones lograron el objetivo.

La práctica de siembra de nubes sigue hoy en día. Ahora sabemos que el sembrar nubes puede ayudar, pero no garantiza lluvias, aunque la densidad de nubes sea adecuada. Tal vez algún día demos con la fórmula correcta y haremos llover donde queramos.

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