SIN PAÑOS TIBIOS
El discurso del presidente en la ONU
Dentro del marco de la 79ª Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), el presidente Luis Abinader pronunciará su discurso mañana. Lo de la efectividad o no del organismo siempre ha estado en entredicho, máxime cuando lo que allí se diga o decida estará condicionado a lo que apruebe o rechace el Consejo de Seguridad, o más específicamente, sus cinco miembros permanentes; pues aunque en la distancia 1945 se vea lejos, el diseño de la mecánica de la ONU lo hicieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial… y no precisamente consensuando con perdedores, países menores o colonias.
Que en 2024 operen las reglas del juego de 1945 es otra discusión, lo cierto es que el organismo –con altas y bajas–, ha contribuido a que el mundo sea un lugar más seguro. Y así como podemos cuestionar a boca llena su eficacia para garantizar la paz y el cumplimiento de los convenios internacionales, así también debemos reconocer que antes que la ONU, su antecesora –la Sociedad de Naciones– fue un rotundo fracaso; y, antes de ella, era el diálogo entre las potencias dominantes el que resolvía cualquier problema por la vía pacífica, antes de pasar directamente al plano de la violencia militar, como bien ha sabido hacer la humanidad en los últimos 10,000 años.
Tribuna real donde construir soluciones o espacio para pose o vedetismo, Abinader tendrá su turno y en el fijará los intereses y prioridades del país, a la par que externará sus preocupaciones sobre diversos temas. Que vamos, que sea calentamiento global, Oriente Medio, etc., el menú de problemas a los cuales acudir es amplio, pero en particular, probablemente dos sean mencionados: Haití y Venezuela.
El 02 de octubre de 2023 fue aprobada la misión de pacificación liderada por Kenia, la cual apenas pudo desplegar efectivos el 25 de junio de 2024. A menos un mes de que se cumpla un año, ni han sido desplegadas la totalidad de tropas, ni han sido aportados los recursos prometidos por los donantes, ni se ha conseguido un solo objetivo propuesto. Haití está igual que antes de julio, o quizás peor, porque la ilusión y esperanza generada por la misión se ha desvanecido y aún resuenan las palabras del secretario Guterres, cuando reclamaba para Haití el mismo nivel de diligencia que las grandes potencias tienen al momento de salvar a un banco. Abinader deberá recordar al mundo que mientras todos hablan, nosotros hacemos… y hacemos solos. Y hay que recordar en la ONU la sangría que representa para un país en vías de desarrollo cargar en solitario con el país más pobre del continente, y que encima nos acusen de racistas.
Y tiene el presidente que decirlo tantas veces como sea necesario, porque para los gobiernos de otros países el diseño de la solución al problema haitiano si pasa por República Dominicana, y así no puede ser.