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EL BULEVAR DE LA VIDA

¿Cómo medir el futuro de un país?

Convertidos ya en la séptima economía del Continente, con una envidiable estabilidad política y una macroeconomía más estable que un matrimonio entre amantes; con un polígono central capitalino que impresiona; con el primer Santiago de América “arregladito como para ir de boda”, y Punta Cana paraíso terrenal cada vez más parecido a Salinas; con todas esas bondades, lo más lógico sería pensar que, como país, los dominicanos “nos la estamos comiendo”. Que “estamos acabando”, pero a partir de nuestras estadísticas sobre embarazos adolescentes, solo acabamos con nuestra vida. Y es que el presente y futuro de un país no se miden por su PIB, sino por la sonrisa de una niña a quien la sociedad y sus padres le han permitido ser niña.

Un solo dato desmonta todos nuestros liderazgos, crecimientos, estabilidades políticas o económicas, locales o globales: según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, en República Dominicana una de cada cinco adolescentes se convierte en madre antes de los 18 años. (...) De cada diez adolescentes que quedan embarazadas, seis no concluyen la educación secundaria”. Pero hay más para hacemos menos: somos el país con la más alta tasa de Fecundidad Adolescente de América Latina. Si algo faltaba, es sabido que el embarazo, además de colocar a niñas y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad evitables como las muertes maternas y neonatales, la deserción escolar, universitaria y las uniones tempranas, tiene también unas consecuencias socioeconómicas para el Estado que superan los 245 millones de dólares al año.

Es cierto, que en el primer trimestre de este 2024 ha habido una disminución de 26.58 % gracias a la intervención directa de la primera dama, Raquel Arbaje, que ha puesto las pilas a las entidades que tienen que ver directamente con el tema, pero como aquella canción de Franco de Vita (dedicada a los padres que creen que con solo aportar para la manutención de sus hijos cumplieron): “No basta, no basta”. Por eso, a los esfuerzos oficiales habrá que añadir la educación sexual, científica y verdadera en las escuelas, y por supuesto, la lucha contra la pobreza material, espiritual, familiar. Hemos avanzado, pero no basta.

Entonces, devastados ante tal realidad, por qué no repetirlo: El presente y el futuro de un país se miden por la sonrisa de una niña, a quien la sociedad y sus padres le han permitido ser niña.

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