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Sin paños tibios

Señor presidente: toca devolver el favor

La Guerra Fría lo justificaba todo y en el tablero de ese Gran Juego, la vulneración de derechos fundamentales por los dos bandos demostraba que, más que una lucha encuadrada desde la ética o los principios, era una que obedecía al poder y las veleidades humanas de los gobernantes a ambos lados del Telón de Acero.

A décadas del colapso del comunismo, las necesarias críticas a un capitalismo salvaje que ha demostrado ser capaz de cualquier cosa se suponía que vendrían desde un nuevo paradigma político; uno que, sobre las cenizas de todas las ideologías consumidas en el fuego de la historia, pudiera construir alternativas firmes, respetuosas de los derechos fundamentales, el medio ambiente, la propiedad privada; justa e incluyente pero, sobre todo, vertebrada desde la participación democrática.

Cristales del sueños rotos pueden encontrarse en muchos lugares, pero si en otros continentes esta realidad pudiera entenderse a partir de contextos complejos, violentos y caóticos, causa extrañeza ver que en Latinoamérica, mientras la mayoría de países procuran avanzar desde la democracia y reducir la desigualdad desde la participación y la inclusión, los dirigentes de otros –por suerte, pocos– han decidido disfrazar con el léxico de la Guerra Fría y de paradigmas fracasados su vil apego al poder –a cualquier precio–, evidenciando su desprecio total por la democracia.

En Venezuela, Maduro ha decido quitarse la careta de demócrata y mostrar su horrendo rostro de dictador. En las elecciones presidenciales del 28 de julio ni siquiera guardó las formas elementales y se declaró ganador sin presentar las actas de escrutinio, como manda su propio ordenamiento electoral.

No contento con inhabilitar a la candidata con mayor potencial y reprimir a todos, pasado el proceso ordenó arrestar al candidato opositor bajo los alegatos más risibles, quien finalmente tuvo que exiliarse en España el día de ayer.

Como una anaconda, la dictadura madurista se enroca sobre sí misma y ya nos queda claro que no se irá ni con sanciones ni con elecciones; aunque el “Método Mocano” sigue siendo eficiente y sólo requiere de material colgante…

Llegada “la hora de los hornos”, el presidente Abinader actúa consciente del papel que le corresponderá desempeñar. Y así como la “Doctrina Betancourt” aceleró la caída de Trujillo, y el apoyo de Carlos Andrés Pérez fue decisivo para que se respetara la voluntad popular en 1978; así toca ahora al gobierno dominicano devolver el favor tantas veces recibido; y debe convertirse en luz y voz de quienes en Venezuela carecen de ella.

Estos cuatro años por delante, serán años en que el presidente deberá erigirse como un referente moral en la defensa de la voluntad popular y los derechos fundamentales de los venezolanos, sin importar el precio que tengamos que pagar por ello.

Nuestra deuda moral con Venezuela es impagable, y puede que no tengamos petróleo para saldarla, pero nos sobra agradecimiento, solidaridad y dignidad.