SIN PAÑOS TIBIOS

“¿Adónde irán los desaparecidos?”

Hace 40 años Rubén Blades lanzaba “Desapariciones”, una emotiva salsa en la que más que incentivar al baile, invitaba a la reflexión, y, porqué no decirlo, a la aflicción y el llanto. Encuadrada en su época, narra una serie de historias tristes y angustiantes sobre diversos episodios en los que los individuos desaparecían y sus familiares no volvían a tener noticias de ellos.

Era la Guerra Fría y en Latinoamérica era también la Guerra Sucia. Un período donde el Estado hacía la guerra al ciudadano y bajo la excusa de lucha contra la subversión y el terrorismo, las desapariciones forzosas fueron también la norma.

Lo de Argentina y Chile fue paradigmático, aunque en buena parte de Centroamérica también, y, aquí en el patio, todavía resuenan los nombres de dirigentes políticos y sindicales que simplemente se esfumaron.

Estados Unidos ganó la contienda y lo que se pensaba que sería el inicio de una era de crecimiento generalizado, ha devenido en un periodo de precarización de derechos elementales, con la agravante de que a nadie parece importarle nada que no sea la salvación individual –los pocos de siempre– o algunos “me gusta” en las publicaciones que hacen los muchos de toda la vida.

Superada la época en que la política hacía de las desapariciones una cuestión de Estado, adquiere mayor relevancia el incremento alarmante de las mismas en los últimos años. Así la cosas, sólo hay que estar alertas y atentos –tanto en redes como en medios tradicionales–, para observar la frecuencia con que se repiten los mismos anuncios en los que sólo cambia la foto y las informaciones del mensaje, porque el contenido es el mismo: uno que da cuenta que fulano salió de su casa tal día y no se ha vuelto a saber de él.

La estadística provista por la Procuraduría General de la República llama a reflexión e invita a que no sólo desde el Estado, sino como sociedad, hagamos un ejercicio serio de reflexión que nos haga poner en el centro del debate un tema tan importante. Sin embargo, por la “ninguneidad” de las víctimas, pasa como un hecho aislado más… uno que se repite de manera cotidiana.

En 2021 fueron reportadas 201 personas como desaparecidas; 328 para 2022; y 433 para 2023 (¡1.2 diario!). El fenómeno implica un análisis desagregado, pues si bien muchos reportados son envejecientes, se ve un incremento en otros perfiles; así como en algunos casos, una concentración en algunos cuadrantes geográficos en específico, lo que abriría la puerta a otras hipótesis de naturaleza policial.

El desconsuelo, ansiedad y angustia que genera en los familiares la incertidumbre de desconocer el paradero de un ser querido debe ser un sentimiento insuperable, de ahí que urge establecer mecanismos que coordinación entre las instituciones responsables, acompañamiento psicológico a los familiares y disponer recursos financieros, humanos y tecnológicos para enfrentar esta epidemia silente.