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SIN PAÑOS TIBIOS

San Cristóbal: silencio y dolor.

 A un año y un día de la trágica explosión ocurrida en San Cristóbal el 14 de agosto de 2023, que ocasionó la muerte de 38 ciudadanos y la desaparición de 12, (asumidos como fallecidos, según ley 41-24), lejos de ser un recuerdo que se diluye o un dolor que con el tiempo aminora, es una herida abierta en el corazón de la sociedad sancristobalense y todo el país.

Hay que ser respetuoso en el abordaje de esta tragedia, porque son muchas las familias rotas para siempre y es mucha la desolación que embarga a los sobrevivientes que recuerdan a sus seres queridos cuando partieron esa mañana de sus hogares, sin saber que la muerte les encontraría horas más tarde.

Si grande es el dolor que ocasiona la certeza de la muerte de un ser querido, mucho mayor podría ser la angustia que padecen los familiares de los desaparecidos, sin tener una tumba a la cual visitar mientras la incertidumbre los carcome cada día.

Como El Maestro en Juan 8:32, si algo nos enseñó la Sudáfrica post Apartheid es que la verdad es el único fundamento de la completa libertad, y que no existe forma de sanar un dolor y recomponer lo roto, si no es reconociendo el dolor causado, y admitiendo la culpa, porque como dijo Desmond Tutu, presidente de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón".

Por eso, más que volver a escarbar en lo tantas veces escarbado, más que preguntar si el proceso de identificación de las causas de la explosión fue riguroso y científico en la fase investigativa; de si la demolición de los escombros fue hecha con celeridad y arbitrariedad, comprometiendo la escena del suceso; de si las teorías conspirativas o alternas tienen visos de credibilidad; o si la respuesta institucional ha sido la adecuada para con las víctimas y sus familiares, tanto a nivel cuantitativo, cualitativo, constancia, periodicidad y transparencia; más que todo eso, a un año de la tragedia tan sólo se pide una cosa: la verdad.

Hoy día la mayoría de los familiares de las víctimas, –y buena parte de la sociedad de San Cristóbal– dudan de los informes oficiales, y se resienten de la respuesta brindada; y, si bien es cierto que desde el dolor, –en una acción reflejo– se tiende a descreer lo que diga el gobierno, la sola duda obliga a reforzar la comunicación y a poner a disposición de la ciudadanía los informes oficiales que a la fecha no han sido hecho públicos.

El sumario de la investigación y el caso penal no puede poner en segundo lugar la necesidad de conocer la verdad y de someter no sólo a los culpables, también a los responsables… sin importar qué tan larga sea la cadena de mando y a dónde termine.

Aunque la cicatriz siempre estará ahí, sólo con la verdad cerrarán las heridas.