Limpiando botas es como Isidro y Elías han mantenido a sus familias toda la vida
Isidro de la Cruz, mejor conocido como Obispo; y Elías Samuel Rodríguez Severino, entienden que las personas que se dedican limpiar botas deberían recibir una pensión por parte del gobierno.
Isidro de la Cruz, mejor conocido como Obispo; y Elías Samuel Rodríguez Severino, son dos hombres que llevan, por así decirlo, toda su vida trabajando como limpiabotas, a través de este oficio han podido llevar el pan de cada día en sus casas y sustentar a sus familias.
Llevan décadas en la esquina de la calle Teniente Amado del sector Mejoramiento Social del Distrito Nacional.
Isidro de la Cruz “Obispo”
En el año 1987 fue cuando De la Cruz decidió ejercer como limpiabotas. Llegó a Santo Domingo cuando emigró de Valdesia, ubicado en la provincia San Cristóbal, en el año 1968. Vino a la ciudad para buscar una mejor solución.
Limpiar botas es el negocio de su vida, nunca ha sido empleado. Actualmente, tiene 69 años de edad y ya lleva 37 años en el ejercicio, contó que está ahí buscando el pan de cada día para su familia, "de aquí crie a mis seis hijos".
Antes de la limpieza de zapatos se desenvolvía en las calles de Mejoramiento Social vendiendo pan y huevos cocidos. Ya cansado de "esos trabajitos que hacía en la calle" llegó al parque La Fuente para luego pasar a la esquina de la calle Teniente Amado. Explicó que se puso a limpiar zapatos "buscando la tranquilidad y la forma de ganar algo".
Obispo ya lleva 50 años casado con su esposa, para cuando inició con la venta de comida algunos de sus hijos ya habían nacido.
Expresó que ya tiene sus clientes fijos y que la gente hace fila para atenderse con él. Con este trabajo pudo construir su casa ubicada en La Ciénaga.
La ganancia al día no es la mejor, pero puede llevar comida a su casa cada día, dijo que puede variar, "un día uno puede ganarse 500 pesos y otro día mil". Ese sustento diario fue el que permitió criar a sus seis hijos.
Desde las 7:00 u 8:00 de la mañana ya De la Cruz está en su puesto de trabajo para atender a sus clientes, termina de su labor entre las 5:00 o 6:00 de la tarde, dependiendo los días.
Se traslada a su trabajo a pie. Todos los días camina alrededor de 20 minutos. Manifestó que nunca ha dejado de trabajar, solo fue durante la pandemia por el Covid-19 que detuvo sus labores por dos meses, pero “yo siempre he sido como la hormiga, la hormiga carga su comida y la guarda para el día que está lloviendo.”
Elías Samuel Rodríguez Severino
Elías limpiabotas desde sus 13 años de edad. Es oriundo de Santo Domingo, desde 1983 tiene 41 años trabajando en el área. Empezó con el fin de colaborarle a su familia y poder ir a la escuela, ya a los 13 ganaba su propio dinero. Contó que “desde que yo hacía un peso me iba para mi casa”.
Dijo que cuando inicio era una "Cuavita" que es un limpiabotas que no sabía casi limpiar, no tenía experiencia. Ahora tiene 57 años de edad, en una ocasión quiso hacer un Sindicato de Limpiabotas para poder tener un seguro de vida, pero los demás que estaban con él en ese momento no lo apoyaron y decidió dejarlo.
No dejó de estudiar, cuando salía de la escuela, iba a su casa a comer y en seguida salía a la esquina de la a trabajar, se iba antes de que su padre llegara a casa.
Siendo limpiabotas tiene otro trabajo como cobrador. "Hasta a los nietos los mantengo con este trabajo". Tiene una hija, tres nietos y un bisnieto. Su esposa falleció.
“No me hice ingeniero por estar pensando en esto, esto me perjudicó”, dijo. Agregó también que en un tiempo inició a estudiar ingeniería en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) pero a los dos semestres lo dejó por estar pensando en los “chelitos”.
"Ahora que maduré estoy arrepentido, pero con el trabajo como limpiabotas he podido sustentar a su familia", a pesar de ello, dijo que lo que se gana da para comer todos los días y no pasar hambre.
Un llamado
Estos dos hombres contaron que a veces se sienten agobiados, también piensan en algunos momentos dejar su trabajo, pero recuerdan que es el sustento que tiene para su día a día, de ellos y sus familias.
Entienden que las personas que se dedican limpiar botas deberían recibir una pensión por parte del gobierno, en el caso de Obispo, no dejará el trabajo hasta que Dios le siga dando fuerzas para seguir, “si yo tuviera una pensión, yo pudiera descansar, pero con esto consigo el moro de la familia”.